Bienvenidos a Springvale

VII . Recuerdos... ¿Fusionados?

El ambiente en la habitación se había vuelto extraño, pesado. Nadie hablaba, pero todos estaban sumidos en pensamientos distintos. La incomodidad flotaba en el aire, como una niebla densa que se colaba en cada rincón.

Algunos estaban agotados. Ya habían tenido suficiente con lo que había pasado la noche anterior y solo querían alejarse de todo ese misterio que parecía atraparlos envolviéndolos en incógnitas. Otros, en cambio, aunque no quisieran admitirlo, estaban completamente enganchados.

Había algo adictivo en aquello. La adrenalina de no saber si estaban en peligro, la incertidumbre, los puntos oscuros de la historia que no terminaban de encajar. Como piezas incompletas, cada nuevo dato que obtenían solo generaba más preguntas en lugar de respuestas. Y, en el fondo, esa sensación les gustaba.

Especialmente a Rose y Slade.

Ambos parecían haber nacido para esto. Mientras los demás debatían si seguir adelante o dejarlo estar, ellos ya estaban formando teorías, encajando pistas en sus mentes, analizando cada detalle. No podían evitarlo. Les fascinaba la sensación de estar al borde de descubrir algo importante, aunque no supieran exactamente qué.

Slade, como siempre, fue el primero en tomar acción.

—No hay nada más que discutir —dijo, con su tono firme de siempre—. Vamos a casa de Nita.

Los demás intercambiaron miradas.

No todos estaban convencidos de seguir metiéndose en aquello, pero tampoco podían negar que la curiosidad los estaba arrastrando.

Sin decir mucho más, se pusieron en marcha.

El aire afuera estaba denso y húmedo, como si fuera a llover en cualquier momento. Las calles de Springvale se sentían más silenciosas de lo normal, casi demasiado tranquilas. Mientras caminaban, algunos no podían evitar mirar de reojo hacia los árboles que bordeaban el camino, como si temieran ver alguna sombra moviéndose entre ellos.

Electra, que hasta hace poco había estado jugando a ser la escéptica, ahora iba más callada que de costumbre. Sus manos estaban metidas en los bolsillos de su chaqueta, y su mirada parecía perdida en la distancia.

—¿En qué piensas? —preguntó Fire en voz baja, acercándose a su lado.

Electra tardó un segundo en responder.

—En el árbol —murmuró.

Fire la observó, sin decir nada.

—El árbol de Ava Lane —añadió ella, casi como un susurro.

Él sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo.

No tuvo tiempo de responder. La casa de Nita ya estaba a la vista.

Y, por alguna razón, ninguno de ellos pudo evitar sentir que estaban a punto de descubrir algo que cambiaría todo.

No dudaron ni un segundo en llamar al timbre. Apenas unos segundos después, la puerta se abrió con un rechinar leve y ahí estaba Nita, con una sonrisa de oreja a oreja y los brazos abiertos, como si llevara toda la vida esperando esa visita.

—¡Por fin llegáis! —exclamó con entusiasmo—. Pasad, pasad, que os vais a quedar tiesos con este frío.

La casa tenía un aire acogedor, con un aroma a madera vieja y un leve toque a lavanda. Las paredes estaban llenas de fotografías enmarcadas, recuerdos de otras épocas, de otras personas. A pesar de que solo conocía a Slade, Nita no tardó en hacer sentir a todos como en casa.

Las presentaciones fueron rápidas, pero no por ello menos afectuosas. Con cada nuevo nombre, Nita asentía con una sonrisa cálida, como si tratara de memorizar cada rostro, cada voz.

Cuando todos estuvieron dentro, la mujer se cruzó de brazos y los miró con un brillo nostálgico en los ojos.

—¡Ah! Quien volviera a vuestra edad… —suspiró, dejando escapar una risa suave—. Tan guapos, tan jóvenes, tan llenos de vida…

El tono melancólico en su voz no pasó desapercibido. No era vieja, ni mucho menos, pero cada año parecía pesarle en el alma. Se notaba en la forma en que hablaba, en cómo su mirada se perdía por momentos en algún punto lejano, como si reviviera un recuerdo que no terminaba de soltar.

—Me recordáis tanto a vuestros padres… —añadió de repente, con una sonrisa que tenía más tristeza que alegría.

Rose parpadeó, sorprendida, pero fue Electra quien rompió el silencio.

—¿Conoció a nuestros padres? —preguntó, con una mezcla de incredulidad y curiosidad.

Nita soltó una carcajada ligera, su expresión se suavizó.

—Oh, ya lo creo —dijo, rodando los ojos con fingida exasperación—. Tus padres eran taaaan empalagosos…

La sala estalló en una risa generalizada.

—No se despegaban ni un segundo —continuó Nita, divertida—. Siempre juntos, siempre susurrándose cosas, mirándose como si el resto del mundo no existiera.

Electra, sin embargo, arqueó una ceja, cruzándose de brazos.

—Se me hace difícil de creer —dijo, con un dejo de incredulidad.

—Los años nos cambian a todos, pequeña —respondió Nita con dulzura—. Es normal que con el tiempo no vivan las cosas con la misma intensidad que al principio. Pero te aseguro que en su día… eran inseparables.

Electra hizo una mueca, como si intentara asimilarlo.

Fire, que hasta entonces había permanecido en silencio, se inclinó un poco hacia adelante, con los ojos brillantes de curiosidad.

—¿Y mi padre? —preguntó con una emoción contenida—. ¿Cómo era?

Nita lo miró con ternura, su expresión se llenó de una calidez especial.

—Igualito a ti —dijo, con una risa suave—. Sois dos gotas de agua. Aunque él no tenía un rojo tan brillante en el pelo…

Fire sonrió de lado, orgulloso.

—Era un hombre con un corazón enorme —continuó ella—. Siempre amable, tierno, comprensivo… Pero eso no le impedía tener mano dura cuando hacía falta. Sabía cómo poner límites y sacar a relucir su carácter cuando tocaba. Todo el mundo lo seguía, era la cabeza de grupo.

Hizo una pausa, como si estuviera viendo su imagen en su mente, y añadió con una sonrisa nostálgica:

— Y con quien mejor me llevaba.

El silencio que siguió no fue incómodo, sino más bien agradable. Como si por un instante, las historias de sus padres flotaran en la sala, envolviéndolos en una sensación de cercanía con el pasado.



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En el texto hay: paranormal, suspense, inquietante

Editado: 06.05.2025

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