Bienvenido a la familia

Eduardo

Mientras tanto, en la otra estancia, una niña jugaba con el gato y el perrito. dos adultos conversaban, observándola. “Bueno, Eduardo, ¿me vas a decir por qué quieres asistencia médica en realidad?” pregunté. Él respondió, “No, doctora. Yo solo soy muy malo ligando y la verdad me gusta su hermana. Lo de Lucero fue una oportunidad escrita en el cielo para poder acercarme porque ella no mira para el lado y yo llevo meses viéndola pasar. ¿Entiende? Yo no sé cómo acercarme.”

Lucrecia río, “¡Ah! Ustedes son tal para cual.” Continuó, “Ella tampoco sabe cómo relacionarse con el sexo opuesto. Por eso es doctora C de cobarde, siempre nos pone como cebo para quitarse los babosos de encima. Que no es el caso, no te ofendas, no eres baboso, pero eres muy lindo y ella cree que no está a tu altura.”

Eduardo pareció sorprendido, “¿Qué? ¿Acaso es ciega?” Lucrecia explicó, “No, la ha pasado mal por ser diferente a nosotras y, aunque no ha cambiado su carácter ni nuestra relación, la ha hecho insegura en ese aspecto. Los hombres no siempre ven lo hermosa, dulce, compasiva que es, solo que no tiene el exterior perfecto que buscan, como si eso fuera importante. Mi hermana es de oro, Eduardo. Si lo que buscas es una aventura pasajera, déjala en paz.”

Eduardo miró al suelo, “No, si para aventuras estoy yo.” Lucrecia pareció confundida, “¿Qué quieres decir? No entiendo.” Eduardo explicó, “Pero si es simple. Mira, soy viudo, padre soltero. ¿En qué tiempo crees que puedo tener yo aventuras? Me casé con mi primera novia y única. Quedó embarazada al año de estar casados. Fue un embarazo difícil y mortal para ella. Yo no soy hombre de andar saltando. Cuando me gusta una mujer, es esa y ya. Pero discúlpeme, doctora, Lucinda es difícil.”

Lucrecia se sorprendió, “Alto ahí, ¿cómo sabes el nombre de mi hermana?” Eduardo respondió, “Fácil, lo dice el título y es precioso.” Lucrecia advirtió, “Ni se te ocurra decir eso delante de ella, te odiará para siempre. No soporta el nombre, mucho menos que digan que es precioso con esa forma tuya, como si lo adoraras. Si quieres algo con mi hermana, no se te ocurra decir eso a ella. Al menos a mi mamá sí, te la ganas con boda pactada.”

Eduardo pareció emocionado, “¿De verdad? ¿Entonces cuándo conozco a mi suegra?” En ese momento, entré en la habitación y al escuchar esa expresión, sentí que el corazón se me caía a pedazos. “Ah, bueno, ya veo que ya han hablado y eso… Mire, Eduardo, le explicaré mañana cuando les lleve a Lucero lo que deben hacer y le recomendaré otro médico veterinario para que lo atienda en mi ausencia. Voy a estar fuera varios días, así que me será imposible ir por su casa.”

Lucrecia pareció sorprendida, “¿De qué hablas, Lucy? ¿A dónde vas? No habías dicho nada. ¿Mamá y papá lo saben? ¿Y la clínica? ¿Qué va a pasar con los animales?” Le expliqué, “Lucrecia, voy a estar tres días en la ciudad en un encuentro con mi grupo de graduación. No pensaba ir por Lucero, pero ya está listo para regresar a casa, así que nada me retiene y necesito alejarme… digo, descansar un poco. ¿No crees?”



#3172 en Otros
#655 en Humor
#862 en Relatos cortos

En el texto hay: animales, amor, veterinaria joven

Editado: 23.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.