Between home and dream

Capitulo 15: Anestesia

Lilith entró a la habitación con el corazón agitado, cada paso más pesado que el anterior. El aire parecía cargado, denso, como si las paredes guardaran un secreto que ambos temían pronunciar. Jay la miró con esos ojos que ya no buscaban pelea ni evasión, sino entendimiento forzado. Fue un cruce silencioso, una mutua aceptación de lo inevitable. Aunque ninguno quisiera decirlo en voz alta, sabían exactamente qué estaba pasando.

—Encontraste la caja —dijo Lilith, intentando que su voz sonara firme, controlada, pero con un matiz que no pudo ocultar.

Jay asintió, serio, sin apartar la mirada.

—Sí. Estaba semi escondida en un cajón.

Lilith respiró hondo y, decidida a manejar la situación, añadió:

— me habre olvidado de que la puse ahi

Jay no perdió un segundo para responder, su tono se clavó en el aire, firme y confrontativo.

—Así como te olvidaste de mi chaqueta militar.

El golpe fue inesperado para Lilith. No esperaba una respuesta tan directa, tan desarmante. Por un momento quedó descolocada, con la voz ya quebrada, contestó:

—¿Hay un problema con que no recuerdo donde esta de la chaqueta ?

Jay miró primero al piso, como si estuviera buscando en su interior la fuerza para seguir, luego levantó la mirada y la fijó con una expresión a la vez triste y resuelta. Un silencio pesado llenó el cuarto antes de que dijera:

—Hay un problema con vos . Ya lo sé todo. Sé del grimorio, del hechizo. Sé que eres una bruja.

El cuerpo de Lilith se congeló. No fue capaz de procesar sus palabras. Solo pudo replicar, con una desesperación contenida y una mirada que buscaba salvar lo irremediable:

—¿Qué estás diciendo? Debes estar muy cansado y afectado por lo que pasaste estos días.

Jay alzó la voz con seriedad, dejando atrás cualquier rastro de duda:

—Ya basta, Lilith. La casa que recuerdo es falsa. Todo lo que viví contigo... no lo recuerdo. Y nuestra hija... la que ambos amamos, es falsa.

Un hilo de tristeza profunda cruzó sus ojos. Lilith lo miró, quebrándose por dentro, pero en voz baja respondió:

—El amor que sentimos no es falso. Para mí, no.

Jay alzó una ceja, escéptico pero buscando un último vestigio de verdad.

—Si aquí nada existe, ¿cómo puedo estar seguro de que eso es real ?

Lilith dio un paso hacia él, con la convicción temblorosa que solo el amor ya obsesivo puede forjar.

—Es lo más real que hay —dijo Lilith, acercándose con cautela, como si su voz pudiera quebrarse—. Cuando me tiraron los libros en el pasillo de la secundaria, nadie hizo nada. Pero vos sí. Aunque eras igual de callado y solitario que yo, te agachaste, sin decir una palabra, y me ayudaste a recogerlos.

Desde ese momento, supe que eras distinto. Nunca dejé de pensar en vos. Y cada vez que la vida me hizo sentir invisible, me acordaba de eso… de vos.

Mientras hablaba, Jay empezó a calmarse. Su ceño se suavizó y la tensión en su cuerpo cedió poco a poco. Lilith, con un gesto casi imperceptible, tomó su mano entre las suyas. Un leve brillo morado emanó de ese contacto, una brillo que evolvia sus manos .

—Me acuerdo de eso —dijo Jay, con una voz cada vez más tranquila—. Del caramelo que me regalaste y tu sonrisa .

Lilith sonrió, esa sonrisa fugaz de quien recupera el control.

—Es un recuerdo que atesoro cada día.

Se fundieron en un abrazo que parecía sellar no solo un momento, sino una frágil tregua entre la verdad y la mentira.

Con Jay ya anestesiado por su magia, Lilith en voz baja dijo:

—Yo hice esto porque es lo que merecemos, después de que hayamos sufrido tanto.

Luego, en un suspiro casi imperceptible, agregó:

—Yo te amo.

Por un instante, el silencio se hizo absoluto en la habitación. Luego, Jay, con la voz cargada de una calma inquietante, respondió:

—Yo también te amo.

Lilith lo miró a los ojos, deslizó una mano suavemente por su mejilla y lo besó con una ternura que ocultaba más de lo que revelaba.

—¿Querés que prepare algo de comer? —preguntó con voz dulce, queriendo borrar con normalidad lo que aún latía con fuerza en el aire.

Jay asintió, con una sonrisa leve.

—Sí, tengo bastante hambre. Y debería ver si Sophie quiere algo también.

—Ok —respondió Lilith, observando cómo él se levantaba y se alejaba. Entonces quedó en silencio, su rostro se tornó una máscara mientras reconstruía, pieza por pieza, lo que había ocurrido. La tormenta interna que ocultaba no se reflejaba en sus gestos.

Se dirigió a la cocina con paso firme, casi mecánico. Mientras se ponía el delantal, una melodía tenue escapaba de sus labios, un tarareo que contrastaba con la oscuridad de sus pensamientos. Preparaba la cena con la misma precisión con la que tejió la ilusión: impecable, distante, y aterradoramente tranquila.




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