[bl] Una vez en la vida.

XVII.

XVII.

“Nos vemos luego”

A pesar de haber una multitud en la plaza yendo y viniendo, las luces nocturnas y la música que sonaba desde el interior de algunos locales comerciales eran solo para ellos dos. No había nada ni nadie más ahí para él que Joaquín, la cálida mano del muchacho sosteniendo la suya, aquella voz calmada y aterciopelada endulzándole los oídos con una charla amena sobre música y sobre lugares que le gustaría visitar con él en el futuro.

Aquellas pláticas sobre planes futuros le daban una certeza que no solo tranquilizaban su corazón, sino que le alegraban el alma borrando aquella amargura que el verano le dejaba desde hacía dos años atrás. El sabor dulce del helado de chocolate que Joaquín había preferido quedó en sus labios en aquel beso que le había dado momentos antes de abordar la camioneta para volver a la casa, incluso la música de fondo que sonaba en los altavoces del vehículo desapareció durante esos minutos de trayecto de vuelta.

—Hace un clima excelente esta noche —lo escuchó decir con una expresión tan linda que lo hizo sonreír de inmediato—. Dan ganas de estar afuera un rato más…

—Podemos platicar un poco más en el balcón —sugirió con ganas de que el tiempo solo se detuviera antes de comenzar a hablar palabras de despedida que todavía no quería escuchar—. Subimos un par de sodas y nos sentamos ahí a disfrutar del clima.

Joaquín sonrió en respuesta y apagó el motor de la camioneta dentro del garaje. Aquella mirada era un sí absoluto, bajó de la camioneta y corrió a la cocina para conseguir las latas de soda; su familia aún estaba en la sala viendo una película, pero ya había hecho planes con Joaquín, y todavía le quedarían unos días más de vacaciones con el resto de su familia para disfrutarlos.

—¿Seguro no prefieres que veamos la película con ellos?

Torció los labios en respuesta, la sola idea no lo llenaba, no necesitó decir palabra alguna para que el muchacho lo entendiera, y ambos subieron hacia la habitación que habían compartido durante los últimos días. Abrió el cancel y una brisa tibia se dejó sentir sobre la piel de su rostro, Joaquín sonrió y cerró sus ojos.

—El olor del mar es increíble aquí…

Cerró sus ojos para identificar mejor el aroma del océano que su novio alababa. Pocas veces se había dado la oportunidad de disfrutar algo como eso, cada sensación estaba siendo tan real esa noche. Los labios de Joaquín presionaron los suyos en un beso tierno, rodeó el cuello del muchacho con sus brazos y profundizó el beso tomándolo por sorpresa. Un beso largo, suave, lento.

—Voy a extrañar esto…

Escucharlo decir aquellas palabras le trajo de vuelta a la realidad, era la última noche de ese verano que pasarían en la misma habitación. No pudo evitar dejar caer sus hombros como si fuera una especie de derrota.

—Ya había dejado de pensar en eso —protestó en tono infantil haciendo que Joaquín comenzara a reír.

—Yo también, pero no me arrepiento de haber venido —lo escuchó decir con una sonrisa genial.

—¡Qué bueno que te dije que me gustas! —Exclamó entre risas—. De no ser por ti, este verano habría sido igual de aburrido y pesado que el anterior.

—Me alegra que te sientas mejor respecto al verano, Ethan.

—Es gracias a ti.

—De hecho no —le corrigió tras besar su frente—; me da gusto saber que hice una diferencia en tu verano, pero si no te hubieras atrevido a decirme que te gusto, yo no habría dado un solo paso, y eso lo sabes bien…

—¿Evitar malentendidos? —preguntó intentando recordar lo que le había dicho aquella tarde en que se confesó en la playa—. ¡Ah!, lo de que tengo 17 años, y tú eres mayor de edad y extranjero…

Joaquín sonrió divertido y asintió abriendo la lata de soda de limón que Ethan había dejado sobre la pequeña mesita de exterior que había en el balcón.

—Qué bueno que lo recuerdes —lo felicitó entre risas.

—Yo creo que no habría habido problema alguno por eso —dijo mirándolo de reojo—; respeto que me cuides, de hecho me hace feliz que lo hagas, pero…

—¿Pero? —preguntó con evidente curiosidad en toda su expresión.

—Olvídalo, no es nada…

—Vamos Ethan, ya picaste mi curiosidad —se quejó sentándose sobre el suelo—. Por favor…

—Me gustaría dormir contigo… —susurró avergonzado.

Joaquín abrió los ojos de par en par, y suspiró de forma ruidosa. Había sido mucha reacción sin palabras, y no pudo evitar sentirse nervioso por ello.

—Ethan… —lo escuchó musitar con incomodidad—. ¿Sabes?, yo también quiero hacer el amor contigo, pero no aquí, y no ahora —le dijo mirándolo a los ojos con una seriedad que logró calmar sus nervios—. Me encantaría que cuando suceda, sea genial e inolvidable porque es lo menos que ambos merecemos.

Sonrió en respuesta.

—Eres todo un romántico —dijo sentándose a su lado con su lata de soda en la mano.

—Bueno, sí… —le respondió con un dejo de timidez que le pareció tierno, y besó su mejilla como respuesta.

Miraron las nubes nocturnas ir y venir en el cielo, dejándoles ver las estrellas por momentos hasta que el sueño se hizo presente y acordaron acostarse a dormir en la misma cama para poder abrazarse hasta despertar juntos. Sería la última noche de ese verano que podría hacerlo, y no perdería la oportunidad. Las caricias de Joaquín y aquel beso de buenas noches lo ayudaron a conciliar el sueño más rápido de lo que hubiera querido.

La luz del sol que alcanzaba a filtrarse a través de la cortina logró despertarlo, abrió los ojos con lentitud y miró el pacífico semblante de Joaquín quien todavía dormía a pierna suelta; al menos tendría la oportunidad de verlo dormir un rato y guardar aquella imagen en su memoria, sonrió sin poder evitarlo y se esforzó demasiado en no acariciar su rostro durmiente, aunque en cuestión de minutos la luz del sol también logró despertarlo a él.




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