Me levanté de mi tabla en el momento en que una ola venía hacía mi. Di varios giros hasta que pude ver como se formaba un túnel, sonreí y me dirigí hacía alla.
Las gotas de agua salada chocaron con mi rostro en el momento de adentrarme al túnel, sólo faltaba un poco más y podría salir sin caer de la tabla.
Grité victoriosa luego de haber salido, a lo lejos el grupo que tomaba el sol me siguieron el gritó. Tomé mi tabla de surf y me dirigí hacía ellos sacudiendo mi cabello mojado.
— ¡La sirena conquistó las aguas de Panamá!— gritó Sam.
— Eres sorprendente.—mencionó con sorpresa Molly—. No me habías dicho que hacías también ese deporte.
— Ella hace cualquier deporte, desde equitación hasta saltar de un acantilado. Es una completa lunatica, ni siquiera yo haría eso— reímos al escuchar las palabras de Adam.
— Ella es la campeona internacional de surf en California. La número uno y todos la conocen como la sirena.
Dejé mi tabla estancada en la arena y me senté junto a ellos. Me quité el traje elástico que llevaba quedando solamente en mi bikini de dos piezas color amarillo.
— Admitelo Bella, sabes hacer de todo.— una sonrisa apareció en mi rostro ante lo que dijo Sam.
— Bueno de hecho se hacer casi de todo.— le corregí—. Sólo me falta aprender a domar leones y bailar desnuda frente a todo el mundo.
Los chicos se partieron de risa haciendo que yo también me uniera.
— ¿Y cuándo vamos de expedición por esa selva prohibida?— preguntó Adam con una voz tenebrosa.
— Ahora. Tienen dos horas para estar listos o los dejó— dije, después de eso todos se levantaron y se fueron corriendo hacía el hotel.
Solamente pude negar por lo irresponsables que eran, me levanté tomando mi tabla y me dirigí hacía el hotel para cambiarme de atuendo.
El jeep del hotel avanzaba por el camino de tierra haciéndonos saltar a todos de nuestros asientos. Abrí el ventanal para que la fuerte brisa se colara en el interior del coche, saqué mi cámara para grabar todo el camino y la enorme vegetación que había a nuestro alrededor.
El auto se detuvo a mitad del camino por una larga valla que separaba el final del camino con la enorme vegetación.
— Bueno ... Ahora a seguir de pie— mencioné a lo que todos soltaron bufidos de aburrimiento. Saqué mi mochila que contenía todo lo que nesecitaba para estar en la jungla. Desde varias botellas de agua hasta el gran botiquín de primeros auxilios.
Adam se encargó de amarrar una larga cuerda de extraño material a la puerta del jeep.
— Esto es por si nos perdemos— avisó amarrando la otra extremidad de la cuerda a su mochila.
Yo fui la primera en bajar y me adentre de inmediato a la espesura de la enorme jungla. Los chicos me siguieron con cara de pocos amigos por tener que caminar.
— ¡Mierda Mosquitos!— chillo Sam a lo que yo negué. Saqué de mi bolso el aerosol y se lo lancé.
Sam lo tomó y empezó a ponérselo por todo sus brazos desnudos. Seguimos el recorrido esquivando los tallos de los árboles que estaban a nuestro paso.
Me quedé quieta al ver a un pequeño mono de pelaje color crema y negro comer una fruta cerca de nosotros. Saqué de forma lenta mi cámara, estaba lista para tomarle una fotografía cuando el gritó de Molly hizo espantar al mono.
— ¡Un insecto!— gritó viendo con horror su pierna dónde paseaba un escarabajo. Rodé los ojos y tomé al pequeño insecto entre mis dedos para dejarlo en una rama.
— Hagan silencio, no puedo ni siquiera tomar una mísera fotografía por sus culpas— hablé entre dientes notablemente molesta logrando que ellos se callaran automáticamente.
Seguí mi andar en busca de alguna especie como también fotografiando las bellas flores que crecían. Me aleje del grupo al escuchar las aguas de una ... ¿Cascada?
Observé impresionada el bello paraje junto con las aguas cristalinas que caían formando un hermoso manantial.
— ¡OIGAN!— grité.