Billete de ida (narciso)

Capítulo 20: Quemaduras.

Capítulo 20: Quemaduras.

Juraría que se siente intrigado por saber hasta dónde estoy dispuesta a llegar, y si soy honesta por una vez conmigo misma, he de decir que la respuesta no la sé ni yo.

No sé dónde está mi límite ni tampoco me importa mucho ahora mismo.

Es más, mi tope hace un buen rato que lo crucé, ni yo me reconozco.

Por otro lado, creo que Friedrich Vögel tiene un poco de miedo. Está asustado de mostrar sus debilidades.

¿Acaso alguna vez las ha mostrado?

Yo también tengo miedo, pero no de la misma manera. Él necesita ser fuerte y yo me muestro débil.

¿Quién es más valiente?, ¿el que se muestra tal y como es roto, destruido, agotado y con lágrimas en los ojos o el que se muestra impasible, indestructible, sin miedos y con la coraza de ser invencible?

Respiro hondo y vuelvo a la realidad, una bastante cruda, pero que ahora mismo me atrae demasiado.

Él no lleva camiseta y yo tampoco.

Sólo he estado tres veces desnuda o semidesnuda delante de un hombre y fue con un valenciano cuando estábamos de campamento el verano anterior.

Había perdido mi virginidad demasiado rápido y, aunque no me arrepentía, sabía que perfectamente podía haber esperado. Por lo menos el chico fue agradable y no me dejó ningún trauma.

Ahí acababa mi contacto en el mundo del sexo más allá de los besos.

Estar en sujetador delante de un hombre como Friedrich Vögel me intimidaba y avivaba a partes iguales. Pero yo tenía una misión, yo necesitaba conocerle.

Se fija en mi cuerpo, recreándose y observando todo lo que puede o eso es lo que me parece. No me hace sentir incómoda, pero sí que me hace estar algo nerviosa, él me encanta.

Había elegido un sujetador de encaje blanco porque me gustaba el escote que me hacía con la camisa que había llevado hasta ahora.

Toca mi abdomen y acerca su pulgar a mi ombligo. Tiemblo.

—¿Llevabas un piercing en el ombligo?

—Sí…

Es observador. Nadie se habría dado cuenta, no es algo en lo que caigas a primera vista. Pero él no era una persona cualquiera, él era Friedrich Vögel, era diferente a su manera.

Mi madre me había acompañado a hacérmelo cuando cumplí 15 años, prefería ser ella la que me diera el permiso y venir conmigo a un estudio profesional a que decidiera hacérmelo en cualquier lugar por mi cuenta. Era una madre previsora.

—¿Por qué ya no lo llevas?

—A raíz de las operaciones me lo tuvieron que quitar —Me encojo de hombros—. Quizás algún día vuelva a ponérmelo.

—Me gustaría verlo, es sexy.

No miro hacia arriba, no puedo. Estoy demasiado sonrojada.

¿Es un chico con fetiches? Porque me encantaría convertirme en el suyo.

—¿Por qué no has ido a la fiesta? —Necesito frenar mis hormonas, quiero ayudarle y estar nerviosa y con las piernas hechas gelatina no es que sea muy bueno.

Con su mano alza mi barbilla, quiere que le mire a los ojos directamente. Tiene la mirada oscura a pesar de la claridad de sus ojos azules.

El contraste de ambos mundos en sus ojos es algo que me tiene fascinada.

—En dos días es una fecha muy especial, no puedo beber alcohol ni los días previos ni los días posteriores.

¿Friedrich Vögel había tenido problemas con la bebida?

—Eso es…

—Acércate, quiero besarte.

Eso sí que no me lo esperaba, no me da tiempo a reaccionar cuando me toma de la cintura, apoyando su mano en la parte baja de mi espalda y obligándome a dejar todo mi peso en él.

—Ten cuidado con la pierna. —Le advierto.

—Me vas a traer muchos problemas…

Dice antes de juntar sus labios con los míos.

Si en algún momento me imaginé en un momento de locura que Friedrich Vögel no besaba tan bien como había creído en un principio, lo desmentía ahora mismo. Sabía besar, sabía usar la lengua y mover los labios.

Era increíble cómo lo hacía.

Mi mente está medio nublada cuando nos separamos. Él sabe lo que hace. Él sabe cómo distraerme. Él sabe cómo volverme más adicta a él si es que eso es posible.

Pero esta vez, no estoy dispuesta a perder.

—¿Cuándo es la fecha señalada y por quién?

—No vas a parar hasta conseguir lo que quieres, ¿cierto?

—Quiero saber hasta dónde tú estés dispuesto a contarme…

—¿Y si no quiero contarte nada?

Voy a cambiar de estrategia.

—Solitario y cercano.

—¿Qué?

—Tus dos estilos —Sonríe al recordar la referencia, le encanta que me acuerde de él o eso creo—. Podría decirte bastantes más, pero tú decidiste simplificarme en dos y yo voy a hacer lo mismo contigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.