Billete de ida (narciso)

Capítulo 16: Tulipanes, denuncias y un bate de béisbol.

Capítulo 16: Tulipanes, denuncias y un bate de béisbol.

20 de noviembre, 2019.

La operación según había explicado Jhon había salido estupendamente. No sé si es cierto o no. Pero desde luego que según me habían estado comentando, los doctores Gassenbauer y Becker habían venido desde Múnich para atender mi operación, por petición de Wolfgang Schrödez y ellos habían aceptado el trabajo.

Odiaba el acento del doctor Becker, era demasiado bávaro, demasiado fuerte y me costaba entenderle. Incluso más difícil que el del profesor König.

No me quería ni imaginar el dinero que podía haber costado, no sé si valía la pena. Yo era pro-sanidad pública, pero desde luego que no sabía bien del todo cómo funcionaba la alemana y si Jhon Schrödez estaría a favor de que contara con su uso.

Estuve en cuidados intensivos las primeras horas y fue Isabel la encargada de recibirme cuando desperté. Odiaba la sensación tan fría de estar ahí, ya había estado no sé cuántas veces y parecía que nunca tendría fin.

Sin embargo, ahí había estado mi tía, haciendo el momento más cálido o, por lo menos, dando todo de sí para que no fuera algo tan abúlico y distante.

 Me encuentro más consciente y estable, pero triste.

Ahora estoy en mi habitación, bueno la que me habían dado durante mi estancia en el hospital.

La pierna la mantengo, fue lo primero que pregunté cuando desperté, ni siquiera miré, tenía miedo a no encontrarla.

Según me dijo el doctor Becker, la recuperación debería ser rápida, pero tenía que ir con cuidado. Todo iba a depender de cómo avanzara estos días y cómo respondía al tratamiento y a la fisioterapia.

Me había despedido de Isabel casi a primera hora de la mañana, por desgracia, ella tenía que seguir su vida en España, con sus perretes y su trabajo. Lo mejor de estos días, además del hecho de verla, había sido ver sus desplantes hacia Jhon.

Creo que hasta él le agradecía que le hablara en español porque se sentía avergonzado de cómo lo trataba y mangoneaba. Jhon simplemente le dejaba hacer, porque pasaba de movidas. Estaba demasiado estresado.

A mí me parecía una situación bastante graciosa, de hecho, me había animado bastante durante el preoperatorio y postoperatorio.

Isabel le tenía rabia, desde luego no tanta como la que le tenía a Donald Schrödez, pero le tenía manía. No lo escondía y no pretendía ser una bien queda.

Había que hablar con sinceridad, la manía que Isabel le tenía a Jhon era por mi madre, no tenía nada que ver con el hecho de que a los 11 o 12 años él dejara de comportarse como un padre conmigo.

Era más sencillo que todo eso.

A mi tía le había dolido durante mucho tiempo —y seguía doliéndole— su hermana pequeña, aunque ella no estuviera aquí; es decir, mi madre.

Lo supe en el momento en el que Caroline vino a verme y mi tía con su difícil y horrible carácter que tanto quería y echaba de menos la miró por encima del hombro.

Lo peor se lo llevó Donny —quien, personalmente, a mí me parecía encantador—. Juraría que había chispas entre ellos dos, tanto para crear un incendio como para una tensión probablemente no resuelta entre los dos.

Mi tía se negaba a hablarme de ello. Era difícil convencerla de algo e imposible sonsacarle información (a no ser que te llamaras Carmen García o Candance Baltßun).

Isabel García había estado a punto de casarse en Dinamarca con el que poco después se convertiría en el marido de Candance, había plantado a un hombre en el altar porque entre que no se sentía segura y que alguien desconocido para mí paró la boda y se fugó durante un par de días con esa persona.

Mi tía era una persona un poco extraña, odiaba las locuras y, por el contrario, ellas no paraban de buscarla.

Siempre había dicho que ella era una persona difícil y que su carácter era bastante complicado, peor era buena, de eso no tenía duda alguna. Se pasaba de borde en algunas ocasiones y podría poner de su parte para ser un poquito más educada, pero la quería tal y como era.

Alguien toca a la puerta y la cabeza de Erlin Baltßun se asoma, sonrío.

Mis amigos acaban de llegar y Jhon decide dejarlos pasar y quedarse fuera de la habitación esperando. Mejor.

Daniella no le saluda. Lo veo lógico y bien. Erlin entra con ella y con Avery —a la que noto reprimiendo sus ganas de decir algo, pero no a mí, si no a Jhon— y con un enorme ramo de flores muy bonitos.

—¡Guapetona! —exclama Erlin—, ¿cómo va todo?, ¿salió bien? —Se acerca a mi oído y susurra—. He hablado con Thomas estos días para que me mantenga informadísima.

Y Thomas seguro que estaba encantado con eso.

—¡Toma, Nela! —Dani me da el ramo de flores y se ponen a mi lado, saca el móvil y hace una selfie—. ¡Sonríe!

—Ya tenemos foto para hacer el grupo de WhatsApp. —comenta ilusionada Erlin.

Seguro que salgo fatal, me las cargo. Pero acabo riendo porque la situación así lo amerita, son muy buenas chicas.




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