XVI.
Una llamada…
Después de la partida de Martin hacia Miami para hacer sus maletas e irse a San Francisco, el ambiente dentro de la casa se volvió un poco sombrío, sobre todo con Rosie preguntándose si su hermano podría verlos para Navidad; Emma permaneció en silencio, pero todos estaban seguros que ella estaba preguntándose lo mismo.
La abuela Cat comenzó a invitar a su hermana y sus primas a probar recetas de galletas y repostería que había encontrado en una vieja revista de postres que habían comprado años atrás. Por supuesto, su tío Arthur y la tía Rose también lucían entre tristes y preocupados por lo que el destino pudiera deparar a Martin.
—Creo que todos están preocupados por Martin a su propia manera —le dijo Joaquín leyendo un libro en su móvil—. La verdad es que son una familia muy unida, y esta clase de momentos pueden llenarlos de miedo o preocupación; ahora que lo pienso, quizás lo mismo le pasó a mi familia cuando decidí venir a estudiar a Florida…
Lo miró en silencio, y se dio cuenta que aquella nostalgia en la mirada de Joaquín cuando hablaba de su familia, sería la misma nostalgia que encontraría en las miradas de sus primas o sus tíos cuando Martin no pudiera volver para alguna celebración. El tiempo no se detiene para nadie, pensó.
—¿Vamos a caminar a la playa? —preguntó con timidez.
Joaquín cerró la aplicación en la que leía y bloqueó el móvil para guardarlo en su bolsillo. Eso era un “sí” sin palabras, no había dudado, ni siquiera le había pedido minutos para terminar.
—Deja me quito los calcetines desde aquí, porque caminar en la playa con zapatos no es lo mismo —lo escuchó decir mientras se despojaba del calzado para quitarse los calcetines y dejarlos estirados sobre la cama.
Hizo lo mismo, y salieron juntos de la habitación, el olor intenso a chocolate llenaba por completo la casa, su abuela y las chicas seguramente se encontraban probando alguna receta y esa tarde era posible que decidieran ver películas y comer el postre.
Joaquín tomó su mano y caminó a su lado sin decir palabra alguna por unos minutos. Era un silencio reconfortante, con las olas de ruido de fondo y algunas voces lejanas de la gente que jugaba en la playa a esas horas de la mañana. El timbre del móvil de Joaquín hizo que detuvieran su paseo por unos minutos.
—¿Tanner? —lo escuchó responder apenas tomó la llamada, sin alejarse de donde estaba—. ¿En serio?, no sabía eso. —La voz de Joaquín sonaba tensa, y su expresión mostraba un dejo de frustración que no había podido ver antes—. Entiendo, ¿cuándo te veo? —Aquello le había dicho todo, el tiempo de vacaciones se había agotado, y Joaquín tendría que volver a Tallahassee pronto, no pudo evitar sentirse decepcionado y que sus hombros cayeran un poco—. Espero tu llamada, entonces, nos vemos, cuídate.
—¿Cuándo tienes que volver? —preguntó in dar rodeos.
Joaquín lo miró entristecido y asintió.
—Me voy mañana a mediodía, quedé de ver a Tanner para volver juntos a Tallahassee, hay unas cosas que necesitamos preparar antes del comienzo del semestre —explicó—. Papeleo y un profesor decidió tener una reunión previa a clases por cierto material.
—Entiendo… —susurró dejando ver su desilusión.
—Lo siento, pensé que podría quedarme al menos esta semana completa.
—No es culpa de nadie, son cosas que no se pueden evitar.
—Prometo llamarte en cuanto esté allá —le aseguró con firmeza—. A ustedes les queda un par de semanas más, ¿no es así?
—Una semana —respondió sin ganas—. El fin de semana volvemos a Orlando, para preparar todo previo al inicio del curso…
—Es lógico… —musitó dejando salir su decepción—. Me hubiera gustado estar aquí hasta el jueves al menos…
—¿Qué tal si disfrutamos hoy? —preguntó intentando sacudirse la tristeza—. No hay remedio para la situación, entonces, hay que disfrutar el tiempo que vamos a pasar juntos hoy.
Vio a Joaquín sonreír en respuesta, una sonrisa brillante que dio la razón a su propuesta. Tomó la mano de Joaquín de nueva cuenta y lo animó a seguir caminando en la orilla de la playa para que las olas pudieran mojar sus pies, mientras conversaban acerca de lo que harían una vez volvieran a casa y las oportunidades que podrían tener de verse durante las festividades de fin de año, si la agenda de Joaquín se lo permitía con tantas actividades que sus profesores podrían ponerles.
Volvieron a la casa cerca de las cuatro de la tarde, todos se encontraban tumbados en los sillones de la amplia sala viendo una película y devorando botanas y galletas caseras; había dado en el clavo, la actividad del día para distraerse de la partida de Martin era ver películas y comer chatarra y postres caseros.
Su abuela los vio llegar y sonrió, invitándolos a probar las galletas y acompañarlos el resto de la película con un solo gesto de su mano. Era increíble lo mucho que podía entender a su abuela, y lo mucho que ella podía comprenderlo a él. Se tumbaron junto a la mujer y probaron las galletas mientras observaron el resto de la película, las carcajadas de Rosie eran tan contagiosas que comenzó a reírse por ello mientras Joaquín intentaba aguantar la risa. Al terminar la película el plan estaba claro, los adultos irían a comprar pizzas mientras los jóvenes elegían las siguientes películas.
—Así que él se va mañana… —susurró Rosie con tristeza—. Yo que pensé que podría quedarse hasta el fin de semana, lo siento Ethan…
—No tienes por qué disculparte, de hecho quiero darte las gracias por invitarlo —dijo con amplia sonrisa—. Me entristece que tenga que irse, pero de igual manera me habría puesto triste el fin de semana que todos nos depsidiéramos.
—Eso es cierto… —intervino Anabel—. ¿Va a visitarnos en Orlando?
—Él dijo que lo haría siempre y cuando tenga tiempo libre —explicó—. Dijo que hará lo posible.
Editado: 26.02.2023