[bl] Una vez en la vida.

XII.

XII.

Lo que quiero es…

La abuela Cat le tomó de la mano y lo obligó a mirarla, tomándolo por sorpresa.

—Hola Martin… —saludó a su primo forzándose a esbozar una sonrisa—. Pensé que la estarían pasando bomba en la costa oeste.

—Así fue las últimas semanas, pero como Robert y Jackie se van pasado mañana a Nueva York quisimos pasar unos últimos días aquí en Boca —le explicó su primo en tono alegre—. No conoces a Jackie, ¿verdad?

La chica se acercó con amplia sonrisa y extendió su mano a modo de saludo; Ethan se limitó a tomar la mano de la chica y estrecharla ligeramente en respuesta.

—Un gusto Ethan, tu primo me ha contado mucho de ustedes —le dijo la joven.

—Espero que también haya contado las bromas que nos suele hacer —respondió con la mayor naturalidad posible—. Porque suele omitir esas cosas.

Carcajadas en respuesta, su primo solía reírse con una libertad contagiosa, y la risa de la chica era melodiosa. Robert se limitó a sonreír visiblemente incómodo.

—¿Y van a quedarse aquí en la casa? —preguntó su abuela en un tono que podía interpretarse más bien como “ya somos muchos”.

Martin sonrió y abrazó a su abuela, dándole un beso en la frente.

—¡Claro que no abuelita! —Aquella respuesta le permitió respirar—. Llegamos anoche y tenemos reservación en el hotel, pero cuando estos dos se vayan supongo que sí, me vendré a acompañar a mi primo y a Joaquín, antes de tener que volver a Miami a buscar trabajo…

—No queremos causar molestias… —intervino la chica en tono conciliatorio—. Sabemos que cambiamos de planes sin previo aviso, y que ya son varios compartiendo la casa…

—Bueno, son 5 habitaciones y si te soy sincera solo quedaría que yo compartiera la mía con ustedes —respondió la abuela en tono jovial y bromista—. Pero yo no dejo mi cama, así que los muchachos tendrían que dormir en el suelo…

Más carcajadas. Su abuela había logrado aliviar la tensión que se había acumulado en su interior al escuchar a Martin y ver a Robert ahí.

—¡Ya llegamos! —exclamó Emma nada más entrar en la casa—.¡Martin!

Rosie entró al escuchar a su hermanita nombrar a su hermano mayor, y al ver a Robert en compañía de su novia también dentro de la casa no pudo evitar mascullar maldiciones.

—¿Qué pasa? —preguntó Anabel entrando—. Oh…

Joaquín se limitó a ver la escena y entró a saludar a los recién llegados con amabilidad, mientras Anabel intentaba que Rosie dejara de maldecir.

Pudo escabullirse dentro de la habitación de su abuela, después de todo afuera era un festival de bienvenidas y preguntas sobre su aventura vacacional. Necesitaba un momento de paz mental, antes de salir y seguir conviviendo con ellos y dejando en el pasado todo lo ocurrido dos veranos atrás, a pesar de habérselo propuesto, lo súbito de la situación lo obligaba a enfrentarlo de inmediato.

—¿Estás bien? —La serena voz de Joaquín logró hacerlo reaccionar.

Levantó su mirada hacia la del muchacho y pudo olvidarse de la intranquilidad y presión que había sentido como si de un acto de magia se tratara.

—Mejor, es solo que… —Joaquín besó su frente y colocó las puntas de sus dedos sobre sus labios para evitar que continuara hablando.

—Yo sé —le susurró al oído, acariciando su espalda con suavidad.

—Creí que me iba a sentir peor al verlo, solo fue lo sorpresivo, pero creo que es él quien está más incómodo, o eso pensé cuando su novia se presentó.

—¿No la presentó él? —preguntó el muchacho extrañado, mirándolo a los ojos.

—Martin la mencionó, pero ella se acercó sola —explicó dando golpecitos sobre la cama de su abuela, para invitar a Joaquín a sentarse con él—. ¿Me viste entrar aquí?

—Sí, aunque fue tu abuela la que me dijo que viniera a verte. Parece que se están poniendo de acuerdo para salir a Mizner Park todos juntos.

—¿Quieres ir? —preguntó con evidente curiosidad.

—¿Quieres la verdad? —le preguntó con visible cansancio—. Estoy algo agotado todavía por la trasnochada de ayer, pero si tú quieres ir, vamos con ellos.

Sonrió en respuesta. La última vez que alguien le había dicho algo como eso había sido su exnovio Matt.

—No, también estoy cansado —dijo dejándose caer de espaldas sobre el colchón—. Además, prefiero pasar tiempo contigo hoy…

Pudo ver la sonrisa de Joaquín y aquella mirada dulce, que solía dedicarle últimamente, asomar por sus ojos.

—Yo también prefiero eso…

Tomó la mano de Joaquín entre las suyas y sonrió. Un par de discretos toques en la puerta hicieron que se enderezara de golpe, tomando por sorpresa a Joaquín.

—¿Ethan? —La voz de la abuela Cat detrás de la puerta lo hizo suspirar.

—¿Sí? —respondió levantándose para abrir la puerta.

—Vamos a Mizner Park, tu primo nos va a invitar un café a tus padres, tus tíos y a mí —le explicó la mujer mirándolos con ternura—. Tus primas y Anabel van a deambular por ahí, le dije a tu madre que Joaquín debe estar muy cansado por la desvelada de anoche y que sería una grosería dejarlo solo…

—Gracias abuela —dijo abrazándose al cuerpo de la mujer y dándole un beso en la mejilla derecha—. Te amo.

—Yo también te amo Ethan, y espero no sea nada más porque te doy tiempo a solas con tu novio —bromeó entre risas la mujer.

Joaquín comenzó a reír en respuesta.

—Bueno muchachos, los dejamos, solo voy a tomar mi chalina beige, por si hace viento…

La vieron entrar a la habitación y rebuscar en el armario hasta dar con la prenda que buscaba. Antes de salir agitó su mano a modo de despedida y salió.

—Tu abuela es increíble.

—Sí que lo sé —respondió con amplia sonrisa.

—Toda tu familia lo es —lo escuchó decir entre risas—. Ahora entiendo el motivo detrás de la insistencia de Rosie de que viniera a visitarla en verano.




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