Bienvenidos a Springvale

V . Otro punto de vista

A la mañana siguiente, como no, Slade fue el primero en reaccionar. Sin despertar a nadie, subió silenciosamente a la planta de arriba y entró al baño. Necesitaba despejarse.

El agua comenzó a correr, mojando su oscuro cabello y deslizándose por su cuerpo, el frío de los chorros le hizo reaccionar, como un recordatorio de que aún estaba vivo. La presión del agua en su piel parecía despertarlo, y por un momento, la tormenta mental de la noche anterior quedó atrás.

El sonido de la ducha terminó por despertar a Rose. Slade permaneció bajo el agua unos minutos, frotándose la cara, aclarando su cuerpo, como si intentara borrar la pesadez de todo lo vivido. Finalmente, cerró el grifo, y como si fuera su casa, tomó una de las toallas limpias del baño y la enrolló alrededor de su cintura.

Al salir, se encontró con Rose, quien lo esperaba para entrar.

—Buenos días —dijo Slade, sobresaltado. —No quería despertarte, pero ayer fue un día largo, y... bueno, necesitaba quitarme el olor a bosque.

Rose soltó una risa y le respondió.

—No tienes que pedirme permiso, no te voy a cobrar por darte una ducha. — Se encogió de hombros. — Me imagino que no traes muda de cambio.

Slade asintió, sin poder evitar sentir un poco de vergüenza. Algo increíble de ver viniendo de él.

—Igual parezco un guarro, pero me iba a poner la misma ropa, solo quería refrescarme un poco. A veces bajo la ducha es cuando se piensa mejor.

Ambos rieron un poco, el momento de alivio les otorgó una pausa, como si por un instante, el peso de la noche se desvaneciera.

—Tranquilo, tengo algo que te puede servir.

—Mmm, la verdad no me apetece ponerme algo tipo camiseta ombliguera o algo por el estilo —bromeó Slade.

—No seas gilipollas, las chicas también tenemos ropa ancha —respondió Rose con una sonrisa burlona, mientras le daba paso hacia su habitación.

Rose fue al armario y sacó una muda. Un pantalón viejo de su padre que ya no le quedaba y una camiseta negra básica. Se las pasó a Slade y luego, tomó su propia ropa para darse una ducha.

—Puedes cambiarte aquí. Yo voy a darme una ducha también.

—Gracias. Date prisa, hoy va a ser un día movido, tenemos que ir a muchos sitios.

—No tardo nada, si quieres ve desayunando, en la cocina habrá algo.

Slade asintió, y Rose cerró la puerta tras de sí.

Cuando el sonido del agua golpeando el suelo de la ducha empezó a llenar la habitación, Slade aprovechó el momento para lanzar una rápida mirada alrededor.

La habitación de Rose era simple, pero acogedora. La cama estaba a medio hacer, y una silla contenía un pequeño montón de ropa cuidadosamente doblada, reposando al lado de un escritorio. Sobre este, algunas fotos enmarcadas, casi todas con un aire nostálgico que contrastaba con la atmósfera tensa de la casa.

Una de las fotos llamó su atención: era de Rose con un grupo de amigas de la ciudad. Las caras eran todas conocidas, al menos en esencia, de los relatos que Rose había compartido. Pero lo que realmente atrajo su mirada fue otra imagen, enmarcada entre pequeños corazones. En ella, Rose estaba vestida de animadora, en pleno campo de fútbol, en los brazos de un chico alto y corpulento, de cabello castaño y sonrisa arrogante. Él la sujetaba como si fuera una princesa, ambos inmortalizados en una carcajada compartida.

Era la clase de foto que parecía capturada en el momento perfecto, donde Rose realmente sonreía, una sonrisa de verdad, de las que ya no quedan inmortalizadas hoy en día, libre de las cargas y misterios que ahora parecían perseguirla. Esa expresión, que Slade pensó que nunca podría borrar de su memoria, se veía tan distante, tan ajena a lo que sucedía en su vida ahora.

Slade permaneció un par de segundos observando la imagen, luego echó un último vistazo a la habitación. Finalmente, después de aquel fugaz repaso, en el que parecía memorizar cada hueco del cuarto, Slade, aún envuelto en la toalla, se cambió con rapidez y emprendió su camino hacia el pasillo, listo para afrontar lo que estaba por venir.

En la planta baja, Fire comenzó a despertar.

Las miradas de ambos chicos se cruzaron cuando Fire bajaba las escaleras, aún con gotas de agua escurriéndose de su cabello.

—Buenos días —dijo Slade con voz baja.

—Para quien los tenga… vaya noche —resopló Fire. —Ayúdame a quitarme a los hermanos maravilla de encima —se rió.

Mientras Slade y Fire trataban de apartar a los hermanos, que seguían durmiendo profundamente, poco a poco, comenzaron a despertarse. Trix abrió los ojos primero, seguida de Ron, quien empezó a bostezar.

—¡Soltadme, paletos! —dijo Trix, intentando estirarse con incomodidad.

—No sois nada cómodos —se quejó Ron.

—Pues bien, a gusto que estabas durmiendo —le espetó Fire.

—Las peleas para luego —intervino Slade con calma. —Tengo que salir con Rose a investigar un par de cosas. Necesito que os quedéis con Electra, ver cómo se despierta, cómo reacciona. Si pasa algo raro, nos llamáis.

—Yo también quiero investigar —dijo Trix, levantándose con rapidez.

—Por mí, encantado, pero no voy a dejar sola a Electra con estos dos —Slade señaló a Ron y Fire con un gesto irónico. —Entre los dos no hacen un cerebro entero. Por eso quiero que te quedes.

Trix no dijo nada, asintiendo sin objeciones. En ese momento, Rose bajó las escaleras con rapidez.

—¿Estás lista? —preguntó Slade, mirándola. Ella asintió, y ambos se prepararon para lo que podría ser otro día largo.

Rose había preparado mudas para todos, por si alguno quería ducharse durante el día. Se quedarían en su casa hasta descubrir más sobre lo que le había sucedido a Electra, no podían arriesgarse a que ella se fuera sola sin saber cómo reaccionaría al despertar. La situación era lo suficientemente incierta como para no dejarla ir a casa.

Mientras tanto, Slade y Rose se dirigían a la primera parada del día: la biblioteca, con la esperanza de encontrar artículos relacionados con el caso del ‘82.



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En el texto hay: paranormal, suspense, inquietante

Editado: 06.05.2025

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