Blanca Martínez
Llevaba ya tres días en este empleo y ya me estaba volviendo loca. El “joven amo” llevaba desde ese día sin aparecer y eso me hacía tener doble trabajo, lo bueno es que me pagarán horas extras.
Alessandro.
No puedo evitar pensar en él, a pesar de su actitud, sus facciones son de otro planeta. Nunca había visto a un hombre tan atractivo como él. Sus ojos miel inyectados de rabia me hacen sonreír.
Como alguien tan infantil puede ser quien está a cargo, bueno, tiene esta empresa a flote así que debe saber lo que hace.
-¿Pensando en mi pequeña? - pegué un pequeño grito.
No me esperaba que Alessandro apareciera frente a mi con esa actitud tan arrogante.
-¿En ti? Ni que estuviera loca - negué con toda la calma que pude - Y no me digas pequeña por favor.
-Pero si lo eres, eres como un bebé al lado mío. ¿Quieres que te preste algunos centímetros? Aunque no hará mucha diferencia.
Estaba comenzando a molestarme.
-Mire Don Bianco, tenga respeto.
-¿Don? ¿Por qué insiste en esos ridículos términos? No soy viejo - decía mientras tomaba unos de mis lápices - este me lo quedo, es lindo.
-¿Te gusta el rosa? - reí por su actitud.
-No, me gusta el monito, todos mis lápices son serios, algo a mi nivel, pero este es divertido.
Tenía una leve obsesión con la papelería, y adoraba los lápices. Ese en particular tenía forma de corazón y se movía al ocuparlo.
-No te lo quedarás - Bianco guardaba mi lápiz en su abrigo.
-¿Y quien me lo va a impedir? - dijo con una sonrisa ladeada.
-Eres un niño - dije sin remedio - debes darme uno a cambio, si quieres el mio.
-Estás loca, tu no puedes tener algo de mi nivel.
¿Él me acaba de despreciar? Eso sí logró molestarme.
-Mire vejestorio, no tiene ningún derecho por más dinero que tenga a tratarme de esa manera, así que devuélvame mi lápiz y comience a trabajar qué ya he tenido bastante por su culpa.
-Alessandro, devuélvele el lápiz de una vez - dijo mi jefa con rostro serio ¿Habrá escuchado todo?
Chasqueo la lengua y me devolvió el lápiz y arreglando su traje me miró con rabia.
-¿Feliz? Ahora entren a mi oficina. Deben ponerme al día.
Era impresionante verlo con una actitud profesional. Estaba en lo cierto, es realmente bueno en lo que hace.
Mientras anotaba todo lo que mi jefa tenía que hacer, un pequeño golpe en la puerta hizo que todos miráramos en su dirección.
-Adelante - dijo con voz autoritaria.
Una mujer entró en la habitación, era rubia con ojos azules, vestía un elegante vestido celeste ajustado al cuerpo y zapatos blancos. Era hermosa.
-¿Alesa? ¿Qué haces aquí? - él la miraba con el ceño fruncido.
-Tuve que venir aquí, ya que no fuiste capaz de ir a verme a Italia - su acento marcado, italiana hasta la médula.
Alessandro respiró profundo y nos pidió retirarnos sin antes darme una última mirada.
-¿Es su novia? - Me limité a preguntar al salir de la oficina.
-¿Novia? ¿Alessandro? - ella rio - Alessandro nunca ha tenido novia, al menos que se sepa. Ningún está a su nivel - hizo comillas con los dedos.
-Un ego por las nubes - murmure.
-Un poco sí, pero es un gran hombre y ella no está a su nivel.
No pregunté más, ambas nos sentamos y comenzamos a trabajar. Ella firmaba algunos papeles mientras yo organizaba todo lo que se habló en la reunión.
Luego de unos treinta minutos Alessandro entró sin tocar.
-Saldré un minuto Roxana.
-¿Irán por un café?
-Si, no tengo de otra.
-Sólo ten cuidado con tu café, no vaya a ser que te ponga algo en el.
-Sería el fin de este bello hombre.
Yo los miraba como si de un circo se tratara.
Antes de que se fuera, mi jefe tiró de mi cabello con suavidad.
-Adiós fea - dijo mientras salía.
-Es un niño.
Ella reía.
-Así es él, tendrás que acostumbrarte.
-¿Por eso no tiene asistente? - pregunté curiosa.
No podía entender como él no tenía una, debe ser un caos hacer todo él.
-No, según él, solo querrán tener sexo y él no está para eso.
-Habla bien de él y al mismo tiempo mal - no entendía su actitud.
-No tienes que tratar de entenderlo, sólo verlo, verás que es divertido - dijo para volver a concentrarse en sus papeles.
No tengo idea si Alessandro volvió de su salida, aunque la curiosidad me mata y no tengo ninguna excusa para ir a su oficina.
Al siguiente día no había rastro de la rubia y Alessandro llegó malhumorado.
-Buen día Señor Bianco - él giró su rostro tan rápido que temí por su cuello.
Él se acercó a pasos rápidos tomó mi lápiz de forma de corazón y se fue, dejándome sin palabras.
-Ladrón - murmuré - Qué se cree.
-Ay que llego tarde - Karina, la secretaría de Roxana corría haciendo sonar sus zapatos. Hoy vestía un vestido floreado qué resaltaba entre todos los grises - ¿La jefa ya llegó?
-No, aún no, llegará tarde. Su nieto tenía una presentación en el colegio y decidió que no podía faltar. Así que tendremos que anotar muchos recados.
-La muerte - dijo Karina - Hablando de la muerte, puedes entregar estos papeles al joven Alessandro.
-Bien, así recupero mi lápiz.
-¿Tu lápiz? - ella me miraba divertida
-Si, él muy - me callé - me lo robó hoy en la mañana.
Ella rio.
Toqué dos veces la puerta y luego de escuchar su permiso entré.
-Permiso, vengo a entregar estos papeles.
-¿Qué son? - estiró su larga mano para recibir los papeles.
-No sé, Karina, la secretaria me los entregó.
-Ah, deben ser los permisos del municipio - hizo una seña para que tomara asiento frente a él - por favor, los reviso y enseguida te los devuelvo.
Era gratificante verlo actuar así, tan elegante y profesional, no como un niño pequeño. Aún no entiendo su arrebato de esta mañana, ¿Por qué quitarme el lápiz?