Billete de ida (narciso)

Capítulo 23: Falta de comunicación.

Capítulo 23: Falta de comunicación.

19 de diciembre, 2019.

Friedrich Vögel había ganado el juicio, bueno, más bien Jhon había conseguido llegar a un acuerdo con el abogado de Dian y ambos habían hecho un trato del que yo no tenía ni idea.

Pero Jhon estaba satisfecho. Él era realmente bueno en su trabajo. Y eso me llegaba a sacar de quicio. Narciso merecía pagar por lo que había hecho.

Se quita la bufanda y me mira.

—¿Podemos hablar en mi despacho? —Su voz cuando habla en castellano es calmada, no muestra muchas emociones, algo curioso, puesto que, es un idioma con una tono muy cantarín y ritmo.

—¿De qué? —Bajo el volumen de la televisión.

Hoy había sido un día aburrido, las clases habían sido terriblemente soporíferas, pero por lo menos iba entendiendo el temario.

Quería sacar el curso como fuera posible.

No quería repetir curso, estaba batallando con la pérdida de mi madre y necesitaba mantener la mente ocupada, sin embargo, estaba completamente bloqueada. Era incapaz de ser la Nela de siempre, risueña, con carácter y fría. Ahora era mucho más cariñosa, sensible y parecía no tener personalidad.

Me odiaba por eso.

—Es algo importante, Manuela.

Su azulada mirada me otea con algo de esperanza, juraría que, con algo de temor, pero sobre todo con entusiasmo.

—Está bien. —Apago la tele y me levanto.

La semana que viene empezaría a usar la cinta de correr que Caroline habitualmente usaba y que estaba junto a sus plantitas en el patio interior del segundo piso. Ansiaba recuperar una parte de mí misma, algo de lo que yo era y que estaba escondido. Empezar por hábitos anteriores al accidente como correr, aunque fuera en una máquina de gimnasio me parecía muy buena idea y se la debía a la Doctora Dabrowska.

También me había recomendado plantarle cara a Jhon Schrödez, con educación y entendimiento, pero plantarle cara.

Jhon era escurridizo, no era de esos que te buscaban para hablar de los problemas y solucionarlos. Él separaba mucho su trabajo de su vida privada, hasta el punto de no ir a buscar soluciones o estudiar la problemática que un abogado sí haría.

En mi opinión, era algo cobarde, se tenía en tan alta estima que esperaba que el resto viniera a calmar las cosas y no ser él quien diera su brazo a torcer.

A no ser que estuviera discutiendo, ahí no tenía inconveniente de buscarte hasta el fin del mundo.

No sabía cómo, pero su estrategia le funcionaba a la perfección.

En silencio le sigo hasta su despacho, me indica que me acomode, este lugar ya lo conozco.

Sigue tan impoluto como siempre.

Me sorprende ver una copia de la foto que le obligué —más bien empujé— a quitar y que rompió su marco al ejercer cierta fuerza: mamá, él y yo.

Cuando aún nos quería y no sólo era un deudor que pasaba mensualmente una pensión alimenticia.

Me gustaba que su decisión hubiera sido mantenerla.

—Antes de que se me olvide —Jhon revisa entre sus carpetas y veo algunos documentos en español—. Todo el papeleo está en regla y cobrarás la pensión de orfandad en poco tiempo. Tendremos que ir al banco a hacerte una cuenta, había pensado que el Sparkasse sería una buena opción… —Se sienta en su cómoda silla de trabajo y veo cómo se coloca unas gafas, nunca le había visto con ellas puestas—. No es que sea mi banco favorito, pero para los jóvenes está bien, aunque hasta los 18 años no podrás tocar ese dinero, estará ahí.

—¿Pensión de orfandad?

—Sí, en tu caso de un solo progenitor, tu madre, así que recibirás algo menos.

—¿Y por qué no he sabido de eso hasta ahora?

No sabe qué responderme. Es evidente que tenemos una gran falta de comunicación.

—Por suerte no se ha expirado el plazo, llevo trabajando en que todo tu papeleo esté en regla desde hace meses, pero necesito tu firma para que Donny pueda llevar a España todos los documentos y que no falte nada.

—¿Por qué Donny?

—Es tu padrino, si le autorizo como tutor legal, puede hacerlo.

—¿Y por qué no sólo mandarlo por correo urgente y que mi tía se encargue?

—Nela —Se me hace raro cuando me llama por mi apodo, ya no odio que me llame por mi nombre completo porque comprendo su razón, es al único al que le permito nombrar cómo me llamo—, estamos en casi época vacacional, se agotan los plazos.

Me encojo de hombros y le pregunto dónde debo firmar, cuando tomo un bolígrafo suyo y me predispongo a marcar mi firma, me frena de manera abrupta impidiéndolo.

—¡Tienes que leer todo el documento antes! —Suena algo exasperado.

—Jhon, ya lo has leído tú y has trabajado en él; eres abogado, no creo que vayas a fallarme en eso.

Es una pulla y no sé si es consciente, pero si lo es, la ignora por completo.




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