Con la sorpresa recorriendo sus cuerpos, todos giraron la cabeza al unísono hacia Electra. Estaba desplomada en la esquina del sofá, su cuerpo completamente inerte, como si el peso del mundo hubiese caído sobre ella de golpe. Sus ojos estaban cerrados, su respiración apenas perceptible y su expresión mostraba una tensión inquietante.
Se había desmayado.
Un silencio pesado se apoderó de la sala por unos instantes, hasta que Nita, aún tratando de procesar lo que acababa de escuchar, se levantó bruscamente de su sillón.
—¿Qué está pasando, chicos? ¿A qué os referís con el recuerdo de Gina? —su voz sonaba cortante, con un deje de preocupación mal disimulado.
—No es nada, Nita —respondió Slade con rapidez, acercándose a Electra con pasos firmes.
El resto del grupo no tardó en ponerse de pie, formando un círculo alrededor de la chica inconsciente. En sus rostros se mezclaban el desconcierto, la inquietud y una pizca de temor. Parecía que últimamente ese era el estado habitual en el que vivían: atrapados entre el miedo y el misterio.
—¿Qué le ha pasado a Electra? —preguntó Nita con impaciencia, sus ojos oscilaban entre cada uno de los presentes buscando respuestas. —¿Está enferma?
—No, lleva unos días rara, nada más —intervino Ron con tono despreocupado, sin medir sus palabras.
Fire y Slade le lanzaron una mirada fulminante casi al mismo tiempo. Sus expresiones eran una advertencia silenciosa, un claro mensaje de "cállate ahora mismo". Ron tragó saliva y desvió la mirada.
—¿Rara? —murmuró Nita entre dientes, cruzando los brazos sobre su pecho con escepticismo.
Hubo un breve instante de silencio incómodo antes de que Rose interviniera con la naturalidad de quien está acostumbrada a improvisar excusas.
—Nada de lo que preocuparse, tía. Ya sabes cómo es Electra, siempre tan presumida con la ropa... Seguro que con este clima loco, con esos modelitos cortos que tanto le gustan, pues nada, se ha resfriado. —Sonrió, intentando sonar convincente.
Nita entrecerró los ojos, analizándolos a todos con detenimiento. No parecía creerse ni una sola palabra de lo que le estaban diciendo.
—Voy a por un vaso de agua y una chocolatina para cuando reaccione —anunció finalmente, su tono de voz tenso y cargado de sospecha.
Se giró y salió de la habitación con pasos apresurados, pero no sin antes dedicarles una última mirada inquisitiva. Estaba claro que no se iba a quedar conforme con respuestas a medias.
Los chicos aprovecharon el breve momento de ausencia de Nita para intentar despertar a Electra. Primero la llamaron por su nombre, luego la sacudieron suavemente por los hombros, pero nada parecía sacarla de aquel extraño trance. Su cuerpo seguía inerte, con el ceño fruncido y la respiración pausada, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía escapar.
La preocupación iba en aumento. Fire chasqueó los dedos cerca de su oído, Ron le echó un poco de aire con la mano, y Rose incluso le tomó la muñeca para comprobar su pulso. Todo estaba en orden, pero Electra no reaccionaba.
Entonces, Slade, con su habitual expresión seria y distante, dio un paso atrás y alzó una mano, indicando con un gesto que se apartaran.
—Apartaos —ordenó con voz grave.
Todos le hicieron caso, aunque con miradas de incertidumbre. Slade suspiró pesadamente, se pasó la mano por el mentón mientras inclinaba la cabeza hacia Electra, evaluando la situación con frialdad. De repente, sin previo aviso, alzó el brazo, lo estiró con decisión y, con la palma completamente recta, tomó impulso y dejó que su mano chocara con fuerza contra la mejilla izquierda de Electra.
El sonido del bofetón resonó en la habitación como un latigazo.
Rose se quedó boquiabierta, y casi de manera instintiva, sin pensarlo siquiera, le devolvió el golpe a Slade con la misma intensidad.
—Pero ¿tú eres gilipollas o qué? —espetó Rose con furia, sin preocuparse por moderar el tono.
Slade se llevó una mano a la mejilla, pero ni se inmutó.
—No, hago lo que debo hacer —respondió con calma, como si fuera la cosa más obvia del mundo.
—No, lo que eres es un puto animal —bufó Rose, con la ira reflejada en su rostro—. Un mono neuronal sin un gramo de sentido común.
Slade arqueó una ceja y sonrió con arrogancia.
—Hago lo que ninguno de vosotros tiene huevos a hacer.
El ambiente se caldeó en cuestión de segundos. Rose y Slade se lanzaban miradas asesinas, mientras la tensión crecía y se volvía casi sofocante. Sus cuerpos estaban rígidos, los músculos tensos, como si en cualquier momento fueran a saltarse al cuello el uno al otro.
—Pues ha durado poco el buen rollo entre estos dos —susurró Ron en voz baja, inclinándose hacia Fire y Trix mientras se llevaba la mano al lateral de la boca, como si estuviera compartiendo un secreto.
Trix, que hasta el momento se había mantenido en segundo plano, decidió que ya era suficiente.
—A ver, ya vale — Interrumpió Trix —. Los dos. — Añadió con tono firme.
Rose y Slade se giraron hacia ella, pero ninguno habló.
La tensión del momento se palpaba, el aire casi se podía cortar con un cuchillo. El agotamiento les pesaba sobre los hombros como una losa; llevaban casi dos días sin apenas dormir, y cada nueva situación solo conseguía desgastarlos más. Se intercambiaban miradas cansadas, suspiros frustrados y rápidas sacudidas de cabello, tratando de liberar la tensión.
Y entonces, en medio de aquel torbellino de emociones, un leve murmullo rompió el silencio.
Electra comenzaba a recobrar el conocimiento.
—¿Cómo estás? —Slade fue el primero en adelantarse, observando a Electra con atención.
—Después de esa hostia... —gruñó Rose por lo bajo, cruzándose de brazos—. Seguro que de maravilla.
—Pero ves, ha funcionado —respondió Slade con una sonrisa falsa, fulminándola con la mirada.
Rose resopló con molestia, pero antes de poder contestarle, Electra dejó escapar un leve gemido y se llevó una mano a la sien, como si su cabeza estuviera dándole vueltas.