Bienvenidos a Springvale

XII . Kaia MontClaire

Habían pasado ya varios días desde el incidente en el bosque, aunque realmente se sentía como si el tiempo se hubiese detenido allí, entre ramas rotas, tierra húmeda y gritos que aún parecían colgar del aire.

El puente había llegado a su fin, los padres de Rose habían regresado al pueblo, los profesores volvieron a repartir tareas como de costumbre… y sí, el calendario marcaba que comenzaban las clases de nuevo, la gente retomaba su rutina, los negocios abrían, los buses circulaban. Todo parecía volver a la normalidad.

Excepto para los chicos.

Los chicos no se habían recuperado del todo. El suceso era imposible de lavar o enterrar. Desde aquel día, no se habían vuelto a reunir todos. No podían. Ni siquiera sabían cómo mirarse entre ellos sin poder recordarlo.
Muchos se evitaban. Silencios incómodos habían reemplazado las risas, y los ojos bajaban al suelo cuando alguno de ellos pasaba cerca.
Era entendible: nadie había digerido del todo lo que había ocurrido, ninguno podía.

Electra, en particular, se había convertido en una sombra.
No hablaba. No reaccionaba. Era como si algo dentro de ella se hubiera roto o simplemente hubiera decidido apagarse. Caminaba por los pasillos del instituto como una marioneta sin cuerdas, los ojos levemente abiertos, pero sin ver realmente nada.
Lo último que había dicho fue apenas un susurro, una confesión breve y perturbadora:
Había vuelto a tener uno de esos sueños rarísimos, los que parecían más recuerdos que sueños, más reales que cualquier cosa que pudiera tocar. Pero esta vez, el sueño era distinto. Esta vez… aparecía ella, frente a un espejo empañado.
Desnuda, o al menos así se sentía, aunque la atención no estaba en su cuerpo, sino en la sangre. Cubierta de ella. Chorreando por su cuello, sus brazos, entre los dedos. Y cuando se miraba… no era ella.
Su reflejo mostraba a una chica distinta: de cabello largo, ondulado, rubio como el trigo bajo el sol, y unos ojos marrones profundos, oscuros, como madera húmeda o tierra recién removida.

Después de eso, Electra dijo haber escuchado una voz susurrándole al oído, una voz joven, como de su misma edad, pero hueca, arrastrada, le susurraba algo inentendible, entonces, vio la boca.
Una sonrisa abierta, con dientes largos y afilados. Lo siguiente que recordaba… era esa escena.
Esa escena que ninguno de los chicos podría olvidar en años.
La sangre, el olor a metal, a miedo, a tierra removida bajo las uñas.

Y mientras tanto, Rose despertaba, otra vez. Otro sobresalto. Otra pesadilla.
Era como si la noche no la soltara, como si soñara con los ojos abiertos.
Desde la noche del viernes no había podido dormir tranquila, cuando cerraba los ojos, soñaba que eso la perseguía.
Esa sombra. Esa presencia. A veces la sentía incluso dentro de su cuarto, justo detrás de la puerta entreabierta.
Otras veces, era peor, soñaba con Electra, pero no la Electra que conocía. No su amiga silenciosa.
Soñaba con ella devorándolos a todos.
Uno por uno.
Con la misma expresión de esa chica que la persiguió colina abajo en la mansion Whispershill, esa mirada vacía, carente de emoción.

Rose sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
El aire del cuarto estaba espeso, pesado, como si algo la hubiera estado observando mientras dormía. Se sentó de golpe en la cama, respirando con dificultad, y miró alrededor.
Todo estaba en su lugar. Todo… estaba igual.
Suspiró, se pasó las manos por los brazos, aún erizados, y sin pensarlo demasiado, se levantó. Caminó descalza por el piso frío de madera y fue directa al baño.

El agua de la ducha no tardo en recorrer su cuerpo.

En las calles de alrededor, los chicos se encontraban atrapados en la rutina, cada uno repitiendo el mismo proceso mientras se preparaban para el Miércoles de Ceniza que les esperaba en Blackthorn.

El aire frío de la mañana parecía pesar aún más de lo habitual. Las conversaciones en los pasillos, los pasos apresurados y los murmullos daban cuenta de que la ciudad era ajena a los sucesos escalofriantes de las últimas semanas. Sin embargo, en medio de la multitud, había una tensión palpable, como si los jóvenes sintieran en lo más profundo de su ser que algo no andaba del todo bien.

El timbre de la escuela marcó el comienzo del día, su sonido cortante sacudió a los estudiantes de sus pensamientos. En los pasillos, el bullicio se intensificaba, pero para Rose, todo parecía diluirse en un torbellino de pensamientos. Cruzó varias miradas fugaces con Slade, quien, como siempre, se mantenía distante y pensativo. Había algo en su mirada, algo inquietante, como si estuviera debatiendo internamente si acercarse a ella o no. Rose sintió que el tiempo se alargaba, como si cada segundo estuviera cargado de una pesadez abrumadora.

El ambiente en clase era todavía más denso, si eso era posible. Al estar en el mismo grado, coincidían en muchas materias, y ahora, en ese instante, se encontraban juntos en una de ellas. El silencio reinaba en el aula, con todos enfocados en sus propios pensamientos, hasta que Trix rompió el hielo de manera inesperada, con una afirmación que hizo salir a Rose de su mundo interior.

He hablado con Slade —dijo Trix, mirando al frente, con una calma que no lograba ocultar la preocupación en su tono.

Rose pegó un bote en su asiento, sorprendida por la abrupta interrupción.

¿Y qué pasa? —frunció el ceño, mirando a Trix con desconfianza.

Quiere hablar contigo, pero no respondes los mensajes —susurró Trix sin mirarla, como si temiera romper aún más el delicado equilibrio que había entre ellas.



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En el texto hay: paranormal, suspense, inquietante

Editado: 06.05.2025

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