Los chicos la vieron llegar como si el tiempo hubiera decidido ralentizarse por capricho. Cada paso de Alyn Lane parecía una eternidad. El sonido de sus botas sobre la gravilla resonaba en los oídos de todos como si fueran los latidos de un tambor de guerra. En esos pocos segundos, sus pensamientos se amontonaban como las horas insomnes de la noche anterior o los eternos minutos sentados en clase, esperando con ansiedad a que llegara la tarde.
Su figura era elegante pero imponente. Llevaba un abrigo largo, oscuro, con el cuello subido. El viento le jugaba con algunos mechones sueltos de la coleta y sus ojos, oscuros y fríos, los escaneaban uno por uno con una precisión quirúrgica. Parecía conocerlos, como si ya supiera quién era cada uno, como si hubiera estado observándolos desde las sombras.
Cuando llegó al centro del grupo, se detuvo. No sonrió. No saludó con entusiasmo. No hubo cordialidades innecesarias.
—Hola —dijo con voz firme, clara—. Sé que habéis estado investigando el caso de mi tía.
Sus ojos se pasearon con lentitud por cada uno de ellos: Slade, Trix, Fire, Ron… hasta detenerse un segundo más en Rose, como si pudiera leer algo detrás de su mirada.
Slade no se molestó en fingir cortesía.
—¿Por qué nos has citado aquí? —preguntó sin rodeos, con los brazos cruzados.
—Fácil —respondió Alyn, encogiéndose de hombros—. Hace años que sé que hay algo raro en todo esto. Conozco a mi padre mejor que nadie.
Fire dio un paso adelante, más curioso que desconfiado.
—Dijiste en el mensaje que podías ayudarnos. ¿Cómo?
Alyn se llevó una mano al mentón, pensativa por un momento, como quien se prepara para jugar una partida de ajedrez.
—Podemos hacer esto de dos formas. Me contáis lo que sabéis y os digo qué encaja… o me preguntáis directamente. Vosotros decidís.
Trix entrecerró los ojos, escéptica pero intrigada.
—¿Y por qué ahora? ¿Por qué has decidido hablarnos justo ahora?
—Os escuché —dijo Alyn, con total naturalidad—. El otro día, cuando hablabais con mi padre. Estaba en la escalera.
—¿Y por qué se puso tan nervioso cuando sacamos el tema? —se apresuró a preguntar Rose, el recuerdo aún presente en su mente.
Alyn sonrió, pero no fue una sonrisa amable. Fue una mezcla entre resignación y amargura.
—Porque tenías razón.
Cuatro palabras, simples… pero que hicieron que todos se tensaran de inmediato. Hasta el aire pareció congelarse.
—Gina está de vacaciones en la mansión —añadió con una risa seca—. Bueno… entre la mansión y el pueblo.
Nadie dijo nada. Solo se escuchó una exclamación ahogada. Las caras de todos eran un poema: ojos abiertos como platos, cejas alzadas, bocas entreabiertas.
—Quizás penséis que estoy loca, pero la he visto. La veo todas las noches desde la ventana de mi habitación. Siempre está ahí. Al otro lado del jardín, entre los árboles… como si me vigilara.
—Joder… ¿y tú duermes bien? —preguntó Ron con los ojos desorbitados. Su expresión de espanto era tan sincera que, de no ser por la tensión, habría resultado cómica.
Alyn soltó una pequeña risa.
—Se hace lo que se puede. Por lo menos no puede entrar en la caseta del campo.
Slade frunció el ceño.
—¿Por qué no?
—Porque sé cómo protegerla. —Alyn habló con la misma calma con la que se hablaría del clima—. He tenido contacto con algunas personas del Círculo de los Antiguos. Esa parte rara de mi familia. Ellos me dijeron cómo proteger ciertos lugares.
—¿Y cómo lo haces? —preguntó Ron, visiblemente interesado, adelantándose un paso.
Alyn lo miró, luego a los demás.
—Runas de protección. Siguen siendo paganos, muy apegados a las viejas costumbres. Si se hacen bien, funcionan. No son eternas, pero frenan a… lo que sea que ronda por ahí.
—¿Puedes hacernos un dibujo? Para replicarlas en casa —pidió Fire con urgencia en la voz.
Alyn asintió, sacando del bolsillo trasero de su abrigo un cuaderno pequeño, con tapas negras y esquinas dobladas. Empezó a hojearlo hasta que encontró lo que buscaba. Arrancó una hoja y se la entregó a Fire.
—Debéis hacerlas en el centro de la casa. No importa si es en el suelo, el techo o en una pared. El lugar importa, no el soporte. Y los materiales… —hizo una pausa—. Cenizas de una flor marchita. Pimienta negra molida. Nada de rotuladores, pinturas o cosas así. Tiene que ser algo muerto y algo ardiente.
—¿Y eso… basta para mantenerla fuera? —preguntó Rose, aún procesando todo.
—De momento, sí. —Alyn suspiró—. Pero si Gina se está fortaleciendo… quizá no sea suficiente por mucho tiempo.
Los chicos se quedaron en silencio, mirando el dibujo con atención. Era una mezcla de espirales, símbolos y líneas rectas, intrincadas pero elegantes, como si pertenecieran a un idioma perdido.
—Os enviaré la foto por si necesitáis replicarlo en varios sitios —añadió Alyn—. Pero tenéis que hacer el símbolo juntos en cada casa. Debéis tocarlo mientras se crea. Si no… no funciona. Estáis todos implicados, va a ir a por vosotros.
El silencio volvió a caer sobre el grupo. Más pesado que antes. Porque ya no era solo un misterio, una historia antigua o una sospecha sin pruebas.
Ahora era real. Y los estaba buscando.
—Pero… ¿cómo puede estar viva? Es decir, joven. Es como si el tiempo no hubiera pasado para ella —Ron hablaba como si tratara de convencerse a sí mismo—. Podría pasar perfectamente por alguien de nuestra edad, y sin embargo… debería aparentar la de nuestros padres. Esto no tiene ningún sentido.
—Ajá, y aquí es donde la cosa se pone buena. —Alyn sonrió con un brillo especial en la mirada—. Habéis hecho un gran trabajo investigando, eso no lo niego. Pero os habéis olvidado de algo crucial… quizás lo más importante de todo. Y también la fuente de información más rica que tenéis al alcance. Me refiero, claro está, a los queridos Antiguos de Grimsby.
—Por supuesto que lo habíamos pensado —intervino Slade, cruzándose de brazos, visiblemente molesto—. Pero, ¿por qué habrían de darnos información a nosotros? —Alzó una ceja con cierto desprecio—. A ti te responden porque te ven como una más, seguro que ya están buscándote sitio en su secta. Pero nosotros… nosotros no tenemos nada que ver con ellos. Nos habrían tachado de críos curiosos y, con suerte, nos habrían mandado a paseo. Lo sabes. Lo sabemos todos.