Relajé mi respiración. Sam me dijo que me calmara. Podía hacerlo. Con movimientos muy lentos, miré alrededor. El dolor latía de la cabeza a mis pies y tenía que parar para protegerme de las estrellas en mi visión. Quería regresar con Sam, pero también necesitaba evaluar la situación.
Tomándome mi tiempo, con suavidad volví a examinar mis heridas. Mi cabeza había dejado de sangrar y ahora simplemente sentía costras secas en mi cabello. ¡Que asco! Con una mueca de dolor, intenté mirarme el codo, pero dolía girar la cabeza. Volví a intentar, lo que sólo me causó más dolor.
Respirando por la nariz, obligué a mi mente a marcar la lista que Sam me había dado.
Chaqueta. Tenía que ponerme la chaqueta.
Intentando no mover la cabeza, examiné la zona y noté mi mochila a centímetros de mis dedos. Me estiré hacia ella. El dolor me atravesó. Empecé a respirar como una embarazada en labor de parto y empujé mi mano derecha hacia la correa. Fallé. Apretando mis ojos cerrados, murmuré una maldición y luego lo volví a intentar. Dolía como el infierno, pero esta vez me las arreglé para envolver mis dedos alrededor del cuero.
Una sonrisa triunfante revoloteó sobre mis labios mientras arrastraba el bolso hacia mí, pero pronto desapareció. La mochila se sacudió hasta detenerse y se negó a acercarse más. Levanté la cabeza para ver mejor y vi que estaba atrapada en una rama que yacía ahí abajo.
¡NO!
Mi cabeza cayó hacia atrás con un ruido sordo y nuevas estrellas se dispersaron en frente de mí.
Respiré de nuevo, una larga y lenta inhalación, sostuve el aire por un instante y lo dejé salir.
Obligándome a mantener la calma, volví a agarrar la mochila. Estaba completamente atascada. La tironeé y la vi moverse contra la rama. Las hojas crujieron debajo de ella como si estuvieran riendo.
Tiré y giré la correa.
- Ven aquí, obstinado pedazo de...
Dejé escapar un grito. A medida que la mochila se liberaba traía una pila de hojas y helechos hacia mí. Me cubrí la cara con mi brazo bueno y cambié de posición mi cuerpo. Eso sólo hizo que todo fuera peor. El dolor se disparó por mi pierna. Me moví intentando aliviarla, lo que causó que mi cuerpo se deslizara a un costado. No me había dado cuenta de que había estado balanceado tan precariamente y antes de que pudiera detenerme, me estaba deslizando hacia abajo por el terraplén.
Mi cuerpo rodeó e imágenes parpadearon a través de mi mente.
Círculos amarillos.
Cayendo.
Un golpe.
¡BUCK!
El último pensamiento gritó a través de mi cerebro mientras daba tumbas hasta detenerme.
Volví a estar fuera de mi cuerpo. Sam estaba a mi lado, pareciendo preocupado y distraído mientras golpeaba su pluma sobre el cuaderno frente a él. ¡Maldita sea! Mi chaqueta. Estúpida caída, quería evaluar mejor mi situación. ¿Dónde estaba ahora? ¿A dónde había caído? ¿Y qué eran esos círculos amarillos?
Cerré mis ojos con fuerza, intentando darle sentido a la imagen. No funcionaba. Mis ojos se abrieron de pronto y maldije en voz baja. Quería volver.
Quiero decir, no quería volver a sentir dolor, pero me gustaría ver en dónde estaba ahora y realmente quería ser capaz de decirle a Sam que cubrí mi fina camisa con una chaqueta.
¡Oh, ¿cuál es el punto?! No tengo ningún control sobre la estúpida situación.
Abriendo la boca, estuve a punto de admitir mi derrota y decirle a Sam que volví cuando el escritorio empezó a apresurarse en mi dirección. Mis ojos se agrandaron mientras la habitación giraba. Los cerré con fuerza para luego sentir el dolor abrazando nuevamente mi sistema.
Había regresado al bosque. ¿Cómo mierda pasó? ¿Y en qué estaba recostado?
Escupí las hojas de mi boca y alcancé mi codo palpitante. Ahora estaba en una pila de hojas de pino muertas, aquellas afiladas de color marrón que pinchaban la piel. Cepillé las puntas lejos de mi cuello y saqué algunas de mi cabello sucio. Mi codo estaba latiendo como una luz estroboscópica. Cada latido enviaba un pico de dolor desde las yemas de mis dedos a mi hombro. Un gemido bajo pasó a través de mis labios y un sollozo subió a mi garganta.
Bien, así que era un completo idiota por querer regresar aquí. ¿A quién le importaba la chaqueta? ¡Esto duele demasiado!
Intenté mover mi rodilla a una posición más cómoda, pero el fuego que abrasaba mi pierna era demasiado para soportarlo. Dejé escapar un grito fuerte y dejé de moverme.
Cerrando los ojos, intenté alejar las lágrimas y pensar.
Mi mochila. ¿Había caído conmigo?
Eché un vistazo alrededor de mi cuerpo y me sorprendió verla apoyada en mi rodilla derecha. Mis dedos fueron bajando por mi muslo y conseguí agarrar la correa de cuero. La tiré hacia mí para luego detenerme y tomar unas pocas respiraciones. Mi cabeza estaba empezando a girar.
La abrí temblorosamente y saqué la chaqueta. Me tomó una eternidad y la pequeña tarea era agotadora. Abracé la chaqueta contra mi pecho y apoyé la mi cabeza sobre las agujas de pino. Mi cerebro se sintió hinchado y pastoso y la desesperación estaba a sólo un instante de distancia.
Las lágrimas quemaban.
La escritura de Sam giró frente a mí diciéndome que me pusiera la chaqueta. Miré las letras, garabateadas en tinta azul e hice que mi mente las repitiera. Me tomó cuatro intentos, pero finalmente mi mano derecha capituló y empezó temblorosamente a abrir la chaqueta.
Intentar estirarla sobre mí era malditamente difícil, pero conseguí cubrir mis hombros y asegurarla bajo mi barbilla... algo así.
Mis dientes castañearon a la vez que me di la vuelta para ver lo lejos que había rodado. Creo que vi el lugar. Mirando hacia arriba a la colina, reproduje la colina en mi cabeza. Círculos amarillos destellaban en mi mente. Eran dos, uno junto al otro.
Fruncí el ceño y cerré los ojos otra vez.
Círculos... desviándose hacia mí.
Abrí los ojos.