Billete de ida (narciso)

Capítulo 37: El efecto Nela Schrödez.

Capítulo 37: El efecto Nela Schrödez.

—Friedrich —interviene Jhon acercándose a nosotros—, llevaba tiempo sin verte —Sé que está fijándose en la postura que tengo al lado de él y le escucho suspirar—. Estoy demasiado cansado como para amenazarte —dice con un tono de rendición—, ya hablaremos sobre eso otro día. Ahora tengo que ocuparme de toda mi familia, pero las manos las mantienes donde pueda verlas, muchacho.

—Como tú quieras, suegro.

Lucha por no soltar una carcajada puesto que no era ni el momento ni el lugar sin llegar a separarse de mí, pero ofreciendo cierta sumisión a mi padre. Como si fuera un niño bueno que nunca había roto un plato y que esperaba órdenes para cumplir.

La realidad era muy distinta, ni era un chico bueno ni aceptaba que nadie le diera las normas que seguir.

Jhon permite que las comisuras de sus labios se eleven un poco, permitiéndonos observar un gesto casi imperceptible, pero que estaba ahí.

—Va, papá —Se burla Thomas—, no seas tan anticuado.

Thomas y Friedrich no parecían ni conocidos a simple vista porque no les gustaba mostrar el cariño que se tenían en público. No obstante, eran mejores amigos, tenían una complicidad que con sólo una mirada llegaban a entenderse y, lo que más admiraba de ellos es que a las espaldas se defendían y a la cara se sinceraban.

Entre ellos la falta de comunicación no era un problema y, como espectadora, me declaraba fan de una amistad tan sana.

—Lo siento mucho —Narciso decide no soltarme cuando con sinceridad muestra su apoyo—. ¿Se sabe algo más?

¿A qué se refería?

—Si no se reclama la herencia de Oleg Bogdanov se la quedará el Estado, en cuanto a tu padre…

—Eckbert —corrige sin miedo al que ahora era estaba ejerciendo de abogado—, se llamaba Eckbert.

—En cuanto a Eckbert Vögel, la herencia es algo más complicada.

Narciso asiente.

—¿Y sobre lo ocurrido? —Comienza a acariciar con disimulo mi espalda, haciendo círculos imaginarios por encima de la ropa y siendo muy cuidadoso con sus movimientos—, Donny me ha puesto más o menos al tanto.

Habla con rabia y aprieta el puño que tiene libre, negando con la cabeza.

—Alguien nos la ha j-jugado. —informa Thomas.

Quiero ser partícipe de la conversación, pero enterarme de que había personas dispuestas a traicionarnos (si es que podía incluirme dentro de ese núcleo) me deja con la sangre helada y el corazón en un puño.

—Quién era el traidor.

La dureza en la voz de Narciso me hace respirar hondo, desde luego que nada estaba saliendo como debería y no lograba entender la situación.

—Traidores —puntualiza Jhon—, tenía comprados a algunos policías —Mi padre habla con rabia y dolor, lo había tenido tan cerca y a la vez tan lejos que hasta yo siento una presión en el pecho imposible de ignorar—. Florian le debe lealtad a Sanders —Eso último lo susurra para que nadie más que nosotros podamos oírlo—. Kai ha sido asesinado.

Una mueca de dolor cruza el precioso e impasible de Friedrich.

—Kai era mi amigo —Juraría que sus ojos se nublan, perdiendo la vista por un instante—, nuestro amigo.

Dice apuntando con la barbilla hacia Thomas y con esa confirmación silenciosa termino por derrumbarme.

Esto era una puta masacre y no había hecho más que comenzar.

—Una cosa más —Mi padre nos mira a los tres, en especial a mí—. Hay otro traidor que ha estado dando información, tengo mis sospechas porque soy una persona intuitiva, pero es sólo eso, un simple presentimiento sin pruebas.

***

Podía afirmar que Narciso era ese tipo de persona que odiaba hablar cuando estaba desayunando. Le molestaba el ruido y más de una vez me había pedido que le dejara comer tranquilo y que luego ya hablaríamos.

Incluso en una situación como en la que nos encontrábamos, eso no cambiaba. Parecía mentira, pero era un chico de costumbres y rutinas; necesitaba el orden dentro de su vorágine interna.

Era especial y él mismo lo sabía y, desde luego, le encantaba que se lo recordaran. Le encantaba que alimentaran su ego y autoestima cuando de por sí, le sobraba de ambas.

Estaba sentada enfrente de Friedrich, observando cómo tomaba un cappuccino y miraba su móvil sin gesticular ni mostrar ninguna mueca más allá de parpadear de vez en cuando. Su rostro permanecía estático y sosegado, aportándome la calma que creía haber perdido. Era curioso cómo me podía dar tanta serenidad una persona que era caótica como la vida misma.

Pero así era Friedrich Vögel, un spoiler andante con más giros inesperados que ni él mismo sabía en qué consistía su propia trama.

—¿No vas a comer nada? —Deja la taza de café en la mesa y deja el móvil boca arriba—. Qué hambre tenía, joder.

—Tengo el estómago un poco cerrado.

Y había dormido fatal, eso también, pero no iba a hablar de mis pesadillas y lo mal que descansaba cuando no dormía a su lado.




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