Bienvenido a la familia

Mal entendido?

Ninguno se atreve a decir nada hasta que Lucy suspira y dice: “Pudiste invitar a mi hermana a la merienda, digo, como te gusta y eso.”

“Jaja, ¿pero de dónde sacas eso, Lucinda? Uhhh, perdón, ya sé que no te gusta que te digan así.”

“No, si dicho por ti hasta lindo suena.”

“¿De verdad? No te molesta. Es que a mí me gusta mucho. Es un nombre con clase.”

“Uhh, para el carro. Que, si mi mamá te escucha, nos casa hasta que la muerte nos separe.”

“¿Dónde está?”

“¿Quién?”

“Mi suegra. Mira, se lo repito una y mil veces. Si me va a casar contigo, ya se lo decía a tu hermana. Eso sería un sueño hecho realidad.”

“¿Qué? ¿Yo? Pero… tú no le decías a mi hermana eso por ella.”

“No, claro que no. Era porque ella me dijo… espera, ¿tú creíste que me estaba metiendo con tu hermana?”

“No, bueno sí.”

“Pero Lucy, ¿cómo crees? Si yo acabo de decirte que quería ligar contigo y no sabía cómo. Llevo meses tratando de hablarte en la cafetería, en el mercado, en el parque, donde te vea y ni me miras.”

“¿Meses? ¿En el mercado? ¿A mí? Pues meses son porque…”

“Solo vas una vez al mes. Lo sé. Yo voy el mismo día desde que te vi por primera vez y te veo pasar por mi casa cuando vas a casa de tus padres o de tu tía Carmina. Y tu tía Lucrecia me ha dicho varias veces que hable contigo, pero no me daba el valor.”

“¿Mi tía Lucrecia qué pinta en esta historia?”

“Pues que ella me ha visto varias veces mirándote y es como adivina. No sé, el caso es que ella me lo repite siempre que me apure, que un tal Josecito se me va a adelantar. A todas estas, ¿quién es Josecito?”

“Pujjj, jajajaj, es un pez, gordito que tengo en casa. Ven, te lo muestro.”

“Un pez. Llevo días sin dormir por un pez. No, si cuando digo que soy tonto.”

“Vaya con la tía Lucrecia. Y eso que es la más calmada de las tres. Si te descubre Carmina, la pasas peor y mi madre te vuelve loco. Jajaja, pobre de ti, mi ángel, que no sabes en la familia que te quieres meter. Corre mientras puedas.”

“No, tú no te escapas así. Digo, al menos si no te gusto, ¿te gusto algo?”

“¿Estás loco? Pero qué mujer en su santo juicio puede decirte que no le gustas. Yo sí te he visto. Mira, y tantas veces. Desde que te mudaste, he visto cómo eres con Abril y sé por tus vecinas que eres una bella persona y todo un caballero de los que ya no hay. Pero yo no soy una mujer muy…”

“Calla esa boca o yo no respondo. No se te ocurra desmerecerte porque te caigo a besos hasta que te convenzas de que no quiero, ni necesito otra mujer en mi vida.”

“Pues mira que muy convencida no estoy. De hecho, nada convencida. Uff, me parece algo irreal, increíb…”

No termina de hablar porque Eduardo, entendiendo su jugarreta, le come los labios como hace muchos meses deseaba hacerlo. Un beso largo, apasionado, desesperado.

“HUMMM!! ¿Se puede saber qué está pasando aquí?”

“¡Papá!”

“¡Suegro!”

“¿Suegro? ¿Y desde cuándo mi hija tiene novio que yo no lo sé?”

“Pues desde ahora mismo, ¿no?”

“Sí, papi. Mira, te presento a Eduardo, mi novio de ahora mismito, fresquito como el pan.”

Alejandro mira a Eduardo muy serio y le dice: “Hasta que al fin te llenaste de hombría y dejaste de estarla velando por las esquinas, mijito, que ya estaba perdiendo la apuesta con mis cuñados.”

“¡Papá! ¿Qué eso de una apuesta?”

“Pues eso, que ya tu tía Lucrecia nos había contado que este señorito se bebía los cielos por ti y tú ni la hora le dabas al pobre. Apostamos para cuando él trataría de dar el paso y yo he ganado. Dije que antes de Navidad y falta aún un mes. Jajaja, voy a recoger mi premio. Gracias, Eduardo. En casa está la nena jugando con tus cuñaditos y comiendo pastel de tu suegra. Jiji, voy a recoger mi premio. Bienvenido a la familia.”

“¡¡¡Dios mío, mi familia está loca!!!”

“Jajajaja, tu familia y ahora la mía, ¿verdad, novia?”

“Pues sí, aún quieres seguir en ella. Después no te quejes, estás a tiempo de correr.”

“No, hasta que la muerte nos separe, Lucinda Guerrero. Esto es hasta que la muerte nos separe.”

FIN



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En el texto hay: animales, amor, veterinaria joven

Editado: 23.08.2024

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