Bitt Bonette.

XVIII

ALINET.

Simplemente no puedo borrar la estúpida sonrisa de mi rostro.

Y es que desde anoche no puedo dejar de pensar en el beso. Justo ahora nos encontramos en la carretera de regreso a la mi casa, o mejor dicho a la realidad. No hemos hablado de él beso pero creó que ninguno de los dos nos arrepentimos.

—Lastima que ya se acabó nuestro pequeño viaje—Aaron me sonríe mientras para enfrente de la enorme entrada de mi casa—Me hubiese encantado que estuvieramos unos días más allá, pero no quiero meterte en problemas.

—No te preocupes, con haber salido dos días de esta casa me conformo. No creo meterme en problemas, mi padre debe de estar muy ocupado para esto—Me quito su saco que llevo puesto—Adiós.

—Adiós.

Al bajarme de la camioneta paso los grandes portones y algunos de los guardaespaldas hasta que entró a la casa.

—Hasta que llegas—mi estúpida sonrisa se borra de inmediato al escuchar su voz —Mírate, con ese vestido pareces una.... —No termina su frase. Me mira de arriba a abajo.

—¿Una qué?, termina la puta frase—le escupo con odio.

—Una zorra Alinet—Una risa es lo único que me sale—Mírate, ni siquiera te reconozco, hablas como si fueras de la calle.

—No te confundas, no me reconoces por que nunca me has conocido. Y en que año vives,¡SOLO ES UN MALDITO VESTIDO!.

—¡No me levantes la voz!. Y parece que no te das cuenta de lo que haz hecho, ¿Como se te ocurre hacer lo de tu graduación?, ¿Sabes quien soy?. En tu vida habías alzado siquiera la voz delante de mi. ¿que te mierda te pasa por la cabeza?—se acerca lentamente a mi.

—Por supuesto que se quien eres, eres mi padre, pero solo te importa ser un famoso empresario.¡AL CUAL NO LE IMPORTA NI UNA MIERDA SU HIJA!—entonces la palma de su mano impacta sobre mi mejilla.

—No te quiero ver, me das asco, te pareces a... . ¡LÁRGATE! Y pobre de ti si sales de tu cuarto—yo corro a mi habitación con los ojos llorosos y mi mano en mi mejilla.

Te odio.

No me puedo quedar aquí, tengo que salir.

Intento abrir la puerta pero esta con seguro, comienzo a golpearla muy fuerte.

—¡ABRANME!, ¡ABRANME!—simplemente ya no puedo resistir más mi llanto y comienzo a llorar. Me voy deslizando lentamente por la puerta hasta estar sentada en el piso llorando—abranme, por favor.

Más se que no tiene caso gritar, pues no tengo a nadie, nadie me va a sacar de aquí. 
 




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