VI . Partes ocultas

El silencio se apoderó de la habitación.

Rose y Slade estaban completamente inmóviles, sus rostros tensos reflejaban la sorpresa de la historia que Nita acababa de contar. Todo el mundo había dado por hecho que lo de Gina había ocurrido de un día para otro, pero nada que ver… era un giro muy inesperado e interesante, quizás pudiesen tirar más de ese hilo. Lo que les devolvía al punto inicial, debían hablar con Zac, su hermano.

Por un momento, nadie se atrevió a romper la quietud, como si cualquier palabra pudiera invocar la oscuridad de aquellos recuerdos.

Finalmente, Slade tragó saliva y habló con esa curiosidad y firmeza que tanto lo caracterizaba:

—¿Qué fue eso? ¿Qué le pasó a Gina?

Nita entrecerró los ojos, perdida en la memoria.

—No lo sé. No sé qué le pasó exactamente, pero no fue una enfermedad común. No fue nada que yo conociese y a día de hoy, no he conocido algo igual. —Su tono era firme, pero sus manos temblaban ligeramente—. Aquel día en el bosque… cuando la vi desplomarse… pensé que estaba muriendo. Pero no.

Rose se inclinó hacia adelante, con el corazón latiéndole en la garganta.

—¿Qué pasó después?

—La llevé de vuelta a su casa. Su madre no parecía sorprendida, como si hubiera estado esperando algo así. Recuerdo que me empujó fuera de la casa y cerró la puerta en mi cara. Esa fue la última vez que vi a Gina ser Gina.

—¿Ser Gina? —susurró Slade, sin terminar de entenderlo.

—Tres días después, todo lo que alguna vez yo conocí de ella desapareció. Era un recipiente vacio, es como si alguien hubiera aspirado toda esencia existente de ella del cuerpo, recuerdo que se quedo en pausa, no hablaba, no comía, nada, simplemente estaba ahí, existiendo, supe que algo no iba bien cuando empezó a ignorarme, yo trataba de hablar con ella y que me explicara que era lo que le pasaba, pero era en vano, solo recibía indiferencia por su parte — Recuerda Nita con una tristeza innegable. — Llego un punto donde yo ya no insistí más, pero su madre me suplico mi ayuda para sacarla de esa especie de trance. — Suspira y coge aire. — No pude negarme, Nita era como una hermana para mi y quería ayudarla.

Rose sintió un escalofrío recorrer su espalda.

— Con los días parecía que mejoraba, volvió a coger algo de color, empezamos a salir, parecía que todo iba bien, hasta que empezó a actuar raro,— Suspiró profundamente. — Ahí me di cuenta de que todo estaba perdido, no había nada que hacer, ella tenía el aspecto de Gina, pero no lo era.

—¿Por qué estás tan segura?

Nita bajó la mirada.

— Por todo el pueblo se dice que no hablaba, pero nadie menciona lo peor... los sonidos que hacía. No eran suspiros ni murmullos, eran gruñidos, bajos y entrecortados, como un perro rabioso tratando de contener su furia. A veces parecían un ronroneo distorsionado, otras un chasquido húmedo. Y respiraba… su respiración era entrecortada, como un fino chirrido, como si sus pulmones pidieran ayuda al coger aire. Las pocas veces que mostraba emoción, lo hacía con sonrisas que parecían diseñadas para provocar asco, capaces de revolverle el estomago a cualquiera — Nita era incapaz de no hacer muecas mientras daba más detalles. — Eran gestos deformes, estirados, como si su piel fuera más flexible de lo que debería. Sus labios se curvaban de una manera extraña, exponiendo unos dientes que parecían más largos, más afilados. Cada vez que sonreía, algo en su rostro se torcía, provocaba escalofríos. — Se estremeció abrazándose así misma — Observaba y analizaba a todos con cautela, casi como si pudiese ver a través de cada persona. Estaba pálida y grisácea porque no se alimentaba de nada normal, nada natural, se comía los gusanos e insectos que iba encontrando, no se molestaba siquiera en disimular para que nadie se diese cuenta, al contrario, parecía disfrutar de las muecas de asco y desagrado que causaba a su alrededor — Nita se revuelve en un escalofrío. — Un día la seguí hasta el bosque al lado de su casa y lo vi...

Los chicos sintieron un nudo en el estómago.

— ¿Qué viste? —preguntó Slade con un hilo de voz.

Nita abrió la boca para responder, pero en ese instante su teléfono sonó, haciendo que todos saltaran en sus asientos. La vibración sobre la mesa resonó como un trueno en la tensión del momento.

Con manos temblorosas, Rose lo tomó y miró la pantalla.

—Es Trix —murmuró.

Rose y Slade intercambiaron una mirada. Sabían que, si Trix llamaba, era por algo importante.

Slade descolgó.

—¿Trix?

—Slade, menos mal que lo coges. —La voz de Trix sonaba alterada, como si hubiera estado corriendo—. ¡Electra ha despertado!

Un silencio denso se apoderó de la habitación.

Rose sintió que su estómago se encogía.

—¿Cómo está? —preguntó rápidamente.

—No lo sé… No está bien. Algo le pasa. Está… diferente.

La línea quedó en un tenso silencio durante unos segundos, como si el mundo se hubiera detenido momentáneamente al otro lado del teléfono. Luego, la voz de Trix se filtró a través del auricular, apenas un susurro cargado de inquietud:

—Creo que recuerda algo… Algo que no debería.

Un escalofrío recorrió a Rose y Slade al mismo tiempo, como si una corriente helada se hubiese deslizado por su piel. Se miraron en un instante de mutua comprensión. No había tiempo que perder.

—Vamos para allá —dijo Rose con urgencia.

Colgó sin esperar respuesta y giró hacia Slade, quien ya estaba poniéndose de pie con expresión seria. No necesitaban discutirlo; ambos sabían que debían regresar de inmediato.

Nita, que los había estado observando en silencio, frunció el ceño, notando la repentina tensión en los jóvenes. Se veían preocupados, inquietos, y en su sobrina, eso era algo poco común. La expresión de Slade tampoco ayudaba a aliviar su creciente curiosidad.

—¿Todo bien? —preguntó Nita, entre extrañada y atenta.

—Sí, tía —se apresuró a responder Rose, forzando una sonrisa mientras se movía con prisa. Luego, antes de salir, agregó con rapidez—: Oye, ¿te importa si volvemos más tarde? Vendremos con unos amigos, pero no seremos muchos.