XIII.
Con el viento…
Despertó con el bisbiseo de las risas de Anabel y Rosie que permanecían sentadas sobre su cama mirándolos sobre la de Joaquín. No quiso ponerse a discutir con ellas, solo las miró y entornó los ojos con molestia, pero eso no pareció intimidarlas o enviarles el mensaje de que salieran de la habitación.
—¿Se divierten? —les preguntó Joaquín con tono somnoliento, apenas despertándose con el ruido de las risillas de ambas chicas.
—Se ven lindos juntos —respondió Rosie abrazándose al brazo de Anabel, quien solo asintió como niña pequeña.
—¿Hace cuánto tiempo entraron? —preguntó finalmente, enderezándose para que Joaquín pudiera desperezarse con comodidad.
—Como diez minutos, la verdad es que escuchamos tanto silencio que me pareció extraño, Ethan suele levantarse más o menos temprano… —inquirió Rosie en tono suspicaz—. Cuando llegamos a casa anoche, todas las luces estaban apagadas y no se escuchaba un solo ruido.
—Porque ya estábamos dormidos, si sólo ustedes saben a qué hora volvieron —se quejó incómodo—. Pero entrar a la habitación y sentarse a murmurarse cosas se ve bastante mal para la edad que tienen las dos…
—Bueno, es que la idea era buscarte para pedirte que nos llevaras a la playa, pero como los vimos tan lindos dormidos, preferimos esperar a que despertaran —explicó Anabel en tono conciliatorio—. No era con afán de molestarlos.
—Está bien —les dijo Joaquín enderezándose para quedar sentado a su lado, mirándolas fijamente—. Al menos espero que sean honestas y me respondan si tomaron o no fotos…
Ambas chicas se miraron sorprendidas por la pregunta, aunque ambas parecieron decepcionarse al meditar la situación.
—¡Rayos, no se nos ocurrió! —respondió Rosie con una espontaneidad que logró arrancarle sonoras carcajadas a Joaquín.
—Menos mal —les dijo el muchacho tomándolas por sorpresa—. Seguramente eso se habría prestado a malas interpretaciones…
—¿Por qué? —preguntó Anabel visiblemente confundida—. Mis padres ya se dieron cuenta que ustedes son novios, de eso estaban hablando anoche con la abuela…
—¿Cómo? —preguntó Ethan asombrado.
—Papá le preguntó a la abuela si ustedes dos son novios, y ella le dijo que sí; mamá pareció aliviada con la respuesta, porque en el fondo creo que imaginan el motivo de tu amargura el verano pasado —le explicó su hermana como si fuera lo más lógico—. En realidad nadie mencionó a Robert, pero dudo que la abuela se los dijera.
—¿Sabes qué pasó con ellos tres, por cierto?
—Bueno, estuvieron en la cafetería hasta pasadas las diez y media, nosotras volvimos y mi hermano tuvo que invitarnos una malteada porque ya era tarde para que estuviéramos en la calle —les contó Rosie—. Lo único que alcanzamos a escuchar fue que mi hermano tiene planeado quedarse aquí con nosotros solo una noche, porque va a volver a Miami a buscar trabajo, y el cretino y su novia se van a Nueva York mañana en la noche.
—Ya veo…
—¿Por qué se les ocurrió ir a la playa tan temprano? —Indagó Joaquín—. Apenas pasan de las nueve de la mañana.
—La verdad es que imaginamos que ellos van a querer venir temprano para almorzar con todos, y no quiero que mi hermano se sienta incómodo con ese patán aquí —confesó Anabel apenada—. No teníamos la intención de hacerlos sentir mal…
—No me siento mal, no me avergüenza que nos vean juntos —explicó Joaquín—, pero soy estudiante extranjero, y como soy mexicano no quiero que haya malos entendidos sobre que me aproveché de tu hermano ni nada parecido…
—No creo que mis papás pudieran pensar eso.
—No lo digo por su familia, Anabel —continuó Joaquín—. Si se les hubiera ocurrido compartir alguna foto que se prestara a malas interpretaciones, y con la incómoda situación política entre mi gente y su presidente…
—¡Ya lo entiendo! —Exclamó Rosie—. Por si alguien racista quisiera meterte en un problema por un malentendido.
—Sí… —suspiró aliviado el muchacho—. Si me obligaran a volver a México, ya no podría ver a Ethan, y eso no es lo que quiero.
Ambas chicas se miraron con ligero sonrojo en las mejillas y amplias sonrisas, asintiendo en complacencia.
—Sobre lo de ir a la playa porque no quieren que Robert me incomode… —intervino con la intención de apaciguar incluso sus propios miedos—. Gracias, pero no puedo vivir escondiéndome tampoco; además, ahora mismo estoy contento, y tampoco planeo ocultarlo.
Joaquín sonrió y ambas chicas asintieron en respuesta.
—Si ese idiota te dice algo, dímelo para que lo ponga en su lugar —le pidió Rosie con evidente seguridad—. Dudo que quiera que le diga lo que se merece frente a Jackie.
—No creo que sea necesario, pero gracias.
—Bueno, ya que no hay ida a la playa… —protestó Anabel en tono infantil—. ¿Qué les parece si bajamos a jugar videojuegos con Emma?
Joaquín sonrió y asintió.
—No soy precisamente bueno en los videojuegos, pero podemos pasarlo bien —les dijo el muchacho rodeando los hombros de Ethan con su brazo derecho—. Aunque sí soy bastante competitivo…
—Mi hermano es bastante bueno con los videojuegos, igual que Emma…
—Solo me doy un duchazo y los alcanzo —les pidió—, está comenzando a hacer calor y me siento incómodo.
Joaquín asintió y tras darle un beso en la mejilla se levantó de la cama.
—Bueno chicas, —les dijo en tono juguetón—, ¿quién de ustedes quiere perder primero?
Ambas chicas se pusieron de pie y comenzaron a rebatir con Joaquín mientras salían de la habitación, dejándolo solo para que buscara su ropa y su toalla para ir a bañarse. Joaquín volvió con rapidez y le tomó por sorpresa con un beso.
—Si quieres leer, yo las entretengo —le dijo guiñándole un ojo en señal de complicidad—. A veces son incansables…
Editado: 26.02.2023