De todas las personas. Lamí mis labios y di un paso hacia su mesa. Todavía estaba escaneando esta sección de la biblioteca, buscando nerviosamente.
Moví los brazos y salté hacia arriba y hacia abajo. Sam frunció el ceño y luego bajó la mirada hacia su libro. Bueno, tal vez no me podía ver.
- No estoy muerto. - Dije, a través de la habitación.
Frunció el ceño y obviamente estaba haciendo un gran esfuerzo para continuar leyendo.
Agarré mi bolso, zizagueé por las mesas y llegué en cuclillas a su lado. Moví mi mano en frente de su rostro, pero él no se movió. Sus ojos siguieron ojeando las páginas del libro, como si nada estuviera tratando de bloquearlos.
Conteniendo la respiración, lentamente me puse de pie y me agaché para que mis labios quedaran justo a un lado de su oreja.
- ¿Puedes oírme? - Susurré.
El libro cayó sobre la mesa con un fuerte ruido. Sam se veía como si estuviera a punto de tener un paro cardiaco. Todos en la biblioteca lo observaban. El bibliotecario frunció el ceño y lo hizo callar, mientras que en la mesa de mis amigos todos empezaron a reír.
Quise caer al suelo con alivio. ¿A quién le importaba si era Sam? Alguien podía oírme.
- Sam, yo... - Las lágrimas hicieron mi voz temblar.
Se puso de pie y con sus manos temblorosas, recogió sus cosas.
- ¿Sam?
Ni siquiera se molestó en guardar sus cosas correctamente, sólo las metió en su mochila mientras caminaba en línea recta hacia la salida.
Lo seguí y me las ingenié para pasar por la puerta antes de que se cerrara sobre mí.
- ¿A dónde vas? - Tuve que correr para igualarle el paso.
Él continuó caminando, agarrando la correa de su mochila como si fuera un salvavidas.
- Sam, por favor detente. No puedo seguirte el paso.
Aceleramos el paso y giramos en una esquina. ¿Por qué no me escuchaba? Sé que puede oírme. ¿Realmente me odiaba tanto?
Su ritmo era cada vez más veloz, y finalmente tuve que detenerme.
Inclinándome, dejé escapar un ligero grito y golpeé con mi pie.
- Maldita sea, Sam. ¡Detente!
Su ritmo se ralentizó. Di un par de respiraciones profundas y continué caminando tras él.
- Mira, si esto se trata del comentario de Caracortada, lo siento, ¿de acuerdo? ¡Lo siento! No quise decirlo y me sentí muy mal después.
Pude ver sus hombros agitándose mientras doblaba en la siguiente esquina.
Alcé mi voz aún más mientras corría para mantener su ritmo.
- Sé que debí haberlo dicho hace meses, pero no es como si alguna vez me hubieras dado oportunidad.
Negó con la cabeza. Sabía lo que estaba pensando: que incluso aunque hubiera tenido la oportunidad, yo no lo habría hecho. Odiaba aceptar que tenía razón.
La desesperación inundó mi cuerpo mientras él rodeaba la esquina, me detuve en seco y estaba al borde de las lágrimas. Cayendo al suelo, me rodeé con mis brazos.
- Define ironía. - Murmuré. - Realmente alguien puede oírme, pero no quiere escucharme.
Sacudí la cabeza y sorbí mi nariz. Líquido quemaba mis ojos y sabía que si cerraba mis párpados, grandes lágrimas comenzarían a rodar por mis mejillas.
Esto no era justo.
- ¿Bucky?
Alcé la vista ante el susurro de Sam. Su rostro estaba sorprendido y parecía bastante nervioso, pero estaba caminando... hacia mí.
Levantándome del suelo, sacudí mis jeans y aclaré mi garganta.
Sus ojos me lanzaron una mirada, y empezó a hablar al casillero que estaba a mi derecha.
- No es por el comentario. - Miró por encima de su hombro antes de detenerse a unos metros de mí, todavía frente a los casilleros. - Es por...
- Estoy a tu izquierda.
Volvió la cabeza evidentemente molesto por la interrupción: pero al menos me estaba mirando ahora... más o menos.
Dos respiraciones lentas entraron y salieron de su nariz y luego dijo:
- Esto no es real.
- Lo es, te juro que no estoy jugando contigo. No sé por qué puedes oírme, pero pareces ser la única persona que puede hacerlo. Por favor, necesito...
De repente se rió, no un sonido feliz, sino uno de esos al borde de la histeria.
- Estoy hablando con un fantasma, ¿cierto? ¿Eres un fantasma o algo así?
- No estoy muerto.
- Te escucho. ¿Qué eres? ¿Por qué te puedo oír? - Apuntó su cabeza con un tembloroso dedo.
- No lo sé.
Sacudió la cabeza y se dio la vuelta para dejarme.
- Por favor, Sam, no estoy muerto; pero lo estaré si alguien no me ayuda.
Mi arrebato de palabras fue seguido por un silencio sepulcral. Enganchó la mochila a su hombro y bajó la barbilla. Pude sentirlo preparándose para alejarse a grandes zancadas, pero entonces sus hombros se hundieron. Dejó escapar un pesado suspiro.
Agitado, esperé en silencio. Mi zapatilla haciendo un nervioso golpeteo rítmico en el suelo del pasillo. No es como si alguien pudiera oírlo.
Moviéndose muy lentamente, Sam se giró de nuevo hacia mí. No podía leer su expresión: había una profundidad en sus ojos que era inexplicable. Su comportamiento había cambiado totalmente, su sonrisa se había hundido en la distancia y sentí como si estuviera mirando a un adulto... de diecisiete años.
Dejando caer su mochila al suelo, Sam susurró: - ¿Qué te pasó?
- No estoy seguro. Quiero decir, mi mente está aquí, pero mi cuerpo... - Mi voz empezó a temblar. - Estoy perdido en algún lugar del bosque y no sé cómo llegué ahí. No puedo recordar nada.
- ¿Qué es lo último que recuerdas?
- Thor me estaba llevando al grupo de estudio... en la casa de Matt.
Bueno, eso era nuevo. Imágenes de la enorme casa de Matt pasaron a través de mi cerebro. Música a todo volumen flotando hacia el lago donde todos estábamos. Drue y Nixon estaban lanzando piedras al agua: Steve tenía su brazo alrededor de mi cadera y yo estaba bebiendo una Corona. Matt estaba demasiado cerca de Loki mientras él reía de una broma de Fandral... y Thor estaba sentado sobre un tronco, enrollándose con... ¡Jane Foster! ¡EWWWW! ¿La chica flaca y retraída de su clase de Biología? Pensé que él la odiaba. La memoria se evaporó de mi cerebro. Traté de buscar más recuerdos, pero se habían ido.