Bestia y Mujer

[2] TODO SEA POR LA CAUSA

Los últimos días habían sido demasiado extraños, de repente, ahora Lucrecia era la misma estando o no Fernando presente. Ya no era la misma odiosa de dias atrás, incluso ahora parecía estar muy interesada en sus vidas. Fergie estaba encantadisima con la nueva Lucrecia, la perseguía a todas partes, quería sentarse a su lado a la hora de desayunar, se sentaba en sus piernas cuando estaban en la sala de estar haciendo cualquier cosa. Julia por su parte desconfiaba completamente de su cambio de actitud tan repentino, no le creía ni una sola palabra y eso Lucrecia lo tenía claro. Fernanda por su parte..

Ella estaba bien. Lo único importante para ella era que sus hermanas y su padre estuvieran tranquilos. Cada día se aseguraba de que sus hermanas estuvieran listas a la hora de desayunar y esperaba hasta que los profesores particulares llegaran para impartirles sus clases. Después de eso, ella salía a dar una vuelta con su caballo y no regresaba hasta horas después.

Iba a ese lugar que era un secreto y al que nadie más tenía acceso. Una laguna escondida a varios kilómetros de la casa grande, casi llegando a los linderos de la hacienda vecina del lado oeste. Allí vivía sus momentos mágicos. Porque eso era ese lugar para ella, magia.

No había nada que interfiriera en su tranquilidad cuando nadaba sin cesar. Si por ella fuera podría pasar las 24 horas del día nadando en esas aguas cristalinas como una sirena. Al regresar a la casa se encerraba en su habitación a escribir o aveces cuando nadie podía darse cuenta iba al estudio de su madre donde siempre la veía tocar el piano,era lo que más la llenaba de paz. Tocar esas teclas que tantas veces tocó su madre y cantar las canciones que tantas veces escuchó en su niñez. 
Esa era la verdadera Fernanda del Alba.

La mujer serena y talentosa. 
Pacificadora , solitaria, llena de sueños y sobre todo, con una voluntad incansable.

Llevaba todo un mundo en su interior, ella quería ser libre, sentirse como tal pero no lo había conseguido. Pero no lo estaba intentando. Cuando su madre murió ella lo tenía todo planeado, pero la vida le dió una leccion.

No todo pasa de acuerdo a nuestros planes, hay algo más allá.

Ella iba a hablar con su madre la misma semana en la que murió para confesarle su mayor secreto y aora anunciarle su pronta partida,pero eso nunca pasó. Sus planes fueron irrumpidos y parecía ser por un tiempo indefinido. Habían pasado dos años y ella seguía aquí,en el mismo lugar si sintiéndose atrapada y sin salidas.

-¿Fernanda?.- Repitió su padre por tercera vez. Las dos menores observaban a su hermana que parecía estar en otro mundo mientras todos en la mesa compartían el desayuno.

- ¿Perdón?.- Dijo la rubia cayendo en cuenta. Carraspeó y miro a su padre .- ¿Que decías?.

- Sólo te estaba preguntando si te pasa algo. No has comido nada desde que la comida fue servida.- Fernanda bajó la mirada y se dió cuenta que efectivamente, su comida estaba intacta.

- Oh. No lo se, me quedé pensando en algunas cosas... Y bueno, me distraje. Discúlpame papá.- Dijo empezando a comer aunque realmente no tenía mucha hambre.

-No te preocupes cariño.- Dijo sin más concentrándose en su comida nuevamente.

En la misma mesa habían un par de ojos verdes observando en silencio. Lucrecia miraba a Fernanda como si de esa forma pudiera adivinar lo que estaba pasando por su cabeza. Después de recibir un sabio consejo la ojiverde se dió cuenta que había cometido un grave error al haber actuado como una perra al apenas poner un pie en la hacienda del Alba. Comprendió que si quería lograr su objetivo debía ser la mujer perfecta para una familia como esta.

Llena de estúpidos.  Suspiró mirando su plato que ya estaba casi acabado, tenía que hacer algo inmediatamente porque su nueva faceta de mujer sumisa y humilde no parecía estar causando efecto en Fernanda.

- Fernanda.- Dijo de repente llamando su atención.- Estos últimos días me he podido dar cuenta lo maravilloso que montas a caballo. Siempre he querido aprender pero por algún razón u otra nunca lo he echo. Ademas quisiera conocer un poco los alrededores de la hacienda,me preguntaba si podrías enseñarme un poco y así darme un recorrido.

Fernando estiro la mano y sostuvo la de la ojiverde. Sabía que lo que quería era ganarse el afecto de sus hijas,y eso lo hacía muy feliz. Fernanda tomó un poco de jugo para ganar tiempo,por alguna razón quería negarse ante su petición. Realmente sin una razón aparente.

- No tengo ningún problema,cuando gustes estaré a tu disposición.- Dijo amablemente y la ojiverde sonrió. 
- Si es por mi hoy mismo. 
- Eso seria genial, estoy seguro que te encantara mi amor.- Dijo el hombre besando su mano.

Fergie observaba la escena mientras se llenaba la boca de comida. Julia por su parte removia la suya con el tenedor. Sus ojos expresaban sus verdaderos pensamientos,no le creía ni una sola palabra. Algo le decía que estaba fingiendo, de repente era ahora tan amable,siempre sonriendo. Hubiera podido llegar a creerle si no confiara ciegamente en su intuición y en el echo de que una persona no cambia de la noche a la mañana.




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