Bitácora de un muerto #1

Capítulo 13 (En el más allá y pensamientos depresivos)

Duele pensar que nunca fui lo suficiente valiente para decirle a Danea un te amo.

 

Cuando se despidió de mí una frase quedó marcada para siempre en mi cerebro:

 

“Te amo, te amo, te amo, sé que tú lo hacías y sé que tú querías decírmelo, tenías miedo es comprensible y ahora que no puedes decírmelo yo lo diré por los dos: te amo.”

 

Duele pensar que no fui yo quien le dijo a mi mamá que no había conseguido la beca.

 

Duele pensar en cómo nunca fui lo suficiente valiente para enfrentarme a papá.

 

Duele pensar que nunca más jugaría fútbol con los chicos.

 

Duele pensar que más nunca iríamos todos juntos a la cafetería de la esquina a comer brownies.

 

Duele pensar que nunca más podré ver películas de Disney con mi familia.

 

Cuando subí y conocí a Roma lloré por una semana acostado en mi cama, Roma decía que podía llorar cuanto gustara, que me desahogara cuanto quisiese y que podía hablar con ella cuando me sintiera cómodo.

 

Hablé con ella después de una semana y medio acostado llorando, Roma fue muy buena conmigo y escucho mis reproches y quejas sin juzgarme.

 

Roma estuvo ahí siempre, me dejo ver como estaban mis amigos en la pantalla cuando aún no podía bajar.

 

Roma tiene una paciencia infinita como Danea.

 

Roma tiene la habilidad de hacerme reír por cualquier estupidez como Magne.

 

Roma tiene siempre un sermón que darme como West.

 

Roma me regaña como Adair.

 

Roma me cuida como mamá.

 

Roma me pide ayuda, casi nunca, como Aina.

 

Pero lo mejor de todo era que Roma nunca me pegaba como papá.

 

“Gracias Roma por hacer de mi familia para no sentirme solo, Roma eres muy importante para mí.”




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