"¿Qué tan mala es mi alma, preguntas? Contempla en la oscuridad, un lugar donde toda luz es consumida y ni siquiera el ancho de un cabello puede ser usado para proyectar una sombra. Entonces comenzaras a entender la profundidad de mi corrupción."-Desdémona.
Paseaba de arriba abajo, de arriba abajo, en uno de los santuarios subterráneos al que había sido llevaba siglos atrás. Las paredes oscuras y rugosas complementaban muy bien su estado de ánimo, y el aire viciado continuamente le recordaba que una vez más había sido forzada a abandonar la tierra que llamaba hogar. Su rabia se cocía a fuego lento y estaba peligrosamente cerca de hervir. Tenía que mantener el control. Esto era solo un revés, no la derrota. Mona no se había dado cuenta de lo poderosas que podían ser las dos sanadoras juntas y también tenían la ayuda de esa hada entrometida.
Después de que las sanadoras habían contrarrestado sus hechizos, Mona había tenido que interrumpir la conexión antes que fueran capaces de llegar a ella, con la misma magia que saco de la vida que mato, y luego guardo en su negra alma. No podía dejar que eso pasara. Eso destruiría todo en lo que había convertido. Por lo que dio un paso atrás para reevaluar sus circunstancias; no huyo. Bueno, eso es lo que se seguía diciendo a sí misma.
Había montado su fiel corcel Octavian y entrado en la protección de los bosques de Rumania. Haciendo caso omiso del frio, lo presiono hasta que llegaron a un puente en lo profundo de las Montañas Cárpatos. Si un humano no sabía lo que estaba por debajo del puente, simplemente seguiría a través de el sin un pensamiento. Sin embargo, los seres sobrenaturales, sabrían lo que era porque no había paso por el puente sin pagar peaje al troll que custodiaba el portal. Si no podían pagar la cuota, entonces tendrían que trabajar para atravesar el portal al Limbo. Mona nunca pagaba la cuota. Si entraba en El Limbo, era siempre por elección. Así que cada vez que se encontraba con el troll, pasaban siempre por la misma rutina. Él le pedía el peaje, ella le decía que se fuera al infierno y entraba bajo su propio poder. Ella pensó que el troll debía encontrar esto divertido y como un buen descanso de su mundana existencia.
El Limbo era el lugar entre el mundo humano y el reino de los demonios. Era donde los malvados iban cuando necesitaban pasar desapercibidos, y donde los no tan malvados iban a trabajar para pagar una indiscreción hacia los malvados. Era un lugar vacío de paz, o comodidad. Un lugar donde la oscuridad te cubría como una manta y la desesperación llenaba tus pulmones con cada respiración.
El ambiente se ajustaba al mayor malestar del ser. Si odias el frio, entonces serás rodeado de hielo. Las ventiscas te atacaran, la congelación paralizara tus dedos de manos y pies, tus propias venas se sentirán como si la sangre se congelara en tu cuerpo lentamente privando a tus órganos del precioso líquido que necesitan para vivir. El hielo nunca se derrite y la deshidratación se asienta aún si estas rodeado de agua.
Si odias el calor, estarás parado en el desierto bajo el sol abrasador, tus labios se agrietan y tu piel se seca, tu cuerpo grita por agua. Escucharas a los buitres por encima de ti, esperando que caigas bajo la impecable y candente bola de fuego. Los sentirás bajando en picada, animándote a renunciar para que ellos puedan recoger tu cadáver hasta que solo queden huesos, huesos que serán incinerados con el tiempo.
Si el agua es tu temor, si el océano abierto sin tierra a la vista es lo que te hace temblar en tus sueños, entonces ahí es donde deberás estar, agua tan lejos como puedas ver, sin ayuda a la vista. Debes avanzar en el agua para mantenerte por encima del salado y deshidratante fluido. Con cada oscilación arriba y debajo de tu cabeza debajo de la superficie, tu cuerpo se debilita. Tus músculos comienzan a acalambrarse, tu sed te provoca delirio, y ya no sabes por qué no deberías beber el agua del océano. Caes en la tentación y la tomas a tragos, pero estas demasiado débil. El agua que parece tener vida propia te llama, perteneces al mar, y conforme te hundes y tus pulmones se llenan de agua, la oscuridad que llevas tiempo esperando te consume, queda justo fuera de tu alcance.
Tal vez no son los elementos los que odias o temes; tal vez es tu propia muerte o la muerte de la persona de la que te preocupas profundamente la que te aterroriza. Si esto es lo que te llena de miedo y desesperación, entonces veras a ese ser querido morir una y otra vez de las más horripilantes maneras. Trataras de ayudarles, de llegar a ellos cuando digan tu nombre, pero será en vano. Aunque todo lo que ves y sientes en El Limbo parece ser tan real para ti, es solo en tu mente que está sucediendo. Al mismo tiempo que estas atrapado realmente en tu mente sin medios de escape.
Esos lugares estaban ahí para mantener a aquellos que están esperando su siguiente asignación por los demonios u otros seres malignos sobrenaturales que necesitan algún tipo de ayuda. A veces eran tan simple como entregar un mensaje, otras veces era un poquito más desagradable. Lo mejor que un ser sobrenatural podía hacer era pagarle al troll la cuota. El Limbo no era un lugar para los seres malignos ligeros y definitivamente no era un lugar para los puros de corazón.
Mona había visto a muchos sufrir aquí. Ella nunca lo había experimentado. El mal que la llenaba era aún más oscuro que lo que había aquí. Nada que El Limbo podía utilizar para tratar y torturarla seria eficaz. Hubo momentos, aunque muy pocos, cuando se preguntó hasta qué punto el más la había consumido completamente ¿en qué momento vendió por completo su alma? Nunca pensó mucho en ello porque el poder que viene de la oscuridad era lo que necesitaba y tenía un montón de él.
Ahora aquí estaba, caminando, pensando, haciendo planes. Su poder era grande, pero poseer la sangre de dos sanadoras la haría la más poderosa sobrenatural de este lado del reino de los demonios. No habría ningún lobo, ninguna hada que no cayera a sus pies. Una sonrisa se extendió por su cara, tan malvada que la oscuridad a su alrededor alargo su mano para tocarla y se imaginó al gran Poseidón arrodillado ante ella. Tendría su venganza, tomaría lo que se merecía. Pero su poder estaba menguando. Podía admitir que iba a necesitar un ejército para ir delante de ella y debilitar aquellos que estarían en su contra. Malditas sean esas hadas por quitarle a sus hermanas. Por mucho que odiara admitirlo iba a tener que ir a verlo a él. Hubo un tiempo en que era muy poderoso, como lo era su gente. Ahora, las circunstancias habían comenzado a debilitarlo. No era su fuerza lo que buscaba, era su conocimiento. Necesitaba información que solo él conocía. Haría lo que tuviera que hacer con el fin de obtener esa información de él.