El viento soplaba con un aire de complicidad, helado. La noche oscura brillaba con la única lámpara disponible: la luz de la luna, testigo del suceso que ocurrió en esa misma noche, donde una vela -una entre muchas que están en este planeta llamado tierra- fue apagada antes de tiempo.
El aire, denso y pesado, se dirigía a una dirección en particular, como un hilo fino guiado por el destino, dónde esa vela dejo de arder. El viento pasa discreto, cargado con una mezcla de gravedad y dolor. Se detuvo en una ventana y pasa con una sutileza espeluznante, traspasando con delicadeza en la oscura y cerrada de una biblioteca, entre los grandes estantes llenos de libros -variados, hechos para el aprendizaje, para la historia, el amor o el conocimiento- pero esa noche, aquel edificio fue usado para algo diferente. Para algo que solo ocurre cuando una mente quebrada adquiere una lógica retorcida.
Al fondo, una mesa de color café brillante en los bordes, mientras, que su parte superior era cubierto por la capa de pintura azul marino claro donde había ligeras manchas de sangre salpicadas como una pintura abstracta sobre ese azul marino, que por la oscuridad nocturna, daba impresión de una tinta negra. Diagonalmente, una silla acomodada y…una persona sentada:
Una mujer
El aire recorría el delicado cuerpo ahora color yeso hasta llegar a la frente, donde su cabello caía por sus hombros sin energía y sin brillo. El viento recorre un hueco en su frente, del cual salían algunas gotas de sangre, un disparo. El asiento en su parte trasera estaba empañada de la sangre. Sus ojos, apagados, que inútilmente luchaban por gritar el nombre de su asesino, pero ya no podía…jamás podría hacerlo.
Un asesinato en la común y corriente biblioteca Gloria Fuertes ubicada en Parla. En esa biblioteca, ahora marcada por la sangre y el homicidio que se mezclaba con el aire tranquilo de antaño.
Una figura salía por la ventana, salta con elegancia para apoyarse en la reja y progresivamente aterrizar sobre el frío piso de cemento del patio de tal forma que era imposible de escuchar. Más que la luna que oía y veía la cara de ese sujeto. Quería gritarlo, pero la fuerza natural de la vida se lo impidió…debía gritarlo otro.
La sombra negra avanza detrás de su dueño nacida de la luz lunar. Con la arma culpable de este incidente, avanza a un cesto de basura… con un gesto refinado y frio, levanta su mano cubierta por un guante negro de látex, y con una tranquilidad aterradora, pero con cierto tinte de pesadez. Arroja el arma en el cesto donde resuena la bolsa de basura con la caída del metal frío de la pistola. Y con la impotencia de la luna como acompañante además de su retorcida silueta oscura, desaparece en la espesura de la noche.
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Editado: 09.06.2025