Billete de ida (narciso)

Capítulo 43: Bienvenida a la democracia.

Capítulo 43: Bienvenida a la democracia.

Consigo alcanzarle y me lamento cuando me doy cuenta de que no estamos solos en la terraza y que me encantaría poder estar más cerca de él.

Aunque parece tan tranquilo como siempre, le conocía lo suficiente como para saber que algo estaba trastornándolo.

—No deberías haber salido —Da una calada y apoya los codos en la barandilla haciéndome observar su perfil izquierdo—. Hace demasiado frío.

—No es algo que nunca te haya importado.

Tira la ceniza del cigarro antes de volver a fumar, obligándose a consumir ese veneno al que era adicto y que tantas veces había prometido que iba a dejar, sin que se desperdiciara ni un poco.

—Normalmente me he asegurado de darte yo ese calor.

—¿Y por qué no lo estás haciendo ahora?

—Porque estoy fumando.

Se encoge de hombros y algo frustrada tiro de la tela de su camisa, dándole la oportunidad de que decida si montábamos un numerito digno de una nominación a los Oscar o si por el contrario dejaba de apartarme cuando los demonios dentro de su cabeza le destrozaban.

Entendía y respetaba que necesitara su espacio, lo que no podía permitir es que él quisiera ser partícipe de todo lo bueno y malo que a mí me rodeaba, pero que me alejara cuando algo malo le estaba rompiendo el corazón.

—Vale, pues tienes dos opciones o me cuentas qué te ocurre o tendré que entrar en calor y como tú no estás dispuesto y ni siquiera me ofreces la chaqueta para que no me congele… —Estaba mal amenazarle, pero no veía otra opción—, tendré que…, pedir un cigarro e igual eso me ayuda a no tener tanto frío.

Frunce el ceño y sin mirarme responde:

—Antes te corto las manos.

Mi yo de hace meses se habría acojonado y paralizado.

Ahora me sentía tan cómoda a su lado que lo que antes habría asustado a cualquiera, a mí me parecía incluso tierno.

—Pues habla.

—¿Y qué gano yo con eso?

Narciso era incapaz de cambiar. Siempre necesitaba un beneficio independientemente de con quien negociara. Si no lograba algo, no se hacía cargo de nada.

—A mí.

—A ti ya te tengo, pesadita —Vuelve a dar una calada y gira su cabeza, haciéndome ver la mirada más letal y enfurecida que había visto en la vida—. Ni se te ocurra amenazarme con perderte por una niñatada de las tuyas porque te juro por las personas que más quiero y más he querido que estarás mandando a tomar por culo nuestro pacto y ahí descubrirías por qué digo que soy peor que el mismísimo diablo.

—¿Me estás coaccionando?

Me cruzo de brazos y me obligo a fingir que no me siento abrumada con su respuesta.

—Si quieres dejarme, que no sea con una amenaza, que sea porque ya no quieres estar a mi lado, Nela.

Tira el cigarro al suelo y lo aplasta con la suela del zapato.

Una idea me cruza por la mente.

—Es tu exnovia, ¿verdad? —Temía por la respuesta e incapaz de mantenerme calladita, sigo hablando más de la cuenta—. Por eso estás tan hundido y afectado…, porque es tu exnovia a la que eres incapaz de olvidar…

Dar por hecho las cosas no era algo que recomendara, pero si era la única forma de averiguar la verdad, seguiría haciéndolo una y otra vez.

Sobre todo, porque necesitaba descartar ese miedo que acababa de nacerme.

Para mi sorpresa suelta una carcajada que me hace sentir la persona más estúpida del planeta y consigue que se me erice la piel y no por el frío.

—Eres demasiado bonita cuando confundes a cualquier mujer de mi vida con una novia del pasado o amante.

—Se llaman celos y no es algo que me guste sentir… —reconozco siendo incapaz de mirarle.

No consideraba que fuera algo tóxico ser una persona celosa porque al fin y al cabo todos lo éramos en mayor o menor medida. Lo que me preocupaba era ser incapaz de gestionarlos y acabar siendo nociva.

Aunque sonara ridículo, creía firmemente que la mejor opción era hablarlo con él incluso temiendo que pensara que estaba loca y que no valía la pena intentarlo conmigo.

¿Por qué Narciso no tenía esos problemas de inseguridad?

Suspira, dándose por vencido y cuando pienso que va a dar por terminada la conversación, me sorprende con su pregunta.

—¿Cuál es mi grupo favorito?

—¿A qué viene eso ahora?

—Contesta.

—Linkin Park.

—¿Y su cantante?

No-sé-qué-Cheese-Benton.

—Chester Bennington —corrige sin ser capaz de aguantar la risa—. ¿Y la colección de Rocco Pfeiffer? —Se acerca y me sujeta por la cintura antes de susurrar en mi oído—: te doy una pista: igual que el cantante de Linkin Park.

—Vale, una fan de Linkin Park como tú…, ¿y eso qué significa?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.