El sol resplandecía en aquel lugar donde unas nubes pasaban por en medio de unas especies de islas y aquellas desenfiladas que sobre salían de la pared de roca. Era como si aquel lugar tuviera su propio clima. Cada isla y parte sobre saliente de la pared tenia arboles, un alto césped, he incluso pequeñas corrientes de agua. Desde el cielo, el sonido de algo cayendo desde lo mas alto se hace oír. Era una cuerda, una muy resistente, la cual había caído al suelo. Y deslizando en ella una joven chica de marrón cabello, y ojos como la miel, descendió unos 20 metros desde su antigua posición.
La chica parecía tener de entre los 15 a 16 años, y vestía un pantalón y chaqueta de color marrón. Debajo de la chaqueta llevaba puesto una blusa negra, en su cabeza un casco de casi el mismo color, con una lampa incluida en la parte frontal, era el único equipo de protección que llevaba. Ademas de un silbato rojo que colgaba de su cuello. En su espalda, una mochila con equipamiento básico para minar y escalar, ademas de servir para trasportar cosas de valor, se encontraba algo cargada al tope de cosas.
Sacando una especie de brújula del bolsillo derecho de su pantalón, la chica observa detenidamente algunos números que antes parecían ser distintos a los que ahora indica. Sonriendo para si misma, y clavando su pico en el suelo, la chica alza su puño en una señal de victoria y orgullo.
─¡Al fin! ¡Por fin he llegado a los 300 metros!─Exclama.─Si sigo así no tardare en ingresar al grupo de los 400 metros─
Pero mientras ella celebraba su logro, desde 20 metros por encima, y asomándose por la desenfilada, el rostro joven de un chico de 14 años la miraba desde la distancia. Aquel chico vestía exactamente igual a la chica, con la única diferencia siendo los guantes de cuero que protegían sus manos. Su negro cabello, algo largor, se libraba de cubrirle los ojos gracias al casco, y sus violetas ojos le daban una apariencia un tanto femenina.
─¡Oye, Lily! ¡Recuerda que no podemos bajar mas de los 300 metros!─Le grita su compañero.
─¡Lo se Claud! ¡Te prometo no bajar a mas de 350!─Le responde desde el suelo y recuperando la cuerda que utilizo.
─¡Como sea! ¡Volveré al orfanato!─Le avisa antes de tomar sus cosas y ponerse de pie.─¡Procura no cometer ninguna tontería!─Le pide antes de irse.
─¡Adiós, Claud!─Se despide mirando hacia arriba y agitando una de sus manos de una lado al otro.
Tras despedirse, Lily arroja la cuerda hacia mas abajo y continua con su descenso hasta llegar a los 312 metros, donde comienza a caminar entre los arboles, los cuales tienen una gran tamaño. El tronco de cada árbol mide por lo menos 2 o 3 metros de diámetro. Otra cosa que hay que resaltar, es que la corteza de sus troncos se volvieron una especie de piedra con una textura como de arena. La chica, quien llevaba su pico en manos, miraba fascinada aquellos arboles petrificados. Pese a que ya sabia de su existencia, era la primera vez que veía estos dichosos arboles en persona.
─Vaya. Para que la corteza de los arboles se haya petrificado debieron de pasar cientos de años aquí plantados─
Acercándose a una de las raíces de aquellos arboles, la chica comienza a escavar la tierra de alrededor hasta llegar a un delgada capa de piedra similar a la de las cortezas de los arboles. Con el pico rompe aquella capa de piedra, la cual se rompe como si fuera arena. Tras un rato de estar picando, un pequeño brillo se muestra desde debajo de la piedra. Con cuidado logra extraer aquello que brillaba, y lo limpia de la tierra utilizando su chaqueta haciendo brillar un poco mas al objeto. Era un collar con un pequeño cristal celeste en forma de rombo. El cristal colgaba de una delgada cadena echa de plata, o algún metal similar, y que ademas tenia la parte del broche echa de oro, aumentando su valor aun mas del que ya tenia.
Los ojos de la chica brillaron de alegría y emoción al mismo tiempo que una sonrisa se pintaba en su rostro. Para ella se le hacia que algo tan increíble como esto se encontrara en los primeros 500 metros de profundidad. Esto podría subir la reputación de un principiante al grado de subir de rango. Pero esta chica... Digamos que no es muy normal.
─Esto ira para mi colección─
Guardando su hallazgo en el bolsillo de la chaqueta, la chica toma sus cosas, guardándolas en la mochila, y lista para regresar al orfanato junto a su compañero. Quien ya se había marchado desde hace rato. Pero antes de poder dar un paso hacia adelante, un sonido, similar a un rugido algo distorsionado llamo su atención. El sonido venia desde afuera de aquellos arboles de piedra. Corriendo hacia donde provenía aquel sonido, la chica salio de entre aquellos arboles hasta quedar casi a la orilla de una pequeña desenfilada que daba una vista única al centro de aquel lugar en el que se encontraba.
Frente a ella, a unos 20 metros, una especie de serpiente voladora de escamas carmesí se encontraba rodeando una desenfilada, como si estuviera buscando algo. Quizás una presa. Su tamaño era descomunal. Media lo mismo que un edificio de cuatro pisos, y su cuerpo era ancho pero conforme bajaba a la cola se volvía mas delgada hasta tener una cola como de mantarraya.
"Una Mandíbula Carmesí. ¿Que hace tan alto? Se supone que no suben a mas de los 500 metros"─Pensaba la chica.
La Mandíbula Carmesí se detuvo de un momento al otro centrando su vista sobre algo que ya hacia en aquella desenfilada. Entre cerrando su ojos, y tratando de ver lo que había llamado la atención de aquella criatura, la chica abre los ojos de sorpresa. Una persona, mas precisamente un aprendiz como ella, era acechado por la Mandíbula Carmesí. El aprendiz estaba echo una bolita en el suelo, sujetando su cabeza y tapándose la cara con el casco tratando de ocultarse de su depredador. Su cuerpo temblaba de miedo, algo que parecía atraer aun mas a la Mandíbula Carmesí.
La chica sabia que si no hacia algo aquel aprendiz seria devorado por aquella criatura. Mirando nerviosamente hacia los lados y con su mano sujetando fuertemente su rojo silbato, la chica lanza una mirada llena de coraje hacia donde la Mandíbula Carmesí antes de tomar su silbato y soplar fuertemente atrevas de el. El sonido del silbato siendo sonado resonó con un fuerte eco por todo el lugar revotando en cada pared hasta llegar a los oídos de la criatura. Aquel sonido, que para el era molesto, llamo su atención haciéndolo girar hacia donde la chica estaba.