Billete de ida (narciso)

Capítulo 5: Profesor particular.

Capítulo 5: Profesor particular.

13 de septiembre, 2019.

Había visto a Erlin en la gran mayoría de mis clases, también a Daniella, pero aún no me animaba a quedar con ellas; pertenecían a círculos distintos de amigos, aunque no parecían llevarse mal. Daniella y yo nos habíamos tomado un café un día por la mañana y me invito a ir con sus amigos y ellas a comer hoy para que me presentara oficialmente y así empezar a encajar. Decliné su oferta porque Erlin y yo ya habíamos vuelto a hablar y quedado para comer ese día, pero le hago saber que otro día sería genial para mí.

Era viernes y eso implicaba dos intensas horas de matemáticas con el profesor König. Entro a la clase varios minutos antes de que sea la hora del comienzo, el profesor aún no ha hecho acto de presencia. Mi sitio está ocupado por el mismo joven que había visto en la consulta y con el que Jhon había mantenido una conversación y que había dicho llamarse ¿Narciso? Qué mierda de nombre es ese, vamos a ver. Y eso que yo me llamo Manuela Schrödez Garsia en Alemania y Manuela Eschorrez García en España.

No quiero hacer enemistades y tal vez a alguien le pudiera sentar mal si yo le quitaba el sitio. No quería ponerme en el suyo, era en primera fila y yo no estaba preparada para afrontar al profesor König mirándome y esperando mi participación en la clase. ¡Con lo jodida que voy en su asignatura y con lo que me cuesta entenderle cuando se embala a hablar!

—Mmm… perdona —Me mira, está muy atento a mis palabras. Apoya los codos en la mesa y sujeta su cara con sus manos, como si estuviera pensativo—, estás en mi sitio. Bueno, a ver, el sitio que estaba libre la otra vez y pues ahora puedo considerarlo… eh… ¿mío? —Intento no sonar nerviosa porque él realmente me impone.

—No sabía que los sitios tenían dueño, Manuela.

—Yo… es que… todos nos ponemos en un lugar por costumbre y…

—Puedes tomar el mío si quieres —No deja de observarme y sonríe, tiene una preciosa sonrisa, casi infantil podría catalogarse. Se ha afeitado la perilla y ahora luce bastante más joven—. Pero si el problema está en sentarte en primera fila, estoy seguro de que no te importará sentarte a mi lado.

Me gustaba el sitio que él me había quitado porque nadie más se sentaba ahí y por ello no me sentía observada.

Tras una larga respiración y sintiéndome indirectamente presionada cuando empiezan a entrar el resto de los alumnos decido sentarme a su lado. Es zurdo, lo sé cuándo le veo coger el bolígrafo y anotar la fecha de hoy en la libreta que tiene abierta.

—¿Puedes cambiarme el sitio? —Me vuelve a mirar, girando parte de su cuerpo hacia mí. ¿No está incómodo en pupitres tan pequeños siendo tan jodidamente alto? — Soy diestra.

Parece entender, pero le da igual y vuelve a colocarse en su anterior posición.

El profesor saluda cuando entra diciendo “Servus” y entiendo que será algún tipo de saludo en el dialecto que él habla.

La clase va transcurriendo con normalidad, sigo sin enterarme de mucho excepto cuando mis compañeros preguntan algunas dudas y el profesor König las aclara.

Me tenso cuando indica que la semana que viene tendremos un control sobre lo que hemos dado hasta ahora porque nos ve un poco verdes. Eso es un problema ya que, yo llevo un mes de retraso con la asignatura. Resoplo con frustración.

—¿Problemas con las matemáticas? —Narciso empieza a recoger sus cosas aun quedando la mitad de la clase—. ¿No recoges?

—Aún queda una hora de clase. —No le miro; me atrae bastante físicamente y no es sólo por las hormonas alborotándome por completo, mi periodo ya se había ido y él seguía pareciéndome muy atractivo.

—Hará un descanso —Se encoge de hombros—. ¿Vamos?

Frunzo el ceño. Obviamente no.

—¡Venga, Manuela! —Me insta a ir con él, sin hablar demasiado fuerte.

—No. Estamos en clase.

En ese momento nuestro maestro cree adecuado hacer una pausa de 15 minutos. Ninguno de mis compañeros guarda sus bártulos, solo los adecuan para que no parezcan desordenados.

Erlin se acerca con sus labios pintados de marrón tierra y vestida con un pantalón de talle alto y una blusa a juego con sus ojos.

—A las 12:30 en la entrada del instituto, ¿sí? —Me sonríe y se acerca a su grupo de amigos que la esperan.

—¿Tienes una cita, preciosa? —Arrastra un poco las letras cuando pronuncia ese apodo y a mí me da un pequeño escalofrío, ha recogido también mis cosas y las ha guardado en mi mochila—. Acompáñame —Narciso ordena, no pregunta—, venga, Manuela, no muerdo.

Saca un cigarro de una de sus cajetillas y cuelga de uno de sus hombros su mochila mientras espera a que yo me levante con cierta desconfianza para guiarme hacia la salida.

Vamos por una puerta diferente donde indica un cartel que ahí se puede fumar; nadie se me hace conocido. A él alguno que otro sí y le saludan. Otros dejan su veneno a mitad cuando le ven y se alejan del lugar.

Es como si él tuviera la peste, pero más bien le muestran respeto, casi miedo. ¿Qué locura es esta?




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