La lluvia caía sobre la ciudad de Akdozcal, bañando a toda estructura, y arboles, bajo su frías gotas de agua. Algunas personas estaban en las calles, protegiéndose de la lluvia con sus paraguas. Este día podría pasar fácilmente como cualquier otro, sino fuera por aquellos semiorugas que pasaban por las calles. Sus carcasas estaban pintada de un metálico naranja, y en los costados llevaba el escudo de Amestris. Un ave roja con las alas extendidas hacia los lados. Y encima, llevaban una ametralladora ocupada por un soldado de azul uniforme.
Las personas en las calles, que no eran pocas, observaban sorprendidos aquellos brindados pasar por las calles. Akdozcal, al no contar con fuerza militar, depende mucho de los ejércitos extranjeros al ser considerado una colonia con libre acceso para países que buscan beneficiarse con las reliquias extraídas del abismo.
Desde la guerra civil que vehículos de este tipo no se mostraban en Akdozcan, por lo que la preocupación de las personas comenzaba a mostrarse muy sutilmente. No había pasado mucho desde que la guerra acabo, por lo que era entendible la preocupación de dichas persona. Algunos guardias, mayormente Silbatos Amarillos, que hacían el rol de policías cuando no había a nadie que rescatar, mostraban cierto desprecio hacia los Amestrisanos montados en los semiorugas.
No solo pusieron al partido comunista, y al capitalista, en una guerra de guerrillas, sino que también aprovecharon la guerra para tomarse todo Akdozcal e implantar la organización de Enlazamiento Operativo Continental (EOC), la cual, ni es comunista o capitalista. Mas bien, es una dictadura militar que busca mantener todo bajo control. Incluso a otras naciones.
Aquellos semiorugas, los cuales eran 3, se dirigieron en fila hasta llegar a un camino que seguía por una pequeña montaña ni muy cerca, ni muy lejos de la ciudad. Al final del camino había una casa hogar. Un orfanato de tres pisos, y que daba la sensación de parecerse a un iglesia. Los blindados se detuvieron a 5 metros de aquel edificio, y de la parte trasera, una puerta se abrió dejando bajar a varios soldados con armas automáticas en sus manos.
Los artilleros apuntaron las ametralladoras al edificio, colocando sus dedos en el gatillo del arma. Posicionándose en una linea de fuego, los soldados apuntaron las armas a las ventanas del orfanato, donde todas las habitaciones tenia sus luces encendidas.
En el segundo piso, sentada sobre su cama, con una guitarra entre sus manos, Suzumi tocaba unos acordes de forma sutil, pero que era perceptible. Como si quisiera tocar únicamente para ella a pesar de que Cluad estaba presentes. El chico de violetas ojos escuchaba atentamente la melodía de su compañera. Dicha melodía tenia un aura melancólica, que le hacia recordar al chico, despedida de aquel día.
Y mientras estaba reviviendo aquel momento es su cabeza, la albina chica le hablo.
─¿Que te pareció?─Le pregunto.
Claud no respondió por unos segundos.
─Si. Creo que me gusta─Respondió de forma desanimada.
─Oye, amigo, no deberías pensar mucho en Lily─
─Es fácil para ti decirlo─
─Si. ¿Y sabes por que? Cuando aceptas la realidad, no hay nada que te impida sonreír─
─Increíble. Ahora eres una poeta─Dice como si aquellas palabras lo molestaran.
─Los, Scarlets, la tienen difícil. Nos juzgan por el color de nuestro cabello, y por una guerra que nunca provocamos─Menciona ella mientras afilaba las cuerdas de la guitarra.
─Espera, ¿Dijiste, "nos"?─Pregunto el, confundido, y con curiosidad.
Antes de que la albina le respondiera, un fuerte estruendo se oyó desde el exterior, seguido del sonido del cristal de la ventana rompiéndose en pedazos, y la madera siendo atravesada por algo. Un sonido parecido al de la ropa siendo desgarrada podía oírse en el aire, con una potencia infernal. Por instinto, ambos jóvenes se lanzaron al suelo, protegiendo sus cabezas con las manos.
Las ametralladoras montadas sobre los semiorugas eran las responsables de producir aquel ruido tan infernal. Los casquillos de las balas salia expulsadas del arma sin descanso alguno. Y el olor a pólvora era perceptible. Acompañando a las ametralladoras, estaban los soldados, disparando sus armas hasta que se sobre calentaban, o se encasquillaban.
Los gritos de miedo se oían por todo el orfanato, siendo opacados por los estruendos de las armas. Aquellos que no estaba tirados en el suelo, o escondidos tras algo grueso, y de material resistente, eran alcanzados por las balas. Algunas incluso atravesando o desmembrando a la persona. Claud sentía como el pánico crecía dentro de el mientras pedazos de madera volaban en la habitación.
Suzumi saco su silbato en uno de los bolsillos y soplo lo mas fuertemente posible. Espero unos segundos, y entre los estruendos, otro silbato se hizo oír. Luego otro. Y otro. Hasta que pudieron igualar la potencia del sonido de aquellas ametralladoras. Habían tantos otros silbatos sonando que no se podía distinguir uno del otro. Y entre la lluvia de balas, la voz de la chica se dirigio hacia Claud.
─¡Claud! ¡Tenemos que ir a ayudarles!─Grito ella.
─¡Imposible! ¡Moriremos si nos levantamos!─
─¡Son niños, Claud! ¡Ellos necesitan de los mayores como nosotros!─
─¡¿Y que supone que hagan dos Silbatos Rojos?!─Protesto.
─¡Vete al diablo! ¡Ojala nunca llegues a ser un Silbato Azul!─
Levantándose, y corriendo con la cabeza baja, Suzumi atraviesa la puerta de la habitación, adentrándose en los pasillos. Los disparos se detuvieron por un par de segundos. Claud estaba por levantarse, y seguir a su compañera, cuando la lluvia de balas volvió con la misma potencia, impidiéndole al chico de violetas ojos, levantarse del suelo.
Suzumi, avanzaba entre los pasillos, pegada a la pared, y lo mas agachada posible. En cada habitación que revisaba, encontraba cuerpos de niños ya sin vida. Si eso les paso a los que están en el segundo piso, ni pensar en como acabaron los de el primer piso, donde el fuego esta mayormente concentrado.