Alessandro Bianco.
Me molesta.
No entiendo cual es su problema, no me conoce, no sabe nada de mi, pero insiste en juzgarme.
La primera vez que la vi se rio de mí en mi cara e incluso me llamó loco. Y sin mencionar que me llamó señor aun cuando le pedí que no lo hiciera.
Es irritante.
Pero no puedo negar que es hermosa, verla en ese vestido negro me enloqueció.
No he podido dejar de pensar en ella desde que la conocí. En sus ojos negros, en su piel blanca como la nieve y su largo pelo ondulado color negro.
-Joven Bianco, me alegro de verlo, no es usual verlo en estas fiestas. ¿Algo en particular lo trajo aquí?
-Nada en particular, no tenía nada que hacer, así que vine.
No es del todo mentira, pero realmente tenía curiosidad de cómo se vería con un vestido.
-Estupendo, ¿Cómo va el negocio? - preguntó don Roberto, dueño de una de las cadenas más grandes de hoteles.
-Bien, hemos seguido creciendo.
-Hombre de pocas palabras - rio - Está bien. ¿Conoces a mi hija? Es la chica de blanco, aquella que parece ángel.
Aquí vamos.
-No, no conozco, no he tenido la oportunidad.
-Se llama Liliana, tiene más o menos tu edad. Deberían conocerse, harían una excelente pareja.
-Claro, lo pensaré
Estaba harto. Las conversaciones casi siempre giraban en torno a mi vida personal, no tan sólo aquí en Chile, sino en Italia y podría jurar que sería igual en todos los países.
No es secreto que soy atractivo, lo heredé de mis padres, también tengo un buen estado financiero, por eso es que muchas veces llegan mujeres con claras intenciones. Unas formales como el compromiso y otras más indecentes.
Pero me criaron como un caballero y no pienso entregarme a cualquier persona sólo por placer.
-Joven Alessandro dígame, ¿No le interesa el negocio de los hoteles?
-No realmente. Desde pequeño me gustó la gastronomía así que estoy bien en donde estoy - respondí no con muchas ganas.
Mi atención, queriendo o no, se iba a la asistente de mi tía.
Ella no es realmente mi tía, pero la conocí desde que era un niño. Se ganó ese título, es de las pocas personas que no me juzga, aunque siempre está tratando de ser cupido.
A lo lejos vi a mi amigo llegar, así que me disculpé y me acerqué a él.
-A mala hora llegas Lorenzo, no sabes cuanta gente me ha hablado - estreché su mano fuerte y nos dimos un abrazo igual de fuerte.
-Yo como iba a saber que ibas a venir si no avisas. Estúpido - el giró sus ojos - ¿Y cuantas posibles novias te han propuesto?
-Dos, pero creo que es sólo el comienzo - me toque el pelo con frustración
-A ti sólo te molesta eso, yo feliz de tenerlas bajo mi en mi cama - miraba todo el salón buscando alguna víctima.
-Eres un idiota sin remedio, sólo no las ilusiones - lo mire severo.
-Si, si. Wow quien es ese bombón y porque no está gritando mi nombre - una ira me llenó.
Estaba mirando a Blanca como un depredador.
-Ella no - dije sin pensarlo, arrepintiéndome al instante.
-Vaya, vaya. Mi querido amigo ha madurado. ¿Te gusta?
-Claro que no, es insoportable.
-Así que la amas.
-Eso no tienes sentido - lo miré
-Claro que sí, y lo sabes. Es preciosa, mírala, sólo ve a hablarle. Yo no haré ningún movimiento, a mi me gustan todas, pero a ti no - me hablo serio.
-No haré nada.
-Aja, así que si te gusta.
-Okey, Okey, es linda, pero nada más. No haré ningún movimiento. Lo único que ha hecho es juzgarme desde que me conoció, así que no.
-¿De dónde la conoces? - la miró con curiosidad
-Es la asistente de Roxana.
-Terminarán juntos - una risa salió desde su garganta.
-¿Cuál es el sentido de eso?
Enloqueció.
-La verás a diario y sin contar que es probable que la haya elegido como su asistente con otras intenciones.
-Aunque quiera negarlo, es lo más probable.
-Bueno, si no la quieres siempre puedo...
-No lo digas - lo miré molesto.
De su garganta brotó una risa escandalosa llamando la atención de todos los que estaban medianamente cerca.
-Ves como si te gusta, te pones alerta enseguida - se limpiaba una lágrima traicionera mientras continuaba riendo.
- No entiendo como somos amigos, somos tan diferentes.
-El dinero amigo, nos une el dinero querido amigo.
Había conocido a Lorenzo mientras elegía un nuevo auto. Él quería el mismo, así que apostamos a quien conocía mejor el auto. Con un claro ganador, yo.
Enseguida nos hicimos amigos.
-Ven, quiero saludar a Roxana. No te acobardes.
Ambos nos dirigimos hacia ambas mujeres y a mi me seguía impactando lo radiante que se veía. Estaba hecha para este ambiente, su postura era erguida y delicada, aún no entendía como alguien que se veía como un ángel podía ser tan grosera.
¿Acaso no temía que la despidieran?
Ella es la que está loca.
-Buenas noches señoritas - dijo mi amigo.
-Hola Lorenzo, ¿Cómo estás?
-Estupendo, como siempre. ¿Quién es esta señorita? - lo mataré.
-Ella es Blanca Martínez, mi nueva asistente - ella sonrió.
-Mucho gusto Blanca.
-Mucho gusto joven Lorenzo.
¿Es una broma?
¿Al si le dice joven?
Esta niña me saca de las casillas.
-¿Así qué a él si le dices joven y a mi señor? ¿Es un chiste? - respondí molesto.
-Claro. ¿Alguna queja señor? - apreté mis puños.
-Eres... -No sabía cómo desquitarme sin faltarle el respeto. Me habían enseñado a ser un caballero y jamás lastimar a una mujer - Tomaré un lápiz tuyo por cada señor que digas.
-Qué infantil eres - ella sonrió con mofa.
-¿Alguna queja pequeña? - dije imitándola.
Ahora ella se veía molesta.
-Te dije que no me dijeras así.
-Y yo te dije que no me dijeras señor.
-Qué gracioso son - dijo Lorenzo con una sonrisa en su rostro. Espero que no diga nada estúpido - parecen un matrimonio viejo.