Bianca

Capítulo 2

Veía la tele, cuando de pronto sentí un ruido terrible afuera. El perro comenzó a ladrar... Lo primero que hice fue agarrar un bate y salir a ver. Hubo un segundo golpe, esta vez el perro no ladró; fue atacado, lloraba de dolor. Enfurecí, pues golpearon a mi mejor amigo. El perro se acercó a mí en busca de protección, me agaché para cerciorarme de que estuviera bien. Cuando levanté un poco la vista, la vi ahí,  justo enfrente de mí, a unos escasos dos metros de distancia aproximadamente. 

—¿Qué quiere? — pregunté con un tono de voz bastante fuerte. 

—¡Nada! — contestó de forma burlesca con una sonrisa en su rostro para nada agradable. —Sólo vine a darte las gracias por salvar a mis sobrinos. 

—¿Gracias por salvarlos? o por arruinar su ritual de brujería 

Ella comenzó a reír a carcajadas, lo que me hizo enojar aún más. Luego dijo: — ¿pero qué cosas dices? 

—Usted estuvo anoche aquí, vigilándome. Arruiné su plan y ahora vino a vengarse. 

Volvió a reír a carcajadas y fue alejándose lentamente sin pronunciar una palabra. Entré a casa, y dejé que el perro entrara para evitar que esa mujer regresara y lo atacara de nuevo. Estuve alerta hasta que mi madre y mi hermano llegaron. 

Pasados los diez minutos les conté lo sucedido y mi madre no pudo evitar demostrar su disgusto. Mi hermano tomó su chaqueta y salió corriendo, en seguida supe que iría rumbo a la casa de Bianca para reclamar. 

Corrí tras él llamándolo en repetidas ocasiones, pero todo el tiempo me ignoró. Al llegar a la calle de las flores se detuvo, ahí lo alcancé. Me preguntó si tenía algún talismán en su cuello, le respondí que sí. Me tomó de la mano, y juntos seguimos caminando hasta la casa de Bianca. 

Antes de llegar, mi hermano me dijo que no demostrara pánico ante ella, obvio que no le tenía miedo. 

—Ni que fuese el mismo demonio —le dije. —No le tengo miedo a esa bruja loca. 

—Sabes que esa mujer es capaz de hacer cualquier cosa—luego añadió —Debes cuidarte, no sabemos lo que esté pasando por la mente de esa mujer en estos momentos. debemos ser discretos. 

—¿Qué tienes pensado hacer? —Pregunté 

—Ponerla en su sitio. Así le haré entender que mi casa y mi familia se respetan. ¡Incluyendo a nuestro perro! 

Al cruzar la carretera, caminamos aproximadamente unos cinco metros. Mi hermano tocó la puerta, y Bianca salió. 

—¿En qué te puedo ayudar? 

—No se acerque a mi familia y no se aparezca en mi territorio. ¿Ha entendido? 

Bianca respondió con una carcajada. Era común y muy frecuente en ella. Reír a carcajadas como las brujas de los cuentos. Esa risa tan tenebrosa, pero tan tenebrosa que logró captar la atención de un grupo de ancianos que charlaba en el jardín de la señora Rocío. 

Mi hermano continuó diciendo: —¡Le estoy hablando en serio! 

Ella siguió riendo y riendo, cada vez más fuerte. Al ver que no funcionaba le dije a mi hermano: 

— ¡Demetrio! Esto no tiene caso, vamos a casa. 

—Deberían, hace mucho frío.— Respondió Bianca entre dientes y cerró la puerta. —¡Maldita bruja!—dijo mi hermano. —la odio, me da asco esa mujer. Caminamos hasta la casa, y al entrar ¡vaya sorpresa! los chiquitines estaban ahí. Era una despedida. Se mudaban a otro país. Al otro lado del océano. Su padre había sido  trasladado a Francia. Sentí un gran alivio al saber que estarían lejos de las garras de su tía. 

Pasada una hora, los tres niños y sus padres se fueron. No los volví a ver. Ellos merecían vivir en un sitio en el cual estuvieran seguros, así, lejos de su tía Bianca pasarían las horas del día tranquilos sin tener que vivir con el temor de ser abandonados una vez más en el bosque. 

Mi hermano, quien ya estaba más calmado, fue por un café y el periódico para ver las noticias recientes de la ciudad. Al parecer no había nada de su interés, dejó el periódico, bebió lo que quedaba del café en un solo sorbo y miró hacia la ventana diciendo: 

—La vida en este lugar apesta. 

Me quedé pensando en esa frase, y creo que Demetrio tenía razón. Vivíamos en un pueblito silencioso, seguro, y aburrido. La misma gente, los mismos lugares, y sin mucho que hacer. Pasaban las horas, y mi hermano no dejaba de mirar por la ventana. Tal vez no se aburría o quizá lo hacía para provocar el sueño. 

Repentinamente se levantó y abrió la puerta, mi padre había llegado a casa, saludó a todos, incluyendo al perro, que no solo era la mascota, era miembro de la familia. Papá comenzó a hablarnos sobre su día laboral, pero se aferró a contarnos sobre un extraño suceso. 

Adivina quién es el protagonista de la historia de hoy (hablo sobre la historia que nos contómi padre). ¡Bianca! Nos habló de que apareció de la nada, como si hubiese invadido esta dimensión desde otra, y amenazó con destruir el puesto de trabajo de mi padre si Demetrio se aparecía en los alrededores de su casa. Mi hermano volvió a enfadarse, pero aún más mi madre, quien no soportaba a esa mujer. 

—Ya dejen de hablar sobre ella—dijo desesperada—estoy harta, más bien vamos a cenar, preparé pollo y mucha ensalada. 

Nos levantamos y dimos unos pasos hasta el comedor. Mamá sirvió la cena, oramos como de costumbre y comenzamos a comer. En medio de la tranquilidad y calor de hogar disfrutábamos de esa deliciosa cena, pero, ese placentero momento se vio interrumpido con un fuerte sonido. Nos levantamos a ver y notamos que una de las ventanas estaba rota. Ignoramos lo que pasó, tal vez fueron los niños jugando a la pelota. 




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