Sam miró sobre su hombro mientras caminábamos al estacionamiento. Agachándonos, pasamos alrededor de los vehículos hasta que alcanzamos el Jeep de Steve. Sam pasó sus dedos a lo largo del borde de la ventana. Dejando caer su bolso, lo abrió y sacó un largo, plano pedazo de metal con un pequeño gancho a un lado. ¿Eso era una ganzúa?
- ¿Por qué tienes eso en tu bolso?
Sin decir una palabra, lo insertó por el borde de la ventana, lo movió como un profesional y le sacó el cierre.
- En caso de que alguna vez se me queden las llaves en el auto. - Me disparó una sonrisa y luego abrió la puerta.
- Pero, cómo... - Mi voz murió mientras observaba a Sam revisar el asiento del pasajero. Abriendo la guantera, la revisó mientras era abrumado por otro recuerdo.
***
- Steve, detente. - Empujé sus dedos revoltosos de la cremallera de mis jeans, intentando mantener mi voz baja.
- Vamos. - Murmuró en mi cuello, sus labios moviendose sobre mi esternón y hociqueando bajo mi camisa.
Yacía en el asiento del pasajero reclinado, aplastado debajo de mi novio. Pasé mis dedos por su cabello mientras sus manos se movían debajo de mi camisa. Tuve que resistir la necesidad de tirar de sus mechones.
Un extraño miedo se apoderó de mí mientras sus manos deambulaban por mi pecho. No se sentía bien. Sus labios no eran suaves y suculentos, sus manos no eran cariñosas y delicadas. Mientras yacía debajo de él en el auto me sentía asfixiado. No sabía por qué, pero quería salir.
- Steve, en serio, detente. - Empujé sus manos fuera de mi camisa mientras rozaban mis placas de perro. Sentí el frío metal en mi piel y los ojos de Sam flotaron por mi cerebro.
Steve me dio una sonrisa traviesa y volvió a su posición de comienzo original, pasando sus manos por mis muslos, apretó mi trasero y luego deshizo el botón de mis jeans.
Intenté atrapar su muñeca, pero me esquivó.
- ¡Lo digo en serio! - Apretó mis muslos juntos y empujé su pecho. Se tambaleó lejos de mí y maldijo.
- ¿Cuál es tu maldito problema esta noche?
Volví a cerrar mi cremallera y me sacudí lejos de él mientras se volvía a poner en el asiento del conductor.
- No es como si no hubiéramos hecho esto antes. Recién la semana pasada estábamos...
- Sí, lo sé, pero... ¿no puedes sólo llevarme a casa y darme un beso de buenas noches? ¿Por qué siempre tenemos que terminar nuestras citas con sexo? - Volví a ajustar mi camisa.
Steve soltó un suspiro frustrado.
- No te entiendo para nada. En un minuto estás rogando por eso. Mira la manera en que estás vestido. Y ahora estás haciéndola el frío.
Lo fulminé con la mirada. ¿Rogando por eso? Difícilmente.
Tocó mi rostro y mantuvo su voz dulce y cariñosa.
- ¿Qué quieres, Bucky?
Reconocí la táctica, pero aún así me sentí tranquilizado por esta.
- No lo sé. - Di mi respuesta típica, lo que él tomó como un permiso.
Fui rápidamente envuelto en besos y manos vagantes. La necesidad de sólo rendirme y terminar con ello era fuerte, pero entonces sentí las placas de perro de nuevo y mi interior brilló con rabia.
- ¡Detente! Dije que no quería esta noche. ¿Por qué siempre tienes que seguir presionando?
Me giré lejos de él y miré por la ventana... a la tan llamada vista. Todo lo que vi fueron oscuros y tenebrosos árboles.
Los dedos de Steve rozaron mi cuello y rápidamente sus labios siguieron. Rodé mis ojos y abrí la puerta, saltando al frío aire nocturno.
- Dije detente. No quiero, sólo lidia con eso.
La tenue luz del auto iluminaba sus facciones mientras me fulminaba con la mirada.
- Entra al auto.
- No. - Crucé mis brazos y lo fulminé de vuelta.
- Bucky. Entra. Al. Auto. - Repitió con la mandíbula apretada.
Levanté mi barbilla.
- No.
- Bueno. - Golpeó el manubrio. - Maldito obstinado.
Agarrando mi mochila, la tiró a mis pies.
- ¿No quieres estar conmigo? Esa es tu pérdida.
Cerrando de golpe la puerta, encendió el auto y aceleró.
- ¡Espera! ¡Steve! - Alcancé la manilla de la puerta, pero antes de poder agarrarla las ruedas traseras giraron y se alejó de mí.
***
- ¿Estás viendo lo que encontré? - Sam me trajo al presente al mover mi iPhone en frente de su rostro. - Parece que estuviste aquí anoche, a menos que Steve haya robado tu teléfono.
Forcé mis labios a sonreír. Sólo no sabía por qué, no era como si pudiera verme.
- Sí, eso es mío. - Murmuré, alcanzándolo luego dejando caer mi mano invisible mientras Sam se giró de nuevo a buscar en el auto. - Recuerdo haber estado aquí.
- ¿Lo haces? - Sam se giró a verme, su dirección estaba un poco corrida, pero no podía molestarme en corregirlo. - ¿Qué pasó?
- Yo... um. Nos estacionamos. Sólo recuerdo que nos estacionamos.
Las cejas de Sam se juntaron, su boca moviéndose en una fina línea mientras miraba al suelo.
- Nada pasó. - No sé por qué quería tanto que lo supiera.
Asintió y yo suspiré.
- Eso es por lo que me bajé del auto.
- ¿A qué te refieres?
¿Por qué le estaba contando esto?
- Él quería... tú sabes... y yo no tenía ganas, así que...
La expresión de Sam cambió a una de entretención mientras tropezaba con mis palabras y me molesté.
- ¡Mira, todo es tu culpa!
- ¿Mi culpa? - Se apuntó.
- ¡Sí! Si no hubieras estado flotando atrás de mi cerebro con tu mirada de "deberías saberlo", sólo lo habría hecho y luego él no se habría ido sin mí.
La rabia pasó por el rostro de Sam. Pude sentir su lucha para mantenerse calmado.