Billete de ida (narciso)

Capítulo 19: Los mensajes de Hermann.

Capítulo 19: Los mensajes de Herman.

6 de diciembre, 2019.

Ayer había empezado a usar una única muleta y de momento iba bien.

En dos ocasiones Narciso había vuelto a ser la opción a la que Thomas había recurrido para que me recogiera y creo que a Narciso incluso le gustó.

En una de las ocasiones fue muy agradable, aunque no intentó nada.

Hoy me había saludado con un pico en la boca, dejándome paralizada. Era una especie de ni contigo ni sin ti que carecía de sentido común.

No le entendía, me besaba como nadie me había besado en la vida (aunque tampoco me habían besado tantísimas veces), luego pasaba de mí para después saludarme con un beso en los labios.

¿Qué se supone que éramos?

Nada.

Él ya lo había dejado claro y, a pesar de no estar de acuerdo, su claridad me había gustado. Había sido sincero en todo momento. El problema vino después, cuando yo me percaté de que quería ser algo con él, seguir conociéndonos y seguir teniendo su boca sobre la mía.

Necesitaba desconectar y, aunque me habían permitido ir a celebrar la fiesta de Sankt Nikolaus, tenía terminantemente prohibido beber una gota de alcohol. Lo comprendía, pero eso no significaba que me tuviera que gustar. ¡Yo las indicaciones las iba a cumplir! Amargadísima, pero iba a hacerlo.

Sabía quién era Sankt Nikolaus porque al fin y al cabo era una tradición que medio había mantenido mi madre cuando habíamos vuelto a España, pero nunca la había celebrado como tal.

En Alemania esta fiesta era importante, casi sagrada en el mes de diciembre. Para los niños era una fecha muuuy especial, pues gracias a San Nicolás se concibió lo que hoy en día en Europa y el mundo occidental en sí conocemos como Papá Noel o Santa Claus. No sabía de la importancia tan grande que tenía hasta que vi en las noticias a una señora mayor invocándolo y rezándole cuando su casa se inundó.

De todas formas, ellos daban los regalos la noche del 5 o del 6 de diciembre, nosotros en España lo hacíamos del 24 al 25. La fiesta era la misma.

Hoy era 6 y era una buena excusa para ir de fiesta. Sería en un polideportivo que habían alquilado algunas personas universitarias y, aunque no conocía a nadie mayor —exceptuando a Thomas—, había sido invitada.

Iría porque Thomas estaría en la fiesta. Esa era la condición de Jhon Schrödez.

Erlin, Avery y Dani iban, por suerte. Tanto el hermano de Avery (a quien no conocía) como el de Daniella eran universitarios. Felix no iba a ir, entendía la razón.

Si encontraba a Hugo Müller rondando por allí, miedo me daba cuál de los dos acabaría peor.

Me pongo un pantalón vaquero y una camisa de manga larga floral de cuello V lanuda y blanca, tapando cicatrices, pero permitiendo que el escote fuera lo suficientemente abierto como para tener un toque sexy y elegante.

Soy idiota. Sé por quién me he arreglado así y lamentablemente, no es por mí misma. Una parte de mí quería impresionarle y darle con la puerta en las narices demostrándole que se estaba perdiendo a una muy buena tía, la otra parte quería que él me deseara y que me-empotrara-mucho-pero-con-cuidado-por-fi-que-estoy-recién-operadita.

—Caroline —La llamo y camino apoyándome de la única muleta que tengo que llevar mientras ella está abrazada a Jhon en el sofá viendo en la televisión un programa musical llamado Deutschland sucht den Superstar, vamos, lo que equivaldría en España a Operación Triunfo—. ¿Puedes ayudarme con el pelo?

Ella acepta encantada y me acompaña hasta el baño del final del pasillo, deja que apoye parte de mi peso en ella y así nos movemos un poco más rápidas.

—¿Qué quieres hacerte?

—Creo que una trenza de lado estará bien.

Se sorprende porque nunca dejo que mi nuca quede al descubierto, mas no me dice nada, no me juzga. Cada una enfrenta sus batallas a sus tiempos y cuando se siente con fuerza.

No sé si me arrepentiría, pero me daba miedo que el viento me quitara toda la visión de frente si mi cabello iba suelto y, tras la cicatriz que se había quedado en mi muslo, me sentía más que lista para olvidar la que era casi invisible a ojos ajenos que desconocían su existencia.

Thomas y yo cenamos con Jhon y Caroline en la mesa de la cocina. Nunca usábamos la gran mesa de cristal del comedor, desconocía el por qué. Supongo que se usaría cuando hubiera invitados y más personas.

Me permite subir al asiento de atrás, es evidente que la Doctora Dabrowska ya le había comunicado a Jhon mi problema con ir en el asiento de copiloto.

Incluso es servicial de per se y me ayuda a colocar las muletas, hemos decidido llevar las dos por si acaso necesitara un apoyo mayor.

Arranca y algunos villancicos empiezan a sonar, él refunfuña y creo que siente un poquito de vergüenza.

Cambia a una radio de música alemana y por lo que reconozco en su sintonía se trata de la más famosa entre los jóvenes y se llama Einslive, vamos, lo que en el mundo hispanohablante serían Los 40 principales de toda la vida.




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