Jay las saludó con un gesto breve y, tras cerciorarse de que se habían ido, quedó solo con sus pensamientos. Su mente volvió al tótem, una inquietud que no podía sacarse de encima. Decidió que esta vez revisaría su habitación a fondo… incluso las cosas de Lilith.
Subió las escaleras con paso decidido y se dirigió directo a los cajones de la cómoda. Entre papeles y objetos dispersos, encontró una caja semioculta al fondo, decorada con pequeños corazones. La sacó con cuidado y la apoyó sobre la mesada. Al abrirla, descubrió un contenido familiar, pero a la vez extraño por desconocido.
Entre los objetos, un recibo de restaurante llamó su atención. Jay no sabía de qué era ese papel, pero el perfume de Lilith que aún impregnaba el recibo le resultaba inconfundible.
—Este era el perfume que usó la primera vez que cenamos… —musitó para sí.
Se preguntó con inquietud:
—¿Serán cosas nuestras?
Dentro de la caja también había un pequeño peluche, una fotografía tomada en una cabina donde se los veía besándose y una memoria USB. Fue este último objeto el que capturó totalmente su atención.
—¿Qué habrá aquí? —se preguntó intrigado.
Guardó cuidadosamente todo, excepto la USB, que guardó en el bolsillo, y bajó al salón con la caja. Encendió la televisión y notó que tenía puerto para dispositivos USB. Sin dudarlo, la conectó.
El sistema le preguntó si quería explorar los archivos. Él aceptó.
En la pantalla apareció un solo archivo: un video titulado “Sophie”.
Al reproducirlo, la imagen lo transportó a una escena que jamás hubiera esperado: Lilith, en una cama de hospital, rodeada de médicos. Era el momento del nacimiento de Sophie.
Jay quedó paralizado, con el corazón a punto de estallar.
Una voz narraba lo que sucedía… y para su asombro, esa voz era la suya propia.
Ver aquel video lo llenó de una alegría inesperada, pero también de una profunda confusión. Él estaba ahí, presente y, sin embargo, no recordaba nada. Pero las emociones… esas sí eran intensamente reales.
La experiencia, hermosa y desconcertante, fue abruptamente interrumpida por una voz que provenía de la entrada:
—Mi amor, ya vine.
Era Lilith. Acababa de regresar, esperaba verlo simplemente mirando la tele… pero lo encontró allí, absorto frente a la pantalla con sus preciados recuerdos.