Bienvenidos a Springvale

II . Gina Lane

El principio de semestre iba sobre ruedas. Habían pasado ya varias semanas y, para sorpresa de Rose, adaptarse al instituto no le había resultado difícil. A pesar de sus intentos por resistirse, había algo en aquel pueblo que le resultaba acogedor. Sus calles antiguas, los murmullos de historias enterradas en cada rincón y la sensación de que, por primera vez en mucho tiempo, pertenecía a un lugar.

Ron, Trix, Fire, Electra, Slade y Rose formaban una unidad inseparable. Como si estuvieran destinados a encontrarse, como si la historia de sus familias los hubiera conducido hasta aquel punto. Juntos en clase, en la cafetería, en las tardes de entrenamiento donde animaban a Fire desde las gradas, o en aquel salón de juegos recreativos que parecía detenido en el tiempo.

Con el paso de los días, su pasado se desdibujó. Rose estaba tan inmersa en su nueva vida que se le olvidó la antigua, y la antigua se olvidó de Rose. Max, su novio, con los días se desintereso todavía más. Sus amigas enviaron algunos mensajes esporádicos, fríos y automáticos, hasta que el contacto se perdió. A momentos se sentía culpable por no estar más pendiente, pero pensaba en que los teléfonos funcionaban en ambos sentidos y se le pasaba. Si ellos no mostraban interés ni reservaban tiempo para hablar, ¿Porque deberia hacerlo ella?

No los echaba de menos. No realmente. Su presente estaba en Springvale, y su pasado se desvanecía como una fotografía olvidada al fondo de un cajón.

Este fin de semana sería especial. Los Devereux se marchaban por negocios, dejando su enorme casa vacía. Una oportunidad perfecta para que Rose y sus amigos se adueñaran de aquel lugar, para pasar la noche entre risas, secretos y, quizás, respuestas que nadie había querido descubrir hasta ahora.

El timbre sonó.

— Hola chicos. – Rose abrió la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba emocionada.

— ¿Que hay? – Respondió a modo de pregunta Fire de manera desenfadada, haciéndose hueco por el marco de la puerta.

— Hola nena – Saludaron las únicas chicas del grupo dando dos besos.

Slade, con su ya tan típico gorro gris y apartándose dos mechones de pelo a ras de ojo de la cara, pasó sin mediar palabra, movió la cabeza en señal de saludo. Un gran esfuerzo viniendo de él. Rose no se lo tomó a mal, en estas semanas llenas de planes, había calado a todos y cada uno de sus nuevos amigos.

Desde que conoció a los chicos se había dado cuenta de que, como dicen por ahí… Slade era muy suyo, Electra en el fondo llevaba a una chica de pueblo normal y corriente, pero al parecer a sus padres si que se les había subido el dinero a la cabeza y le tocaba bordar el papel para mantenerlos contentos. Los mellizos eran como el agua y el aceite, no tenían nada que ver entre si, Ron era una hoja movida por el viento, sin preocupación alguna y bastante dejado para todo, incluso con su aspecto, mientras que Trix, era todo lo contrario, estilo desenfadado, tirando a oscuro, nunca podía fallarle el maquillaje y tenia una personalidad dura y marcada, era la que por el momento mejor congeniaba con Rose. Y para finalizar Fire, quien a pesar de su imagen y fama de chico rudo, Rose había podido vislumbrar un atisbo de dulzura escapando de la coraza que tanto se fuerza a mantener, cualquiera que conoce al pelirrojo un poquito en profundidad, se da cuenta de que quizás, en medio de todo ese fuego, haya un poco de agua.

Ya estaban todos dentro y sentados en circulo sobre la alfombra al lado de una pequeña mesa de salón donde previamente habían ido dejando las cosas que traían, dulces y comida basura en general, cada uno aportaba su granito de arena, y así, la noche de jueves empezó…

Música de fondo, conversaciones superpuestas, risas, bromas, chascarrillos, chistes y así poco a poco fueron pasando las horas y agotándose la comida.

Había llegado la hora de la cena, y para sorpresa de nadie, los chicos seguían con hambre, Ron se había terminado todo lo que habían conseguido reunir para la noche.

— ¿Pizzas? — Dijeron todos casi al unisono y al momento comenzaron a reír.

Electra no tardó en adueñarse del teléfono fijo de la familia Devereux y rápidamente marco el número de una pizzería que quedaba a pocas calles de la casa.

— Los Van Buren invitan. — Añadió Electra riendo mientras sacaba su tarjeta de crédito del bolso. Era lo bueno de tener unos padres tan ostentosos, no le ponían ningún problema en torno al dinero, al contrario, casi hasta la animaban a gastar y ser más derrochadora.

Las pizzas no tardaron en llegar, pero a los chicos les faltaba algo… Bebida.

Rose no dudo en ir al despacho que su padre había montado en casa y atacar su colección de bebida. La reservaba para ocasiones importantes en las que tenia que cerrar algún tipo de trato en el trabajo, aun así, Rose estaba convencida de que no se daría cuenta.

Y entonces, empezaron las historias.

Slade era el hijo del Sheriff así que sabia muchas curiosidades que el resto del pueblo no.

— Este pueblo siempre ha tenido cosas realmente curiosas, mi padre me ha contado cientos de casos e historias de aquí de Springvale y de otros pueblos de alrededor, casos sin resolver y sucesos realmente inquietantes. — A medida que hablaba tensaba más la voz, dándole un toque tétrico a la noche. Se notaba que este tipo de cosas despertaban su interés.

Narra Slade:

Para aquellos que aún no lo saben, el próspero Springvale se asienta sobre las ruinas de un antiguo asentamiento pagano. Cientos de almas que adoraban dioses olvidados, aferradas a creencias que el tiempo ha tratado de sepultar. Al principio, su fe era inofensiva: danzas al atardecer, coronas de flores, rituales que susurraban plegarias al viento. Pero la devoción puede ser un arma de doble filo. Su suerte comenzó a cambiar y alguien cegado por la ambición de lo oculto, llevó su culto a un abismo más profundo. Con ello llegaron más personas ansiosas por cambiar su fortuna que le siguieron. Las ofrendas inofensivas se transformaron en sacrificios a medianoche, la tierra se empapó de sangre, y aquellos que antes danzaban bajo la luna comenzaron a arrodillarse ante sombras hambrientas. Al principio, los animales bastaban... hasta que dejaron de ser suficiente.



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En el texto hay: paranormal, suspense, inquietante

Editado: 06.05.2025

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