Las palabras o términos subrayados serán explicados al final del capítulo
Nos retiramos a una pequeña parcela que mi abuelo le dejó a mi papá como herencia, al ser hijo único no tuvo que pelearse con ningún hermano, sino tendría que aprenderse de memoria los capítulos de La Jueza, un programa parecido a Caso Cerrado, pero con las leyes chilenas. Era un buen abuelo, el tata Beto, me daba dulces cuando papá no miraba, recuerdo que siempre se metía cuando mis papás me regañaban y me ayudaba cuando rompía cosas por accidente. Lamentablemente murió de un cáncer muy avanzado a los cincuenta y seis años.
La parcela tenía una pequeña cabaña de madera color café caramelizado, techo marrón oscuro, ventanas aisladas de la temperatura en especial del gélido frío invernal del sur, como de las colonias alemanas que se instalaron en Chile tras varias décadas de la Independencia. Está algo alejada de los ríos y del lago, lo que nos ahorra problemas con las normativas de libre acceso a las superficies de agua, ya que los lagos, ríos y mares son todos de uso público, incluso si algunas playas no sean aptas para el baño. Ya era de noche y tras estacionar el auto dentro de la parcela, encendimos las luces en la cabañas, papá cerró con candado el portón del estacionamiento, el que tenía un techo para la temporada de invierno. En el interior de la cabaña las paredes eran del color de la madera en todas las habitaciones, exceptuando, el baño.
Nos quedamos en la salad principal de la cabaña que tenía un concepto abierto compartiendo espacio la cocina, el comedor y la sala de estar.
El silencio rondaba entre nosotros, creando tensión en el ambiente. Miré a mis papás, ninguno de los tres quería comenzar a hablar.
-Entonces ¿De dónde dices que vienes? ¿Cómo terminaste encontrándote con mi hija? —preguntó mi mamá tensa, estaba muy tensa.
Hice de traductora, como en la plaza central de Puerto Varas.
Elektra sonrió con entusiasmo.
-Vengo de un mundo llamado Bijoutier, en una dimensión paralela a esta; me entregaron un mapa de los portales interdimensionales; uno por hemisferio. El Portal Norignia y el Portal Huilliaricuos —relató la rubia de piel morena—. De casualidad detecté la gema de otro orferino, pero nunca creí que ella haya estado tanto tiempo lejos de Bijoutier.
Creo que esta noche no dejaría mi papel de intérprete.
-¿Qué es un orferino? ¿Cómo te llamas, jovencita? —preguntó curioso mi papá frunciendo el entrecejo y rascándose el bigote.
-Soy Elektra Jupthor, señor, del reino de Ignita. En Bijoutier nos llamamos a nosotros mismos "orferinos" por la gema que sobresale de nuestros cuerpos al nacer. La gema al desarrollarse nos otorga un poder natural, gracias a nuestra creadora, la Prisma —explicaba serenamente apasionada Elektra, devota a la supuesta Prisma.
-¿Por eso tienen piedras o gemas? ¿Para darles una especie de magia? ¿Podrías darnos un ejemplo, por favor? —pidió mi mamá amablemente, pero escéptica.
Elektra puso sus manos sobre la mesa, las juntó y las separó ligeramente, su gema brillaba de forma limpia sin intermitencia, se veía y escuchaba como unos rayos eléctricos pasaban entre sus manos con absoluto control, las volvió a juntar, la luz de su gema en la mano izquierda dejó de emitir su dorada energía, y al separarlas nuevamente no había nada.
-Soy una orferina de agatha, domino la electricidad y sus características —dijo ella orgullosa del poder que poseía—. Mis superiores me mandaron hacia el reino de Aricuos y decidí tomar este atajo.
Mis papás estaban tan sorprendidos como yo.
"Si es cierto lo que ella dice ¿Por qué yo no puedo? ¿Por qué mi pied... gema no ha mutado como la suya?".
Mamá se levantó nerviosa.
-¿Puedes mostrarnos el mapa? Tal vez, Marianna pueda reconocer el lugar mejor que yo o mi hija; ya que la familia de mi esposa ha estado presente desde siempre —preguntó mi papá serio—. Además, ella ha trabajado como guarda parques en varias reservas nacionales, puede ser más útil.
Elektra extendió el mismo pergamino que había visto en la plaza por el largo de la mesa.
-El portal al que llegué fue este de aquí —Elektra señaló lo que actualmente era el límite entre Alaska de los Estados Unidos y el territorio canadiense.
-Debo llegar a esta cueva, pero este mundo es muy diferente al que me habían planteado en el mapa —nos indicó la rubia—. Necesito encontrar este portal lo más pronto posible, ando con prisas y también soy algo impaciente.
Mi mamá miró un buen rato el mapa, fruncía el ceño y luego arqueó las cejas sorprendida.
Se acercó y puso su mano donde estaba la cueva.