Tres meses después
Los ojos verdes observaron el espacio vacío a su lado y suspiró, había sido una noche bastante agotadora,por no decir, insoportable. Ya se estaba cansando de tener que hacer siempre un gran esfuerzo para que Fernando le diera un poco de placer. Ya había pasado un mes desde la última vez que había viajado a la ciudad para desahogarse en la cama con Fabrissio. Y sería la última, porque ella había decidido que no iba haber otra más. Fue el peor sexo que tuvieron en todo los años que estuvieron como amantes, ahora se sentía pérdida,queria algo nuevo, volver a sentirse ardiente como siempre.
-¿ Será que estoy envejeciendo?.- Se dijo así misma mientras salía de su cama desnuda. Camino hasta el tocador se miro en el espejo y sonrio. Claro que no estaba envejeciendo, estaba muy lejos de hacerlo, en su rostro no había ni una arruga. Pero entonces, no lograba entender que estaba sucediendo.
Dió la vuelta y tomó su celular de la mesita de noche, al tenerlo en sus manos camino hacia la ventana y se sentó. Era un día nublado,lo que quería decir que Fernanda no saldría a montar,en cambio se encerraria en su habitación o en el estudio de su madre. La ojiverde se había aprendido su rutina de memoria desde que empezaron a llevarse mejor. Sabía que cuando había suficiente sol la rubia se iba con su caballo y no volvía después de varias horas,aunque no sabía dónde se metía. Últimamente lo estaba haciendo muy poco ya que ahora se pasaba casi todo el tiempo con una chica morena, supuestamente su mejor amiga.
Después de encender el celular los mensajes empezaron a llegar uno tras otro. La ojiverde volteo los ojos,señal indeleble de cuando siente fastidio al notar que cada uno era de Fabrissio.
Mi reina, muero por verte y comerte a besos.
Llevo semanas intentando localizarte.
¿Acaso quieres dejarme a un lado?
Voy a ir por ti si no tengo noticias pronto.
Y asi unos cuantos más, ya era demasiado tarde para aceptar que fue un completo error haber involucrado al chiquillo en sus planes, demasiado joven para pensar como ella. Tenía que hacer algo al respecto. No podía permitir que eso interfiriera en su plan,no ahora cuando estaba más cerca que nunca de conseguirlo. Intentaba eliminar los mensajes cuando escucho unas risas que provenían de afuera. Abrió un poco más la ventana y vio a Fernanda vestida con sus acostumbrados pantalones rasgados y sus botas de cuero. A su lado estaba Cecilia, quien también vestía de la misma forma de siempre. Vestidos floreados y demasiado cortos a su parecer.
Lucrecia empezaba a hacer caso a sus malos pensamientos, la forma en la que la morena le hablaba a Fernanda,como la miraba. Observó a lo lejos antes de que se perdieran de su vista, no podía estar equivocada.
Esa estúpida campesina es una asquerosa lesbiana. Sin más cerro la cortina y camino al baño para arreglarse. Mientras el agua caia sobre su cuerpo su mente empezó a volar. ¿Fernanda también lo sería? Porque a decir verdad, durante el tiempo que llevaba con Fernando,nunca había oído hablar sobre algún amigo, novio o romance. Tendría que averiguarlo, porque si era así ni siquiera Fernando lo sabía ¿O si?.
Aunque a mi no tiene por qué importarme. Cuando se dió cuenta estaba vistiendo ropa adecuada para ir a montar, después de todo le había gustado estar encima de ese animal que Fernanda escogió para ella.
Tres meses atrás.
Lucrecia observaba con cierto temor como Fernanda ensillaba la yegua que le habia presentado minutos atrás, con un pelaje completamente negro, tan oscuro como los ojos que por poro no podían diferenciarse.
- No me dijiste el porque del nombre de tu caballo.- Dijo en un intento de buscar conversación, mientras más hablarán mejor se llevarían.- indomable, no creo que sea un nombre cualquiera.
La rubia sonrió mientras sujetaba la última correa.
- Desde pequeño era demasiado testarudo.- Dijo riendo.- Incluso ya de grande dió demasiada pelea para dejarse montar, mi mamá decía que era porque estaba esperándome. Yo por mucho tiempo le temí. Al ver como varios hombres de la hacienda salían volando, como que no me apetecía ser uno de ellos.
- Tu lo domaste.- Dijo Lucrecia como si conociera la historia.
- Si, nunca había sido montado por nadie más. Ni si quiera mi padre que bastante que lo intento.
Ambas se miraron y sonrieron.
- Ya me gustaría tener un lazo tan fuerte con algo.- La nostalgia y la añoranza en la voz de la ojiverde, tal vez lo más sincero que ha dicho desde hace mucho tiempo.
- Ella se llama salvaje.- Comento la rubia acariciando el dorso de la yegua. Lucrecia muro al animal y levantó las cejas.
-No quiero ni imaginarme el porque de ese nombre.- Dijo sintiendo escalofrios de tan sólo pensarse encima.- Y tampoco quisiera preguntar porque quieres que monte a salvaje.
- Tengo la sensación de que es perfecta para ti.- Lucrecia la miro a los ojos en espera de que dijera algo más, pero eso fue todo.