Bianco

Capítulo 32: Un plan y una junta

Blanca Martínez

Al entrar a la mansión veo a Alessandro sentado en uno de los sillones con el teléfono en su oreja cuando se levanta y se dirige hacía su hermana.

-¿Para qué tienes teléfono si no contesta? - dice una vez ya cerca.

Se ve elegante.

-¿Me habías llamado? Perdón, no lo escuché - ella coloca una sonrisa dulce que busca hacer que su hermano olvide todas las llamadas que hizo.

-Diez, diez veces te he llamado - cruza sus brazos "molesto" - ¿Les fue bien? - dice cambiando de tema.

-Excelente. Te traje algo.

-¿En qué momento? - digo - No me di cuenta.

-Soy veloz.

-Cuando se trata de ropa, obvio - dice su hermano - ¿Y bien? ¿Qué es?

-Qué no se note la emoción - se burla Ceci - después te lo doy.

Tanto misterio.

Aún trato de recordar en qué momento ella compró algo para él, jamás estuvimos en la sección de hombre, al menos yo no lo hice. Lo único que hice fue seguirla mientras conversábamos. Incluso durante el museo, aún cuando debíamos prestar atención. Tuvimos que susurrar.

-¿Y para qué me llamaste? - pregunta su hermana cuando él se está yendo.

-Pensaba pasarlas a buscar - se encoge de hombros.

-Oh, claro, hubiera estado bien eso - Ceci tiene una sonrisa pícara en su cara.

Luego de conversar con ambos hermanos, o más bien escucharlos, Cecilia se retiró a su departamento y junto a Alessandro caminamos a nuestros dormitorios en un tortuoso silencio.

-¿Algún día me dejará hablar con usted de lo ocurrido? - me aventuro.

-Ya olvídalo Blanca - dice mi nombre harto - si yo lo hice se que podrás. De todos modos no es como qué realmente te importara.

Sus palabras son cómo dagas. Golpeando mis entrañas. Él entra a su habitación y yo quedo congelada fuera de la mía, procesando cómo su dolor se ha convertido en mi dolor.

Tengo que arreglarlo.

Aunque el diga que lo ha olvidado, es evidente que no es así, sus ojos están apagados y no se si es por culpa de aquella mujer del bar, por mi o por ambas. O tal vez es una acumulación de cosas.

Debo idear un plan, debo hacerlo.

Plan para disculparme de manera eficiente con Alessandro:

1.Trabajar con responsabilidad.

2.Pedirle una audiencia.

3.Pedirle perdón de corazón.

4.Comprarle un obsequio.

5.Seguir disculpándome.

Alessandro Bianco

-¡Salud, por estar de nuevo todos juntos! - grita Alonzo con un vaso de cerveza en la mano - los cinco mosqueteros.

-Son tres Alonzo, tres - dice Gino levantando tres dedos - Es cultura general, por Dios.

-Eso no es lo importante ¡Hagamos un salud! Ale, te toca - me mira.

-¡Brindo por este viaje, brindo por mis amigos, brindo por este buen vino que me dejará dormido! - grito como si fuera una paya levantando el vaso.

-¡Salud! - gritan todos.

-No sabía que hacías poemas - dice Dante.

-Se llaman payas - les cuento - es una tradición chilena, es divertido. Hay algunas muy ordinarias - me río.

-No rías nada. Porque no mejor nos explicas porque parece que Chile te destruyó - pregunta Niccolò - no creas que no me doy cuenta de tus ojos sin vida.

Suspiro.

-No quiero hablar de eso, me agota.

-Pero somos tus amigos, te podemos aconsejar - dice Dante.

-Vamos, confía en nosotros - súplica Alonzo.

Miro mi vaso y pienso cómo voy a explicar todo lo he pasado últimamente, Blanca ha venido a alterar mi vida como un tornado, dispuesta a arrasar todo. Su belleza me ahoga y su actitud me exaspera. Ahora no niego mis sentimientos, pero haberlo hecho por mucho tiempo creo que me desgastó más de la cuenta.

-Hay una chica - digo - es la asistente de mi tía, de Roxana.

Ellos escuchan con atención, no parece que fueran a interrumpirme, así que decido desahogarme.

- La conocí de la peor manera y eso decidió nuestro futuro. No es secreto para nadie que odio los honoríficos, que me traten por mi dinero, que me traten de endulzar mis odios, que asuman cosas de mi que no son verdad. Y ella, Blanca sólo ha visto mi dinero, pero no como Alesa o Isabella. Ella no es interesada, ella me odia, odia todo lo que significa ser "hijo de papitos" eso es más que evidente.

-Así que ella te trata mal y aún así te gusta - dice Gino interrumpiendo mi parloteo.

-Si lo dices así suena muy masoquista. La verdad, lo negué por mucho tiempo, pero no pude evitarlo. Es hermosa, sus ojos oscuros de fiera, su actitud me fascina, es tan firme, no deja que nadie la doblegue.

-Caíste amigo - se ríe Niccolò - ¿Y qué más pasó?

-Bueno, nuestras peleas eran tontas, hasta que ocurrió algo que me destruyó y ella no fue muy amable la verdad.

-¿Qué pasó? - dice Gino y nunca lo vi tan interesado en algo.

-Un día fue a un bar con un amigo y me dejó unos momentos para hacer cosas indecentes con una chica y mientras seguía tomando apareció otra mujer, yo ya estaba muy tomado - hago un silencio, aún me da malestar pensar en que pudo haber pasado - ella comenzó a arrastrarme a una habitación.

-¡¿Qué?! - grita Alonzo.

-¿Qué tipo de bar es ese? - dice Dante asqueado.

-¿Y cómo saliste de eso? - dice Niccolò - ¿Por qué lograste salir de eso verdad?

-Sí, la habitación que abrió coincidió que era donde estaba Lorenzo, mi amigo y él me protegió.

-Ahora me cae un poco mejor - dice Dante. Aún recuerdo que no le pareció agradable cuando le conté de él - pero jamás debió dejarte solo.

-Sí, bueno, estaba acostumbrado, sólo que esa vez tomé más de cuenta.

-¿Y eso por qué? Tú no sueles tomar mucho.

-Las peleas, las peleas con Blanca me han hecho tomar de más.

-Bueno, ya no me agrada tanto - dice Gino.

-¿Y qué más? Debe haber algo más - afirma Niccolò.

-Al otro día fui igual a la empresa, pero no estaba bien, Roxana y Lorenzo se turnaban para estar conmigo, pero ... tuve una pelea con Blanca y dijo cosas desagradables.



#591 en Otros

En el texto hay: romance, italianos, asistentes

Editado: 03.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.