Bitácora de un muerto #1

Capítulo 8 (Adair)

Sentía que Adair, mi hermana mayor con diecinueve años, fue la segunda más afectada.

 

De hecho Roma movió varios cables para que el viento chocara con su cara un papel de publicidad de una psicóloga. Aunque los primeros meses se rehusó, al final terminó yendo.

 

Adair lloraba en las noches y sonreía por las mañanas. Hacía las tareas que mamá tenía que hacer pero con ella incapacitada, mi hermana se hacía cargo.

 

Llevaba y recogía a Aina del colegio, hacía las tres comidas, procuraba tener la casa siempre limpia, ayudaba a Aina con sus tareas y la acostaba. Hacía su tarea y me visitaba en el cementerio, siempre tratando que mi tumba se viera arreglada y limpia cada vez que ella iba.

 

En las noches Adair se lamentaba y se culpaba.

 

Adair sufría por dentro.

 

Adair alejó a sus amigos, no quería preocuparlos.

 

Pero uno se quedó y la ayudó, había hecho que mi hermana se quitara un peso de sus hombros, había hecho que mi hermana riera de nuevo.

 

A veces guardarse las cosas para ti puede tomar factura, pedazos de ti se van rompiendo por el peso de los problemas.

 

Adair estaba muy roto, aunque ese amigo la ayudó, su psicóloga terminó de pegar sus pedazos rotos.

 

Adair iba al cementerio todos los 2 de cada mes.

 

Al cuarto mes llevó a su amigo y me lo presentó.

 

Me cayó bien, hacía reír a Adair.

 

Al año me enteré que estaban saliendo.

 

Adair y Jonathan jamás dejaron de visitarme.

 

“Te quiero, hermanita, nada de esto fue tu culpa, estoy muy feliz ¡Eres una luchadora de lo más valiente!”

 




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