Billete de ida (narciso)

Capítulo 32: Un pacto.

Capítulo 32: Un pacto.

 

Me carga en brazos y camina hacia algún lugar que desconozco.

¡Ni siquiera me han enseñado la casa!

Él en cambio, parece que conoce bien el sitio.

Abre una puerta y me sorprende ver la claridad de la estancia. Además, es evidente que hacía unos años había sido reformado.

Me deja en medio de la cama y me quita el abrigo, el jersey y todo lo que hay cubriéndome a excepción del sujetador. Se deshace de su sudadera y la tira al suelo.

Quita mis zapatos y me posiciona en un lugar perfecto y estratégico para poder maniobrar como quisiera.

Apoyo mis codos en la cama y me recreo viendo cómo se desnuda delante de mí. Es rápido y desesperado. Algo torpe por la necesidad de terminar de retirar su ropa.

—Quiero-o verte…

—¿El qué exactamente?

A Friedrich le gustaba hablar sucio y un poco vulgar. Se había controlado desde el principio porque temía asustarme, pero una vez ya habíamos pasado a la siguiente fase y nos habíamos conocido un poco mejor, había decidido hablarme como él se sentía más cómodo.

Eso. —indico señalando el creciente bulto dentro de su bóxer.

Me relamo y no puedo evitar dejar mi mirada más tiempo de lo normal en su paquete.

Sonríe complacido y mete la mano dentro de la tela, tocándose un poco y sin obsequiarme con el posible espectáculo que podría ser ver a un hombre como él acariciándose a sí mismo.

—Deja que te vea.

—¿El qué? —Vuelve a preguntar.

—Tu pene-e.

Se muerde el labio inferior y noto mis mejillas arder.

No es que no me gustara llamar las cosas por su nombre, es que sentía un poco de vergüenza porque no estaba familiarizada con algo más allá de lo que podría ser un mete-saca.

Friedrich era generoso en cuanto a su cuerpo y en cuánto cómo dar placer a una mujer. Era una bendición que no cualquier podía disfrutar.

Toma la cinturilla de su ropa interior y la baja con rapidez, sin permitirme la opción a prepararme para el momento.

Está completamente empalmado y yo creo que me he quedado con la garganta seca. Dios santo, a mí eso no me va a entrar en la vida.

Me paso la lengua por el labio inferior, deseosa de él y planificando qué puede ocurrir entre nosotros dos cuando se mueve con gracia y algo de arrogancia hacia mí.

Es perfecto.

Tira de mis tobillos y pego un pequeño chillido cuando se coloca entre mis piernas.

Su gran longitud chocando con mis pantalones.

—¿Puedo? —Alza una ceja.

—Sí.

De un rápido movimiento se deshace de mis leggins y deja a la vista un tanga negro que me había puesto.

No iba a volver a cometer el mismo error de llevar unas braguitas de algodón.

Deja un beso en mi vientre y me incorporo un poco cuando noto una de sus manos impidiendo que cierre las piernas y la otra escarbando por dentro de la ropa interior.

—я хочу трахнуть тебя.

«Quiero follarte»

—¿Qué? —Tiro de las hebras de su cabello y le obligo a levantar la cabeza—. A mí no me hables ahora en ruso.

—Cállate y deja que te coma —ordena—. ¿O es que tienes algún problema con ello?

Me encantaba que, a pesar de ser tan exigente como siempre, no dudara en asegurarse de que yo estuviera cómoda con lo que quería hacerme.

Friedrich me hacía sentir que la opinión respecto a mi propio cuerpo era válida y eso me daba tanta confianza en mí misma y en lo que pretendía hacerme que sólo quería decirle y mil veces .

—Hazlo, por favor.

Aparta el tanga hacia un lado y noto cómo presiona sus labios en mi ingle y cómo su lengua decide conocer la parte más íntima de mi cuerpo.

—Joder —Su voz hace una especie de vibración y me lleva a empujar las caderas hacia arriba en un gesto instintivo—, siempre tan mojada, preciosa.

Su pulgar juega con mi hinchado clítoris y pierdo la fuerza de mis brazos cuando a su boca se unen dos dedos jugando dentro de mí.

Primero uno y luego otro, acostumbrándome a la intrusión que ya había conocido hacía unos días.

Me tortura con lentitud y me agota poco a poco llevándome a lo más alto y sin permitir que alcance el orgasmo.

Juega con mis sentidos y descubro lo mucho que me gustaría hacerle lo mismo a él.

—Friedrich… —Levanta la cabeza nada más escuchar su nombre—, quiero tocarte.

No titubeo y eso le da la confianza suficiente para levantarse y besar mi boca mientras lleva mi mano hacia su polla.

Es enorme y suave.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.