Bijoutier - La Yeminesa Bastarda

Capítulo 3

Las palabras y términos subrayados serán explicados al final del capítulo.

Esa misma tarde preparé mi mochila negra, la misma que llevé a mis vacaciones; no tenía una de trekking y una maleta es poco práctico

Esa misma tarde preparé mi mochila negra, la misma que llevé a mis vacaciones; no tenía una de trekking y una maleta es poco práctico. Guardé dentro un poco de ropa de verano e invierno, un estuche, una cantimplora, zapatillas, una linterna que se recargaba con el sol, un botiquín de emergencias, un cuaderno en blanco y un pequeño álbum de fotos.

Nos acostamos temprano porque había que madrugar para llegar de día a la comunidad mapuche de donde pertenecía mi abuela Rayen antes que se mudara a Santiago a trabajar. No la conocí, murió antes de que pudiera hablar, mamá me contaba que la tuvo a temprana edad y el progenitor de mi mamá desapareció sin dejar rastro, en ese tiempo no había redes sociales ni tantas leyes sociales.

Vi en mi celular que ya eran las cuatro de la mañana, no podía dormir. Íbamos a salir entre las cinco y las seis, me levanté al baño con mi celular en la mano miraba la galería.

Me bañé bien, me ordené el pelo verde en mi bandana, y me coloqué una polera holgada verde manzana, mi polerón azul verdoso, un cortaviento negro de esos que se parecen a Michelin, unos jeans y unas zapatillas negras. Mis ojos se reflejaron en el espejo, destacando un iris fucsia. Guardé el medallón en uno de los bolsillos con cierre, temía perderlo.

Salimos como a las cinco, la carretera estaba expedita a esa hora en la ruta cinco sur, llegamos de madrugada ya que no paramos salvo en una gasolinera Copec. Manejó esta vez papá para que mi mamá pudiera hablar con los cuidadores de la CONAF de esa área, ya que no es apta para el público. Nos bajamos del auto frente a un cerco de madera rústico, debíamos pasar por una comunidad mapuche para llegar a la cueva. Mi mamá se quedó un rato charlando con un viejo amigo suyo. Yo me bajé, colgándome la mochila y aseguré la bandana en mi frente, Elektra se bajó también, papá dejó el auto al frente de la casona donde se resguardaban los de la CONAF ya que no estaba permitido el uso de vehículos dentro de la reserva natural.

Rodeada por unos arrayanes y araucarias, se veía a los pies de un cerro una estructura rocosa con forma de peñasco, la cueva.

Elektra sacó su pergamino y comprobó si era la misma cueva.

-¡Allí está! Muchas gracias —exclamó ella entusiasmada.

Descolgué la mochila de mis hombros, revisé que no me faltara nada y todo estuviera en su lugar. Volví a ponerme la mochila a la espalda, enganché unas cintas de la mochila a mi cuerpo para no perderla.

Abracé a mis padres con fuerza, era probable que no los volviera a ver nunca más. Una opresión en mi pecho me causaba dolor.

-¿Estás segura de esto? —me preguntó mi madre, sollozando a mares.

Me separé un poco de ellos, sentí ganas de llorar yo también.

-Tengo... tengo que hacerlo —tratando de sonar firme, pero mi voz salió gangosa al final.

Mi papá cubrió mis manos con las suyas.

-Escucha Aylén, sé que estás decidida a irte y has crecido con buenos valores —decía él con la voz gangosa—. Sé que te sobreprotegimos para que no sufrieras. Nunca te has enfrentado a lo cruel que puede ser la gente y es en gran parte nuestra culpa. No importa lo que encuentres, nunca olvides que nosotros te amamos y te vamos a seguir amando por el resto de nuestras vidas. Puedes regresar a casa cuando quieras.

-Siempre estarás en nuestros corazones, aunque estemos separados, cariño. Fuiste un regalo inesperado Aylén, por eso nos es tan difícil dejarte ir —sollozaba mi madre.

-Gracias por permitirme realizar esta locura. Siempre serán mi mamá y mi papá. Los amo —confesé despidiéndome de ellos aguantando las ganas de llorar.

Respiré hondo, agarré las mangas de la mochila dándome coraje para emprender el viaje, sentí las lágrimas caer y me di la vuelta, no iba a mirar atrás o temía cambiar de opinión.

Fui con Elektra a la cueva.

El tiempo la habían deteriorado bastante, solo quedaba la entrada y un corto túnel, en el techo revoloteaba una familia de murciélagos que no paraban de chillar, la luz ingresaba frente a una a pared con dibujos tallados que milagrosamente estaban intactos.

En el centro de la pared una pirámide con base pentagonal estaba siendo sostenida por varios hombres de palo que se inclinaban, en la punta una estrella concentraba distintos fenómenos de la naturaleza: agua de lluvia, relámpagos, una llama de fuego, un tornado, la germinación de una semilla, una calavera de veneno, un golem y un volcán. En la base un pequeño pentágono negro, a los pies de los hombres otro par de pentágonos; uno enano con una piedra esférica transparente que sobresalía de la pared y el otro grande donde iría la pirámide. Alrededor de los fenómenos naturales y los hombres unas piedras en cadena formaban un círculo.

Elektra sacó su pergamino y se acercó a la pequeña esfera en la pared, hizo una seña para que yo también me acercara.




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