Blanca Martínez
No pensé que estaría tan nerviosa, pero él me pone de los nervios, sus insinuaciones, sus acercamientos. Espero que hoy no venga a la empresa. No deseo tener conflictos con Alessandro y él se pone agresivo cada vez que Agustín se acerca a mi.
Me siento en mi puesto y un suspiro largo alerta a Karina.
-¿Estás bien? Pareces agobiada - acierta.
-Lo estoy - comienzo a sacar mi agenda y Tablet.
-¿Por tu padre? - sus ojos me miran cuidadosa.
-No, él está bien - sonrio para relajarla.
Pero no alcanzo a explicarme cuando Alessandro camina en un silencio tortuoso a su oficina, sin mirarnos, sin mirarme, con su mirada en el suelo.
Roxana viene detrás de él, casi corriendo.
¿Qué está pasando?
-Alessandro querido, detente - él no la espera.
-¡Detente! - grita mi jefa.
Él se da vuelta y sus ojos están acuosos y mi pecho se aprieta.
-Tía - dice en un susurro como un soplo.
Está destruido. Se nota.
-Mi niño - dice llegando a él - Lorenzo me contó.
¿Qué ha pasado?
Me acerco a él sin poder evitarlo.
Él me mira y se aleja como si tuviera lepra y en sus ojos hay pánico.
Eso dolió...y no debería.
-Perdónanos Blanca - dice tocando mi hombro y el de él - Podrías hacerte cargo unos minutos.
-No hay problema - respondo con mi vista puesta en él.
Ellos entran a la oficina de Bianco.
-¿Qué acaba de pasar? - dice Karina a mi espalda.
-No se, pero debe ser algo grave - me quedo congelada en el lugar.
El día pasa lento. Roxana dejó la oficina de Bianco después de una hora y ocupó su lugar su amigo. Como si no quisieran que estuviera sólo.
No voy a negar que he estado atenta todo el día, como expectante y es que me ha dejado aturdida, ¿Por qué se alejó de esa manera? Su odio está siendo muy evidente y eso me está agotando.
No debería estar aquí en primer lugar, debería estar ejerciendo mi profesión, aunque la paga es buena, no es lo que deseo. Pero encontrar trabajo es difícil.
-Blanca, puedes venir un momento - me dice Lorenzo al salir de la oficina.
-Dime - respondo cuando llego a él.
-¿Podrías no pelear con él está semana? Él -hace un silencio - él no está bien.
-¿Pasó algo? - aprovecho para averiguar algo.
-No pasó nada, no exactamente, pero aún está un poco en shock y creo que aún tiene algo de alcohol en el sistema - dice lo último bajo, pero pude oírlo.
-No te preocupes, me mantendré al margen, sé que él me odia.
Él rubio suspira y niega con la cabeza.
-Él - otro silencio - olvídalo. Debo ir por un café - pasa su mano por su rostro - ¿Podrías quedarte con él?
¿No se supone que me mantenga al margen?
-Prefiero ir yo por el café.
-No hace falta ni una ni la otra, estoy bien - dice Alessandro saliendo de oficina con un vaso con Whisky.
-¿Qué haces bebiendo? - pregunta su amigo.
-¿Tienes otra idea? - eleva una ceja desafiante.
-Amigo, piensa positivo.
-Eso intento - me mira suplicante.
¿Por qué?
Decido ser un adulto responsable y meterme donde no me llaman y le quito el vaso con alcohol y entro a su oficina.
-Ey, alto ahí - me siguen ambos hombres - dame mi vaso.
-Sé que no es asunto mío señor - dejo el vaso en la vitrina - pero está en horario de trabajo.
-Otra vez con el señor - dice revolviéndose el cabello.
-Perdón, mil disculpas. No eres un señor, no estás actuando como uno - aclaro.
-Cállate - Alessandro se sienta en el sillón.
Lorenzo sólo mira.
-No me calles - creo que no puedo evitar discutir con él.
Me rasco la cabeza mientras veo a quien es el jefe de este edificio sucumbiendo ante el alcohol.
-Tu que sabes mujer - dice al borde del llanto y yo me siento un poco culpable.
Tal vez falleció un familiar y yo aquí siendo insensible.
-Malditas mujer - dice de pronto, su amigo toma asiento junto con él y le acaricia la espalda - ¿Por qué? - pregunta antes de ponerse a llorar.
-Alessandro no pasó y no dejaré que vuelva a ocurrir. Cuando salgamos estaré contigo en todo momento, te lo prometo.
-No volveré a ir a ningún bar amigo, aprendí la lección.
¿Bar? Me está dando mala espina.
El teléfono comenzó a sonar y ambos hombres suspiraron.
-Yo contesto - dije sin esperar la autorización.
Era el teléfono administrativo.
-Buenas tardes, habla con Blanca Martínez, se está comunicando con la oficina de presidencia.
-Oh - dijo una voz masculina al otro lado - Por fin tiene asistente mi hijo ¿O eres la chica de la otra vez?
-¿Con quien tengo el gusto de hablar?
- Tomasso Bianco, él padre de Alessandro - dice con un deje de diversión.
Los hombres estaban atentos.
-Me alegro que ya tenga una asistente, llevo mucho tiempo pidiendo que lo haga, no puede sólo, se puede enfermar, no necesita que sea una mujer, pero si lo es mejor, así por fin consigue una novia, él necesita tener descendencia, es mi único hombre varón - intenté detener su parloteo sin éxito - Bien, nos vemos la siguiente semana en Italia, pensé que tendría que desenredarlo, pero veo que se puso las pilas. Dile que traiga uno de esos buenos vinos de Chile - colgó.
-¿Quién era? - pregunta Bianco.
-Su padre - él se coloca de pie - Dice que nos verá a ambos en Italia la semana que viene.
-¡¿Pero qué hiciste?! - grita - ¡Ah! Él cree que puede manejar mi vida a su antojo. ¿Qué más dijo?
Yo guardo silencio, no quiero irritarlo más.
-¡Dime! - me encojo en mi lugar, nunca lo había visto así.
-Cálmate, la estás asustando.
-¡No me importa, dime!
-Deje de gritarme - digo con una calma ardiente.
-No me cabrees mujer - se acerca a mí - Porque no aclaraste que no eras mi asistente. No me interesa tener una, no me interesa tener una novia, porque todos insisten.
Lorenzo lo miraba con pena.