Al día siguiente, Marcelo despertó tarde. Hacía mucho tiempo que no descansaba tantas horas y mucho menos en una cama tan cómoda. Se duchó y vistió con tranquilidad hasta que volvió a recordar a Susana, a su jefe e incluso a su madre. «Soy un inconsciente, de seguro han de estar preocupados… cuando llegue van a matarme» pensó angustiado. «Y aquí que no usan los celulares, ¡qué anticuados!». Tomó su maleta y salió del hotel sin ninguna preocupación de los gastos, pues el alcalde ya les había dicho que todo iba por su cuenta. Subió a su auto y a cada ciudadano que se topó le preguntó por Gustavo Morales, a lo que respondían que sí lo conocían pero que no lo habían visto. Posteriormente trató de buscar a los técnicos y una señora le dio la dirección de los únicos que había en el pueblo, pero sintió una gran contrariedad cuando estos le informaron que Gustavo no fue con ellos el día anterior.
Como no supo a dónde más dirigirse, volvió a ir a la mansión del alcalde T. Una vez allí, lo recibió el mayordomo.
—El alcalde T está muy ocupado, ni siquiera se encuentra aquí, está en el ayuntamiento, pero buscaré quién pueda ayudarlo con su problema.
—No es necesario molestarlo, solo necesito que Gustavo Morales aparezca con mi celular.
—Veré qué puedo hacer, mientras tanto acompáñeme a la sala de estar, siempre es más cómodo esperar allí, y el alcalde T quiere que todos sus ciudadanos estén satisfechos.
«Pero yo no soy ciudadano de aquí» pensó molesto en lo que seguía al cordial mayordomo. Esperó unos quince minutos hasta que alguien entró a la sala de estar.
—Buenos días.
Marcelo, que no había escuchado los pasos ligeros de su anfitrión, pegó un brinco. Volteó a ver, apenado, a la persona que lo atendería y se sorprendió de ver allí a Dana, que rio un poco al ver su reacción.
—Dana, buenos días. —Se levantó para darle la mano—. ¿Cómo estás?
—Muy bien, ¿y tú? —Ella se sentó y con la mirada le indicó a Marcelo que imitara su acción.
—Bien. Bueno estoy algo preocupado.
—¿Por qué?
—¿Has visto a Gustavo? Ayer dijo que arreglaría mi celular para que pudiera hacer llamadas, pero hoy fui con los únicos técnicos del pueblo y me comentaron que no les entregó nada, ¡ni siquiera se asomó por allí!
—Gustavo suele ser un poco distraído, no te preocupes. —Trató de calmarlo.
—Lo necesito con urgencia, debo ir a casa.
Dana se limitó a analizarlo con la mirada.
—¿Por qué?
—¿Por qué? —Repitió —. Pues porque allá están mi familia y amigos.
—Mmmm… Sabes, Marcelo, este es el lugar más hermoso del mundo. Somos pocos pobladores pero todos nos llevamos muy bien y nos apoyamos… Acabo de llegar a la conclusión de que eres raro.
Marcelo rio al escuchar eso.
—Vaya, no eres la primera persona que me lo dice pero aun así, ¿qué tiene que ver?
—La mayoría de la gente que pisa este lugar, mejor dicho, todas las personas que pisan este lugar jamás se quieren ir. Cuentan que en sus casas hay muchos problemas, gente hipócrita y gobiernos corruptos. En cambio, aquí no hay nada de eso; si alguien llega a tener un problema, todo el pueblo le ayuda… —Pausó unos segundos —. Eres raro porque eres el primero que quiere irse.
—¿Ah, sí? —Alzó una ceja—. Bueno, yo tengo familia en casa y un trabajo que debo conservar.
—¿Te gusta tu trabajo?
—Pues… —Se quedó pensando—. Más o menos. —Aceptó luego de varios segundos.
—¿Qué eres?
—Soy contador. No me malinterpretes, amo lo que estudié, solo que a veces el trabajo es un poco tedioso y, como dices, la gente es muy pesada.
—¿Cuál es tu trabajo ideal?
—Bueno, no sé… De hecho, sí me gusta ser contador, solo que me gustaría un ambiente de trabajo menos pesado.
—¡Tienes mucha suerte! Mi padre necesita un contador nuevo.
—¿En serio?
—Sí, el que tenía antes lo dejó todo para seguir su sueño de ser cantante… Todos lo apoyamos.
—¡Vaya! —Exclamó—. Yo… No sé, tendría que pensarlo.
—Piénsalo. Imagínate, ser contador de un alcalde no es un trabajo que le ofrecen a uno todos los días.
—Primero tendría que hablar con Susana.
—Oh, ¿eres de los que le piden permiso a la novia para todo? —Se burló.
Marcelo enrojeció un poco.
—No en realidad, pero ahora debo de hablar con ella de todos mis proyectos, te recuerdo que pronto me casaré.
—Cierto.
—Por cierto, ¿sabes dónde está Gustavo?
—No tengo idea. —La chica le guiñó el ojo y se excusó con rapidez, diciéndole que siguiera esperando, ya que Gustavo siempre acostumbraba acudir a esa hora.
***
Marcelo estuvo esperando dos horas a Gustavo y este último jamás se dignó a aparecer. Furioso, salió de la casa del alcalde T y hasta ignoró al mayordomo cuando le dijo que esperaba que regresara pronto. Como no sabía qué hacer, volvió a regresar al hotel.
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Editado: 03.12.2023