Blanca Martínez.
-¿Alo? - dije luego de contestar la llamada de un número desconocido.
Estaba en mi cama acostada descansando, había despertado ayer sintiéndome pésimo, un resfriado intenso que me permitió tener licencia por 3 días contando desde el lunes.
-¿Alo? - volví a decir. Nadie contestaba, había un silencio sepulcral, luego un suspiro lejano. Como si hubiera otra persona en la habitación.
Luego de eso colgaron dejándome extrañada. ¿Qué había sido eso?
-Raro.
Me levanté de mi cama para dirigirme al baño, necesitaba una ducha. Siempre que me enfermaba me bañaba constantemente. Una manía un poco extraña.
Me recosté en la tina suspirando relajada.
Mi madre me había dicho que Alex se vendría la semana que viene para hacer diferentes trámites. No sé qué esperar de él, siempre que estoy con Alex me siento cómoda, es un amor de persona. Más de una vez me cuestioné por qué no estar con él, pero jamás sentí algo más que una amistad.
Me preguntaba si cambiaría. Mi familia, especialmente mi mamá, insistían en unirnos, en su mente ya estábamos casados.
Después de que se fueran habíamos perdido contacto, yo había eliminado mis redes sociales y él estaba enfocado en sus estudios, así que no sabía nada de él.
Salí de la tina relajada físicamente, pero mentalmente me sentía agotada. Desde qué había comenzado a trabajar estaba ansiosa, nuestras peleas me agotaban.
Estaba pensando seriamente en pedir perdón, pero algo en mí me lo impedía, no quería ceder.
Nuevamente sonó el teléfono.
El mismo número.
Cuando me acerqué al teléfono ya había dejado de sonar para volver a sonar inmediatamente.
Ahora sí contesté.
A lo lejos podía escuchar cómo discutían en voz baja.
-No, cuelga, cuelga - su voz me sonaba conocida.
-No seas cobarde y háblale.
-Cállate y dame mi teléfono - su voz sonaba molesta e insisto, me parecía conocida.
-Sólo di hola e invítala a salir.
Me aburrí, no estaba para sus juegos.
Colgué.
-Volvió a sonar.
-¿Quién es? - dije al borde de la histeria.
Silencio, volvieron a colgar.
Malditos.
~~~
Camino a la oficina vistiendo un vestido, esta era la segunda vez que lo hacía, normalmente iba con pantalones y blusas.
Esta vez tenía un vestido blanco con un pequeño cinturón café, mismo color que los zapatos, que tenían un taco de 15 cm.
Tenía ganas de llamar la atención.
Desde mi punto de vista, me veía deslumbrante.
-Vaya, vaya. Blanca te ves espectacular - dijo Karina.
-De vez en cuando tengo que ser una diva.
Una tos nos interrumpió y claro, debía ser él.
-Ey diva, ponte a trabajar.
Alessandro Bianco.
Que mal estaba pagando para qué me pasara esto.
Ese vestido.
Había pasado los últimos tres días pensándola, pero descansando de su insistente maltrato.
Lorenzo me había convencido de llamar a Blanca, pero al escuchar su voz me paralice, su voz me dejó en blanco y lo único que pude hacer fue colgarle.
Esperaba que mi indiferencia gritara "no fui yo quien te llamó".
Pero ella llegó en ese espléndido vestido que se amoldaba a su cuerpo haciendo que mi mente pensara cosas impuras y vuelvo y repito, lo odio.
No debía, estaba prohibido, en mi mente no había cabida para esos pensamientos.
-Ey diva, ponte a trabajar - dije mirándole el rostro, esforzándome.
-Sí señor - dijo molesta.
Así que será, ella me dirá señor cada vez que se enoje. Interesante.
-¿Llegó Roxana? - pregunté mirando a ambas esperando de cualquiera la respuesta.
-No, aún no - dijo Blanca.
-¿Puedo pedirte un favor?
Ella me miró con los ojos bien abiertos.
-Claro.
-Podrías ir a la oficina de Don Luis y pedirle que me entregue los papeles de las facturas de la compra del tomate. Se supone que era para ayer.
Estaba molesto, odiaba la mediocridad y un retraso lo es.
-No hay problema. ¿Dónde está?
-En el piso de abajo, sale en la puerta su nombre.
-Joven, ¿No ha pensado en conseguir una asistente? - preguntó mirándome con esos bellos ojos.
-No - dije tajante.
Ya había tenido una en el pasado y salió mal, no lo repetiría.
Esta vez es un simple favor.
-Entonces quiero algo a cambio - ¿Qué? - sí haré un favor no será gratis.
-¿Y qué quieres?
-Qué me devuelva mis lápices.
-No, otra cosa.
Ella iba a responder cuando la secretaría le habló al oído.
-Si no me los va a devolver y probablemente me siga robando, cómpreme más - dijo después de que la mujer crespa se alejara de ella.
-Está bien. Luego vamos.
Me congele en mi lugar, ¿Por qué había dicho eso?
Pero ya no podía retractarme si no quedaría como cobarde.
-¿Ir? ¿Con usted?
-¿Quieres que elija yo? ¿Qué hago después cuando te quejes?
¿Eso se podría considerar una cita?
Ay, qué estoy pensando, esa mujer me tiene mal.
-Está bien, pero tengo trabajo que hacer.
Me nublas el juicio.
-Verdad. Ve con Don Luis.
-En seguida - dijo antes de dirigirse al ascensor.
Mi vista la siguió hasta que se perdió.
-Le gusta, ¿cierto? - dijo aquella secretaria - no se preocupe, su secreto está a salvo conmigo.
Por segunda vez consecutiva me quedé congelado. Ella sólo reía silenciosa mientras tomaba asiento.