[bl] Una vez en la vida.

XV.

XV.

Parrillada y despedida.

Todo estuvo dispuesto antes de las cinco de la tarde; la sola idea de pasar una tardeada comiendo y jugando en la playa con Martin fue suficiente aliciente para que todos pusieran de su parte para estar preparando las hamburguesas poco antes de las cinco y media ya en la parrilla portátil del tío Arthur.

El aroma de la carne sazonada por la abuela asándose mientras ellos jugaban su propia versión de policías y ladrones con una pelota; las sonoras carcajadas de Emma, quien había resultado ser la más hábil dentro de los ladrones para huir y evitar ser atrapada, por supuesto Joaquín y Martin eran los policías, mientras que él y las chicas eran ladrones. Su padre observaba el juego desde la distancia mientras bebía una cerveza fría y conversaba animadamente con la abuela Cat y la tía Rose. Martin le había pedido a sus padres que les avisaran cuando la comida estuviera lista para detener el juego, quería que comieran todos juntos como hacía tiempo no podían hacer. Cerca de las seis y media el movimiento en la mesa de madera que habían llevado consigo estaba indicándoles que la cena estaría lista pronto, por lo que Martin dejó de jugar y se acercó al resto de los adultos para ayudar a tener todo listo.

***

El atardecer pintó el cielo de tonos naranjas, rojizos y rosados con ayuda de las nubes que daban la impresión de dar descuidadas pinceladas en el lienzo. El sonido de risas de la abuela y su madre, el aroma de la comida y el alegre ambiente entre él y sus primas estaban haciendo una de las tardeadas más entrañable que había pasado algún verano, la sonrisa que curvaba los labios de Martin lo decía todo, era justo eso lo que pretendía conseguir.

—Tengo un anuncio que hacer… —dijo Martin levantándose de su asiento ante la mirada curiosa de todos los presentes, la actitud nerviosa de su primo le generaba ansiedad, lo había visto actuar de forma extraña—. Como todos ustedes saben, el plan era que yo volvería a Miami pasado mañana para buscar empleo de manera formal; sin embargo, antes de irme de vacaciones envié mi currículo a algunas empresas de diseño en varios lugares…

—¿Recibiste respuesta? —preguntó el tío Arthur mirando a su hijo con orgullo.

Martin asintió y resopló nervioso, como buscando sacudirse el nerviosismo y la ansiedad que parecían carcomerle por dentro.

—¿En dónde? —preguntó finalmente la abuela Cat, dándose cuenta que, lo que tenía tenso a su primo tenía que ver con el hecho de que abandonaría Florida, y con eso la convivencia con la familia completamente reunida se reduciría a fechas sumamente especiales.

—San Francisco —respondió Martin, dejando caer los hombros y mirando hacia la abuela como buscando que fuera ella quien le pidiera que no se fuera lejos—. Todavía es incierto, ya que tengo que presentarme a una entrevista, pero quien me contactó dijo que mis posibilidades de quedarme en la empresa eran buenas…

—¿No es eso maravilloso? —le preguntó la abuela Cat, tomándolos a todos por sorpresa—. Estás recibiendo una oportunidad importante, deberías estar más alegre por ello Martin, todos nosotros vamos a extrañarte mucho, eso tenlo por seguro —insistió con la voz ligeramente quebrada por la emoción—; pero nos alegra que las puertas del mundo estén abriéndose para ti, y cada vez que nos sea posible vernos irá siendo más especial.

Las lágrimas de Martin comenzaron a fluir sin que pudiera evitarlo, miró a su alrededor y se dio cuenta de que casi todos los presentes lloraban también mientras esbozaban pequeñas sonrisas llenas de orgullo. Solo su tía Rose, Emma y Joaquín miraban todo con amplia sonrisa, sin lágrimas que rodasen a través de sus mejillas.

Sus tíos abrazaron a Martin con fuerza, siendo seguidos por Rosie y Emma quienes intentaron animar a su hermano mayor. De pronto toda la actitud de Martin, y la insistencia de hacer la parrillada esa tarde hicieron clic en su cabeza; su primo tendría que adelantar su partida a Miami para hacer maletas y encaminarse a San Francisco para su entrevista laboral.

—¿Estás bien? —La voz de Joaquín lo trajo de vuelta a la realidad, aquella sonrisa dulce acompañada de una mirada preocupada no era su visión favorita del rostro de su novio, pero sí la más recurrente al menos las últimas 24 horas.

—Preguntándome muchas cosas, si puedo ser honesto —respondió el voz baja. Joaquín asintió en respuesta—. Cuando vuelvas a la universidad, ¿cómo vamos a estar en contacto?

—Bueno, podemos estar en contacto a través de WhatsApp, y ahí ponernos de acuerdo para las videollamadas y si es posible para vernos en persona —le sugirió con amplia sonrisa—; por supuesto, sería yo quien viajara a Orlando, tus padres no estarían muy felices si yo te hiciera ir hasta Tallahassee, ¿no crees?

—La verdad no lo sé —admitió mirando a su familia contar anécdotas sobre fiestas familiares en las que Martin había sido protagonista por sus bromas—. En realidad me gustaría pensar que ellos no tendrían mucho problema en dejarme ir…

—Por ahora creo que lo mejor es si yo voy a verte cuando mis actividades me lo permitan, ¿te parece?

Sonrió en respuesta. Joaquín buscaba cuidarlo a él y la tranquilidad de su familia, se sentía agradecido de haberlo conocido.

—Vamos a vernos para Navidad, ¿verdad? —preguntó más como una forma de sacar sus dudas de su cabeza de una buena vez.

—Claro, nos estaríamos poniendo de acuerdo por mensaje, como por esas fechas nos saturan de trabajos, la verdad no me gustaría quedar mal contigo… —le explicó el muchacho en un tono tranquilizador—. Voy a hacer lo posible por llegar lo antes posible para poder pasar más tiempo contigo.

—¿Alguien quiere postre?

La voz de la tía Rose los hizo congregarse a su alrededor esperando por su rebanada del tradicional pay de manzana. Joaquín y Martin conversaban con entusiasmo sobre los planes de su primo a futuro, y el plan de Joaquín de terminar la universidad y ver la posibilidad de quedarse en Estados Unidos o volver a México.




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