Alessandro Bianco
Hoy no vino y eso me ha mantenido absurdamente inactivo, mi trabajo se ha ralentizado, porque no puedo dejar de pensar en su razón para faltar. Desde que comenzó a trabajar aquí no ha faltado un simple día.
¿Le habrá pasado algo grave? Tendría que asegurarme, no podía dejar que me comiera la cabeza.
Salí de la oficina decidido a saber qué pasaba. Toqué dos veces la puerta frente a la mía.
Cuando ya estaba adentro, sus palabras fueron una cachetada, ¿Tan obvio soy?
-Te demoraste en venir a preguntar Alessandro - ella río, convencida de sus palabras.
-No sé de qué hablas. Vine para saber de ti - estaba a la defensiva.
-Nunca lo haces y resulta que lo haces justo cuando mi asistente faltó.
-Da igual - dije mirando a la planta falsa de su oficina.
Luego de un silencio ella suspiró.
-Ella se enfermó, nada grave, pero tiene licencia. Volverá en dos días - me miró seria - te pasaré su número, anota.
-¡No, por qué! - exclamé al borde del colapso - No, no.
-Cállate y anota.
Sentía una adrenalina correr por mi cuerpo, tenía miedo, no sabía de que sería capaz mi yo del futuro al tener su número.
¿Por qué hace esto?
Yo se que todos intentan que salga en citas, pero siempre se habían enfocado en que fuera de nuestro círculo. ¿Se les habían acabado las opciones?
No tengo problema en salir con alguien de otros estratos socioeconómicos, ¿Pero y mis padres?
Y seamos sinceros, la posibilidades de que estén por interés conmigo es grande, eso me rompería el corazón.
-Listo, no ves, no ha sido tan malo.
Aún no sabía cómo agregarla.
¿Por su nombre? ¿Su apellido? ¿Gruñona? O simplemente pequeña.
Me quedo con "pequeña gruñona".
Luego de eso continúe con mi trabajo con un peso nuevo. Mi teléfono me llamaba, me gritaba algo que no estaba dispuesto a oír.
Sin previo aviso la puerta se abrió dejándome ver a quién interrumpió mi debate interno.
-Hola, hola. Llegó por quien llorabas - gritó Lorenzo.
-Se toca antes de pasar, idiota.
-¿Y qué iba a encontrar? A ti trabajando aburrido. No es como si fuera a encontrarte con una mujer de rodilla.
-Claro que no, pero podría estar reunido con alguien y tu llegas gritando como pedro por su casa.
-Perdón. Ahora dime como estas y por qué mirabas tu celular tan concentrado.
-No te importa - dije tajante.
-Vamos, dile a tu querido amigo.
-No.
-Insistiré hasta el cansancio y lo sabes.
Dios, lo sabía. No me dejaría en paz.
También sabía que me obligaría a llamarla si se enteraba qué tenía su contacto y para que me negaba, quería hacerlo, tal vez necesitaba ese empujón.
-Tengo el número de Blanca - dije rápido esperando su expresión, pero él siempre me sorprende.
-¿Quién?
Dios, dame paciencia.
-Blanca Martínez, la asistencia de Roxana - su rostro se contorneaba demostrando que no tenía idea de quien hablaba - fiesta semestral de La Cut, vestido negro, cabello oscuro, hermosos ojos salvajes.
-Ahora que dices salvaje me acuerdo, ¿La qué te trata mal cierto? Aquella hermosa mujer.
La rabia, los celos.
Odio ese sentimiento.
-Y ¿Ya la llamaste?
-Aún no
-¿Y qué esperas? Una invitación ¿Desde cuando lo tienes?
-Desde hace unas dos horas.
Hizo un sonido expresando su descontento mientras giraba su cabeza en una negativa.
-Yo ya había llamado para salir.
-Yo no soy tú.
-Vamos llámala, no pierdes nada - insistió - Sino lo haces quedarás con la duda de que pudo haber pasado. Quien sabe, tal vez limpien las asperezas.
-Bien.
Volví a tomar mi celular y con un escalofrío por todo mi cuerpo decidí seguir el consejo. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Qué colgara?
Vamos Bianco, eres valiente.
Al cuarto tono contestó y su voz me desarmó.
-¿Aló? - respondió con una dulce voz.