Alessandro Bianco.
Había pasado todo el fin de semana trabajando, se acercaba fin de mes y sería una locura. Como todos los fin de mes.
Había decidido no tener asistente y en estas fechas me pasaba factura. Pero era mejor que tener a mujeres desfilando por el puesto, no me sentía cómodo.
Mi teléfono sonó y podía anticipar quién era.
-Hola brujo - dijo aquella voz dulce.
-Hola brujita - salude a mi hermana.
-¿Cuándo piensas venir? - cuestionó.
-Fui hace unas semanas, que tu no estuvieras no es mi culpa hermanita.
Chasqueo la lengua - ¿vendrás para el aniversario de nuestros padres?
Sigo sin entender porque la celebran con nosotros.
Mis padres cada año hacían una enorme celebración para festejar su unión, era una locura como tiraban la casa por la ventana.
-Supongo - pongo el teléfono en altavoz.
-Hazlo. Y trae a una linda chica.
-¿Tú también con eso?
-Hermano 29 años soltero es preocupante - dijo con gracia - sólo quiero que seas feliz.
-Y lo soy. No necesito a nadie más.
Todo el mundo comentaba mi vida amorosa y es que jamás había tenido una novia, jamás una mujer en mi vida. Tenía que ser especial, soñaba con encontrar al amor de mi vida y vivir un romance de ensueño. No voy a sacrificar mi sueño por los demás.
-Buenas noches brujita - me despedí después de escucharla hablar de Eduardo su novio mexicano por horas.
-Buenas noches brujo.
Empecé el día de la peor manera.
Hoy desperté con un horrible dolor de cabeza, producto de no dormir bien; había pasado desvelado toda la noche pensando en su cuello, en su labios. Me odiaba, odiaba sentirme así. Sólo quiero sentirlo con la indicada y ella no lo es. No después de como me ha tratado. ¿Pretencioso? ¿Cree que no la oí? que me guste la comida de mi hogar no me hace pretencioso.
Así que cuando a mi mente vienen esos ojos negros profundos como el infierno, no puedo no sentir más que rabia.
-Buenos días joven Alessandro - dijo la recepcionista con coquetería.
Yo sólo la saludé con respeto sin mirarla. Era mi método de defensa, había tenido muy malas experiencias con mujeres.
Unas venían con claras intenciones: invitándome a algún bar o directamente a hoteles. Otras querían trabajar conmigo, pero venían con la falda más corta del mercado y escotes pronunciados. Eso me hace sentir incómodo. Quiero respetarlas, pero soy hombre, así que simplemente las evito.
Al llegar al piso veo que Blanca ya está en su puesto revisando la agenda. Vestía un hermoso vestido gris ajustado, los zapatos del sábado y su cabello tomado en una coleta. Se veía radiante.
Ella al escuchar mis pasos levantó su rostro y me escaneo desde los pies hasta la cabeza.
-Buenos días señor - dijo para luego maldecir en voz baja.
Yo simplemente la ignoré, no tenía cabeza para discutir con ella.
-Señor, espere - otra maldición en voz baja - Perdón...
-Alto - la interrumpí - Hoy no tengo cabeza para ti, así que dedícate a trabajar que para eso te pagan.
Vi sus manos poniéndose en puño.
-Sí señor - marcó cada letra.
No me importaba. No hoy.
Mi teléfono sonó.
-Hola padre - atendí.
-Hola cachorro, ¿Cómo está el heredero al trono? - entorné los ojos.
-Papá te he dicho que no me digas así.
-¿Cachorro? - preguntó con su voz grave.
-No, heredero al trono - terminé de entrar a mi despacho dejando a Blanca sola en el pasillo.
-Está bien. Ahora dime, ¿Pasa algo? - él sí que me conocía.
-Dolor de cabeza nada más.
-¿Y qué te tiene sin pegar un ojo?- insisto, él me conoce bien.
-No quiero hablar de eso papá, mejor dime para qué soy bueno - evité el tema.
-Está bien - me lo podría imaginar sentado en su oficina mientras suelta ese suspiro exagerado - Necesito que vengas a Italia una semana antes de nuestra fiesta. Él consejo te quiere aquí manejando algunas cosas para ver si eres el indicado para el puesto para cuando yo me retire para vivir la vida loca - se rio de su propio chiste, yo no le veía la gracia.
-¿Una semana? No puede quedar la empresa sola tanto tiempo papá - le recordé.
-¿Y Roxana para qué está? - preguntó.
- ¿No la vas a invitar a tu fiesta?
- Si, pero no tendrá porqué venir una semana antes, con suerte estará tres días acá, es igual de maniática del trabajo como tu.
Suspiré. No es como si tuviera otra opción.
-Iré, pero no iré con nadie, háganse la idea.
-¿Ni tu asistente?
-No tengo - le recordé.
-¿Aún no? Debes tener una, hijo, no puedes con todo. No eres un superhéroe.
Volví a suspirar. Todos quieren manejar mi vida.
Un día de estos voy a tomar mis cosas y voy a desaparecer.
-Bueno, aún tienes tiempo, falta un mes para eso, yo sólo te quería poner sobre aviso.
Luego de colgar la llamada me dispuse a trabajar, necesitaba firmar unos documentos cuando lo vi.
Su lápiz.
En un impulso lo tomé, era como si inconsciente quisiera algo suyo.
Estaba mal, muy mal. Ella no tiene porque hacerme sentir así.
Blanca Martínez.
Lo arruine, la idea era mejorar nuestra relación, no empeorarla.
Pero algo estaba mal con él, estaba irritado, se le notaba a kilómetros. Tal vez mí disculpa le alegre el día.
Ay Blanca, no eres tan importante.
Pero debo intentarlo, no debo llevar la guerra a mi lugar de trabajo, menos con el jefe.
Toqué dos veces la puerta de su oficina.
-Adelante - respondió con la voz apagada.
Al entrar lo vi sumido en los papeles sin percatarse de quien podría ser.
-Quisiera disculparme - comencé a hablar - nunca debí decirle señor si usted me pidió no decirlo.
-¿Eso es todo? - obviamente.
-Si, ¿por? - respondí curiosa.
-Ya sabes, por decirme pretencioso, loco, viejo, etc., etc.