Bienvenidos a Springvale

IX . ¿Y si se repite?

Los jóvenes quedaron un par de minutos en silencio, casi conteniendo la respiración después de las inquietantes historias que trajo de vuelta Slade. Se podían ver los engranajes de las cabezas dando vueltas procesando la información, haciendo sus propias deducciones y surgiendo nuevas preguntas.

La brisa helada recorría el claro donde el grupo se había reunido, haciendo crujir las hojas secas bajo sus pies. La luna, casi oculta por las nubes, arrojaba una luz pálida y mortecina sobre sus rostros. El silencio se había apoderado del lugar tras la escalofriante historia.

—¿Qué es de la familia Lane? —preguntó Rose con el ceño fruncido, aún atrapada por la inquietud de lo que acababan de escuchar.

—Siguen viviendo en WhispersHill, alguno de los hermanos debió volver —respondió Fire, encogiéndose de hombros.

—Sí, de hecho, ahora que lo pienso, creo que vamos a clase con una Lane —añadió Trix, arrugando la nariz mientras intentaba recordar.

—Alyn Lane, si no me equivoco. Nieta de Ava —completó Ron, con un deje de duda en la voz.

—Siguen teniendo bajo su mando todas las farmacias de Springvale. Al menos algo les salió bien —agregó Slade, pasándose una mano por el cabello con aire despreocupado.

—Pobre gente… —murmuró Rose, bajando la mirada.

—Todas las familias tienen sus desgracias, se necesita para darle vidilla al lugar —bromeó Fire, forzando una risa que pronto fue imitada por los demás, aunque con menos entusiasmo.

El eco de sus risas se desvaneció entre los árboles, dejando tras de sí un vacío incómodo. Un escalofrío recorrió la espalda de Trix cuando el viento pareció susurrar entre las ramas, como si el bosque les respondiera.

—¿Dónde está Electra? —preguntó de pronto, mirando a su alrededor con el ceño fruncido.

Todos intercambiaron miradas, dándose cuenta de que su amiga ya no estaba con ellos.

—Debe haberse metido bosque adentro —gruñó Slade, rodando los ojos con fastidio.

—No me jodas… puta Electra —resopló Ron, chasqueando la lengua.

El grupo guardó silencio por un instante. Nadie quería admitirlo, pero el relato de los Lane aún flotaba en sus mentes como una sombra persistente.

—Vamos a buscarla antes de que se pierda —ordenó Fire, sin molestarse en ocultar la preocupación en su voz.

Pero en el momento en que se giraron para adentrarse en la espesura, el bosque pareció volverse más oscuro, más denso. Y entonces, el sonido.

Un lamento.

Largo. Quejumbroso. Ahogado por la distancia… pero inconfundible.

Un escalofrío helado recorrió sus cuerpos, erizando su piel al instante. Nadie se atrevió a pronunciar palabra; el miedo les atenazaba la garganta. Sus cuerpos se tensaron, sus espaldas se irguieron con un reflejo involuntario y sus rostros, antes iluminados por la tenue luz de la luna, palidecieron hasta parecer espectros en la penumbra.

—Deberíamos ir en busca de Electra —dijo Fire, esforzándose por mantener la calma mientras tragaba saliva con dificultad.

El silencio que siguió fue pesado, casi sofocante. Aun con el miedo aferrado a sus cuerpos, todos asintieron sin decir una palabra, sabiendo que no podían dejarla sola en aquel bosque.

Acto seguido, los jóvenes se dividieron en dos grupos. Los mellizos Winchester fueron junto a Fire, mientras que Slade y Rose formaron el otro equipo. Sin perder tiempo, se separaron; unos tomaron el sendero de la derecha y otros el de la izquierda, adentrándose rápidamente en las profundidades del bosque, en los rincones más oscuros y olvidados de Springvale.

La temperatura descendía a medida que avanzaban, y el aire se tornaba cada vez más denso. El frío pronto se apoderó de Rose, que intentaba mantener el paso mientras seguía a Slade, quien caminaba a toda prisa, murmurando entre dientes.

—¿Puedes no ir tan deprisa, por favor? —pidió Rose, deteniéndose por un instante para recuperar el aliento.

Slade se giró con impaciencia, su mirada reflejaba una mezcla de preocupación y frustración.

—¿Es que no quieres encontrar a Electra? —espetó, su voz cargada de enojo contenido.

—Por supuesto que sí —respondió Rose con firmeza—, pero dudo que sea tan imbécil como para meterse hasta el fondo del bosque y arriesgarse a perderse.

Slade apretó la mandíbula, pero no dijo nada más. Simplemente dio media vuelta y siguió caminando, con el ceño fruncido, perdiéndose poco a poco entre las sombras de los árboles.

—Oye, podrías sacarte el palo del culo y ser un poquito más amable. Estoy aquí tratando de ayudar —espetó Rose, cruzándose de brazos.

Slade soltó una risa seca, cargada de ironía.

—No quieras conocer mi versión desagradable. Créeme, ahora mismo soy pura dulzura —respondió, dedicándole una sonrisa falsa.

—Pues no lo parece —bufó Rose, rodando los ojos. La verdad era que estaba empezando a cansarse de su actitud.

Antes de que pudiera soltar otro comentario mordaz, un grito rompió el silencio del bosque.

—¡Tinsley! —se oyó a lo lejos—. ¡La hemos encontrado!

Slade no dudó ni un segundo. Sin decir nada, comenzó a correr en dirección a la voz de los demás. Rose dudó por un instante, pero rápidamente fue tras él, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho. La tensión y el frío ambiente hicieron que a Rose le costase tragar saliva y un nudo en su garganta se instauro sin pedir permiso.

El trayecto fue corto, pero el aire helado y la creciente inquietud lo hicieron parecer eterno. Finalmente, tras varios minutos de caminata silenciosa, llegaron al punto de encuentro. La escena ante ellos les heló la sangre.

—No se mueve… —susurró Trix, con los ojos vidriosos, girándose lentamente hacia ellos.

Slade cayó de rodillas junto a Electra, quien permanecía arrodillada bajo un árbol, inmóvil, catatónica. Sus ojos, negros como la noche, estaban abiertos de par en par, vacíos, como si contemplaran algo más allá del mundo terrenal.

—¡Electra! —Slade la sacudió por los hombros con desesperación, su voz cargada de preocupación.



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En el texto hay: paranormal, suspense, inquietante

Editado: 06.05.2025

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