[bl] Una vez en la vida.

IX.

IX.

Fogata y luna llena

Corrió escaleras arriba esperando no ser atrapado por Rosie que corría detrás de él buscando enterarse de cómo iban las cosas entre él y su invitado; y, a pesar de que estaba agradecido de que Rosie lo hubiera invitado a pasar el verano con ellos, incluso que lo hubiera animado a ver a Joaquín como una posibilidad de amor de verano, de ninguna forma iba a alimentar sus fantasías románticas, ni mucho menos iba a contarle qué habían hablado para que Rosie pudiera presionar a Joaquín de cualquier forma que pudiera ocurrírsele. Lo último que quería era que su prima metiera su nariz en su vida romántica más allá de animarlo o apoyarlo.

—¡Vamos Ethan! —la escucho quejarse en el pasillo—. Sólo quiero hablar…

La vio detenerse y jadear agotada, apoyando sus manos sobre sus rodillas mientras intentaba respirar con mayor facilidad. Se detuvo frente a la puerta del baño, al otro lado del corredor y suspiró desganado, ver a Rosie así le hizo sentir lo suficientemente mal para volver sus pasos con lentitud y detenerse frente a su cansada prima, quien le miró sorprendida.

—¿Podemos hablar mañana? —preguntó tranquilo—. Todavía no termino de asimilar muchas cosas, ¿de acuerdo?

Rosie asintió tratando de enderezarse y calmar su respiración.

—Bien…

—Gracias, creo que deberías descansar, y hacer más ejercicio, tu condición es terrible —la aconsejó intentando cambiar el tema.

—¡Oh, cállate! —la escuchó quejarse—. Ya lo sé, ayúdame a llegar a mi recámara, tengo que ver qué me voy a poner para la lunada de la abuela.

Le ofreció su brazo a Rosie para que esta se sostuviera de él y la acompañó hasta su habitación, donde Anabel estaba terminando de arreglarse.

—Parece que ya terminaron de corretear —se burló la chica—. Emma se está bañando y ya la ayudé a elegir qué ponerse.

—Gracias —respondió Rosie tumbándose sobre su cama—. Te vemos luego Ethan, espero que la lunada de hoy te dé un buen beso cuando menos.

Entornó los ojos en respuesta y salió de la habitación de las chicas sin responder a la burla de su prima. Iría a bañarse y vestirse para la lunada; aunque se sentía ligeramente nervioso, a diferencia del año anterior que terminó huyendo a esconderse en la habitación para llorar hasta quedarse dormido, compartir una actividad que para su familia era importante con Joaquín le entusiasmaba más de lo que estaba dispuesto a demostrarle a Rosie.

Abrió la puerta de la recámara lo más despacio que le fue posible y se asomó dentro para encontrarse con que Joaquín todavía dormía profundamente sobre la cama, entró y cerró la puerta detrás de sí y se quedó mirándolo durante un momento, antes de recordar que iba a bañarse y arreglarse. Aprovecharía que Joaquín seguía durmiendo para hacerlo, y ya lo despertaría después, así podía darle unos minutos más de descanso.

El ajetreo vespertino en la casa despertó a Joaquín antes que volviera a la habitación. Las sonoras carcajadas de su madre y su tía retumbaban por la casa junto con el ir y venir de sus primas y su hermana que ayudaban a su tío y su papá a cargar la camioneta con lo que se llevarían a la playa. Lo vio aún tumbado sobre la cama con la mirada fija en el techo de la habitación.

—Pensaba despertarte cuando volviera de bañarme —le confesó apenado—. No contaba con que el ajetreo empezaría tan temprano…

—¿Qué hora es?

—Las siete y media.

—Supongo que debería bañarme para refrescarme un poco y terminar de despertar —bromeó incorporándose con lentitud—. Después de las asoleadas de hoy creo que me hace falta.

—El baño no está ocupado, así que podrías aprovecharlo…

—Gracias, ¿todavía queda tiempo?

—En caso de que quieran adelantarse yo me quedo contigo y nos vamos juntos —ofreció con un dejo de timidez—, no está tan lejos; llevan la camioneta para evitar cargar las cosas —le explicó.

Joaquín sonrió en respuesta y, tras tomar su toalla y su ropa de la maleta se acercó a él para besar su frente.

—Gracias…

Se quedó enmudecido, lo vio salir de la recámara sin detenerse y cerrar la puerta detrás de sí. Llevó sus dedos a su frente de forma inconsciente y sonrió. ¿Era una buena sensación, cierto?, es decir, había sido una caricia que nadie había tenido con él antes, pero podía acostumbrarse a esa clase de gestos.

Anabel abrió la puerta de la habitación y se quedó mirándolo con suspicacia unos segundos antes de esbozar una sonrisa.

—¿Pasó algo bueno? —le preguntó directamente—, estás sonriendo de forma rara…

—¿Qué pasó? —preguntó evitando responder la pregunta de su hermana, no podía imaginar la clase de expresión que había tenido en el rostro justo cuando ella entró—, ¿ya es hora?

—Evitas contestar… —la escuchó quejarse—. Sí, ya nos vamos, ¿y Joaquín?

—Fue a bañarse, se quedó dormido y apenas despertó.

—Debió cansarse de ir a jugar a la playa con nosotras —dijo la chica entre risas—. Es otro que tiene mala condición física.

—Supongo, aunque no hay condición física que les siga el ritmo a ustedes cuando deciden jugar en el mar…

—Te quejas mucho, hermanito.

Sonrió en respuesta. Anabel comenzó a reírse.

—Los alcanzamos allá, yo espero a Joaquín —dijo sentándose sobre su cama—. Después de todo la noche apenas empieza.

—Me gusta ver que estás de mejor ánimo —la oyó decir sin poder evitar sonreír—. Ya me tenías muy preocupada Ethan…

—Lo sé, lo lamento.

—¡No te disculpes! —se quejó Anabel—. No fue tu culpa, supongo que duele mucho cuando te rompen el corazón…

—Sí duele, pero ya estoy bien —dijo con más confianza de la que había pretendido meses atrás—. Es hora de dejar ir ese dolor.

—Me alegra oírte decir eso, bueno, nos vemos allá —se despidió Anabel dando un par de golpecillos en el hombro derecho de su hermano—. Tómense su tiempo tórtolos…




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